«Bendito el hombre que confía en el Señor y pone su confianza en él. Será como un árbol plantado junto al agua que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor y sus hojas están siempre verdes. En época de sequía no se angustia y nunca deja de dar fruto» (Je 17:7-8).
Cuando llega el calor y la sequía este árbol mencionado en el pasaje, no tiene nada que temer porque tiene las raíces cerca del agua. Pase lo que pase, da frutos y sus hojas no se secan. Como este árbol son los que confían en el Señor. De la misma manera que el verdor y los frutos del árbol no dependen de la época del año, el contentamiento, el gozo y la paz en la vida del cristiano no dependen de las circunstancias sino de dónde está puesta su confianza.
El contentamiento es una confianza profunda en la soberanía y la bondad de Dios que produce gozo, paz y acción de gracias en la vida de un creyente. El contentamiento es una paz de espíritu, una confianza en que a donde sea que Dios me lleve, sé que Él estará allí. Es un descanso absoluto en los planes de Dios.
¿Cómo es que podemos vivir en contentamiento? El apóstol Pablo dijo: «he aprendido a contentarme» (Fil 4:11); esto significa que implica un aprendizaje en la vida del creyente; cuanto más le conocemos, más podemos confiar en Él. Esta confianza nos llevará a Sus brazos en donde hallaremos el verdadero gozo.
Podemos decir entonces que el contentamiento en nuestra vida tiene su raíz en Cristo. Él nos da una fortaleza y una paz más allá de lo humano, el poder estar gozosa más allá de lo que me está aquejando.
Hermana, la principal razón por la que podemos vivir de esa manera es porque nuestras vidas fueron libradas, en Cristo Jesús, de vivir en descontento, de vivir en despropósito, de pensar que es un error lo que estamos pasando o de querer ganar las batallas por nuestras propias manos. En cambio, podemos descansar en que sólo en Él «está acallada nuestra alma […]» (Sal 62:1 RVR1960).
Recuerda en este nuevo año que ¡nada nos puede separar de Su gran amor! (Ro 8:39), nuestra salvación y nuestro futuro están resguardados en las manos amorosas del Padre. Ese es nuestro mayor motivo de gozo.
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