Serie confesiones: «Confieso que soy orgullosa y peco en querer ser perfeccionista
- Adriana Islas
- 24 mar
- 2 Min. de lectura

Hace algún tiempo comenzaron reuniones de estudio bíblico en mi hogar. La noticia me gustó mucho, fue una oración contestada.
Todo iba bien hasta que en mi cabeza se anidaron las preguntas: «¿Qué voy a preparar para la cena?» «¿A qué hora debo estar lista y tener limpia la casa?» «¿Cómo se van a comportar mis hijos?
Sé que parece normal plantearse éstas y muchas preguntas más, pero, en este caso, eran solo el síntoma de mi enfermedad. Aunque lo más importante es que mi hogar sea una embajada del Reino, para mí, en aquel momento, era prioridad mi reputación.
¡Sí! Mi orgullo fue afectado. Por eso, en mi mente, orquestaba mil preguntas y soluciones para que todo estuviera impecable, delicioso y en orden. Al recibir un comentario sobre mi casa, fingía ser modesta, pero en realidad sabía que había trabajado mucho, haciendo todo lo posible por llamar la atención y recibir reconocimiento.
Tristemente, mis hijos y mi esposo fueron lastimados por mis actitudes y exigencias en mi afán de perfección. Te confieso que escucharlo de ellos no fue fácil, me sentí un monstruo, pero me di cuenta que estaba cegada por mi orgullo y puse tanta atención en mí que creí ser mi propio dios.
El Espíritu obró de tal manera que trajo a mi mente todos mis actos y me hizo consciente de mi pecado. Les pedí perdón a ellos y acudí inmediatamente al Señor, reconociendo y confesando mi maldad, recordando que la verdadera humildad se encuentra teniendo fe en Él y en Su sacrificio.
«Y hallándose en forma de hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Fil 2:8). No hay mejor ni mayor ejemplo de humildad que nuestro Señor.
Hoy abro mi corazón, anhelando que, al leer esto, te identifiques conmigo y sepas que hay cura para el pecado en Cristo, al reconocer la belleza y la gloria que solo le pertenecen a nuestro Dios.
También espero que puedas prevenir e identificar los síntomas de un corazón orgulloso y cada día recuerdes y ores así: «Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno» (Sal 139:23-24).
Diseño: Rhaien Vivar
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