La sumisión: Una batalla espiritual y la esperanza del Evangelio
- Yeimy de Robainas
- 18 jul
- 3 Min. de lectura

La sumisión es una batalla espiritual constante, es una lucha sin consideraciones, entre nuestra carne y el Espíritu Santo que habita en nosotras. Por esa razón, debemos tener las expectativas correctas de que no va a ser fácil. Esto no se va a dar forma natural. Desde este lado del cielo, nuestra sumisión no será perfecta, tendremos caídas, pero recordemos que no luchamos en nuestras fuerzas, sino en las de Él.
La sumisión se trata de un proceso en el cual podemos crecer y madurar progresivamente, igual que en el resto de las áreas de nuestro caminar en Cristo. Y para que eso suceda, necesitamos del poder de Dios en nosotras.
En un estudio que tuvimos en mi iglesia, una de mis hermanas me preguntó cómo era para mi vivir este aspecto en mi matrimonio. Mi respuesta fue: «Aún estoy en ese proceso, a veces con altas y otras con bajas».
Para ser sincera, me he encontrado en dos extremos. En un principio confundí la sumisión. Creía esta mentira de que se trataba de estar de acuerdo en todo: «Sí, lo que tú digas mi amor», «Lo que tú quieras cariño.» Pero el Señor poco a poco me ha ido enseñando que, no se trata de anular mi personalidad, mis opiniones, gustos, dones y habilidades. Más bien se trata de, como dice Laura González: "fuerza bajo control"; de poner todo eso que Dios me ha confiado y la "posición estratégica" donde Él me ha colocado, al servicio de mi esposo y familia, para el avance de Su Reino».
Por otra parte, muchas veces caigo en la excesiva firmeza de defender lo que pienso y de querer «ayudar» demasiado a mi esposo. En ocasiones soy impaciente para esperar el momento oportuno, y usar la forma adecuada para acercarme a él y tratar sobre un tema determinado. En estos casos, sé que soy un obstáculo para el obrar de Dios en el corazón de mi esposo, sin dejar el suficiente espacio para que Él pueda intervenir en todo lo que ya tiene planificado hacer. Confieso que necesito crecer en confianza y valor en Dios, y soltar toda mi ilusión de control.
Estoy aprendiendo a desear obedecer y glorificar cada vez más a Dios en esta área. A veces veo que muchos de estos patrones de pecado salen incluso inconscientemente, y que si no velo, pueden hacerse habituales. Por esa razón, ruego a Dios que me siga dando luz y revelando mis pecados ocultos; que desarraigue estos hábitos y me ayude a sustituirlos por otros nuevos y piadosos; que me haga cada vez más mansa, humilde, prudente, sabia, paciente, pacífica, enseñable y una verdadera ayuda idónea; que a la vez sea firme en mis convicciones y temor a Él; para que pueda decir la verdad en amor y ser de bien y no mal para mi esposo siempre.
Si eres mujer, sé que igual que yo estarás en tu propio proceso y lucha en cuanto a la sumisión. No sólo en el matrimonio, sino en cualquiera de las otras áreas a las que se extiende. Pero quiero que todas, nos sintamos animadas y exhortadas a no colgar los guantes en esta carrera. En el Evangelio tenemos esperanza. Si hemos fallado otra vez, no nos quedemos en la derrota. No nos hundamos en un pantano de vergüenza, condenación y culpa. Alcemos los ojos a Cristo, al Salvador, a Su cruz, a Aquél quien es la sumisión perfecta. Su sumisión y obediencia son también nuestras por la fe. En Él hallamos perdón, gracia, misericordia y paciencia para continuar y seguir intentando otra vez.
El pecado ha distorsionado esta área, como todas las demás del diseño de Dios. Muchos han ejercido inadecuadamente la sumisión, y se han aprovechado de su autoridad; pero esto no lo hace un concepto anticuado ni abusivo, siempre y cuando se ejerza dentro de los límites de Dios.
Finalmente, como dijo también en nuestro estudio mi hermana Luisa: «No podemos tener miedo a la palabra sumisión. Al contrario, debemos decir: “Sí, somos mujeres sumisas porque la sumisión es necesaria”.» Estoy completamente de acuerdo con esa declaración. La sumisión es tan importante porque es idea del Dios Bueno y de orden, que creó todas las cosas y sabe cómo gobernar Su creación. Necesitamos confiar en Él y no en el mundo.
Oremos juntas: ¡Oh! Señor, por favor, ayúdanos a ser mujeres sumisas, que podamos reflejar a nuestro Salvador Jesús que se sometió a ti hasta la muerte, para darnos perdón y vida eterna. Que Su sumisión, al igual que Su amor, nos deje sin salida y nos impulse a la sumisión que te honra y agrada (2 Cor 5:14-15). En el nombre de Jesús, Amén.

Descarga a continuación el documento para que puedas colorear, es gratis.

Diseños: Constanza Figueroa
Comments