
«Confieso que soy esposa de pastor y he luchado contra mi carne, mis pensamientos y sentimientos, pues me he sentido sola e incómoda en medio de la congregación».
Amo todo lo que el Señor me ha concedido, aunque muchas veces es difícil lidiar con las expectativas de los hermanos puestas en mi esposo, en mi familia y en mí. Pues todos, queriendo o sin querer, de alguna u otra manera, esperan que seas de determinada manera en cada ámbito de la vida. Incluso a pesar del dolor o la situación que estés viviendo.
Por momentos, todo esto parece insoportable. Aún así, el Señor me ayuda a ver los deseos profundos de mi corazón y por medio de estas situaciones, Él me santifica. Bendigo a Dios por concedernos al Espíritu que nos guía, ministra, capacita y redarguye (Jn 14:26, 16:7-11). A través de estas situaciones y circunstancias he constatado que Dios quiere establecer Su reino en nosotros, mostrar Su gloria y magnificencia.
Todas las personas que están a nuestro alrededor son necesarias, tienen un propósito con nosotros. ¡Sí! Por ilógico que parezca los necesitamos, pues gracias a ellos somos perfeccionados a imagen de Cristo.
Habrá diversidad de opiniones, sin duda, pero precisamos recordar la verdad del Evangelio: «Esta justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo es para todos los que creen. Porque no hay distinción, por cuantos todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios. Todos son justificados gratuitamente por Su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús» (Ro 3:22 - 24).
No estamos hablando de extraños sino de la familia de la fe que Dios nos ha dado. Hermanos que son pecadores como tú y yo, necesitados de gracia, amor, perdón y misericordia.
Hermana, no puedes controlar las acciones y actitudes de los demás, pero sí puedes controlar las tuyas con el poder y ayuda del Espíritu. Recuerda que el Señor obra cuando lo necesitas, escucha cuando pides y actúa cuando crees. Así que te animo en este día a que vayamos contra la corriente de este mundo rencoroso y vengativo y seamos la prueba viviente de un Dios amoroso, la razón por la que muchos vean y reciban la salvación del Señor.
Diseño: Ambar Arias
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