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La historia de vida de John Wesley


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Durante la mayor parte de la historia de la Iglesia han pasado hombres excepcionales que, con su ejemplo, han demostrado amar a Dios con su mente, cuerpo y alma. Han sido capaces de dar su vida completamente por amor a Dios, por amor a Su obra. John Wesley es, sin duda alguna, uno de esos grandes ejemplos. 


El 17 de junio de 1703 en Epworth, Lincolnshire (Inglaterra), nació John Wesley. Su padre, Samuel, era clérigo, y su madre, Susanna, fue la maestra de él y de sus 18 hermanos. 


Wesley fue educado en Oxford y allí ordenado al ministerio anglicano. En Oxford se unió a su hermano Charles Wesley (1707-1788), y a otro grupo de estudiantes, en la labor de visitar a los presos, cuidar a los enfermos, estudiar la escritura y orar. Se autodenominaban «Holy Club» o «Santo Club». Wesley fue también el fundador de una importante denominación cristiana que surgió en el siglo XVIII, conocida como «metodismo». 


Su verdadera conversión


En el año 1735, John y Charles viajaron a América para servir en la colonia británica de Georgia donde se esperaba que ayudaran en la evangelización de los indígenas americanos. Pese a que su misión allí no fue tan efectiva, no se puede dejar de resaltar la inigualable experiencia que vivió John: una vez estando en el barco reunidos, éste enfrentó una fuerte tormenta. Wesley, lleno de miedo, no pudo dejar de notar la actitud de absoluta paz de un grupo de misioneros protestantes moravos quienes, de hecho, cantaban aún en medio de la tormenta. Esta situación generó que Wesley les preguntara por qué tenían tanta calma, ante lo que ellos respondieron con otra pregunta: «¿Eres cristiano?». Y él respondió que sí, pero luego de reflexionar, expresó: «Me temo que fueron palabras vanas». Aunque se suponía que Wesley era creyente desde la infancia, esta experiencia lo condujo a un período de búsqueda de verdadera espiritualidad.


El 24 de mayo de 1738, Wesley tuvo una experiencia de conversión que cambió su vida por completo. Luego de haber asistido a una reunión en la calle Aldersgate en Londres, escuchó la lectura del prefacio de Martín Lutero a la Epístola a los Romanos, experimentando lo que describió como un «extraño calor en el corazón». En su diario escribió: «Sentí que confiaba en Cristo, solo en Cristo, para la salvación; y se me dio la seguridad de que Él había quitado mis pecados, incluso los míos, y me había salvado de la ley del pecado y de la muerte».


Wesley no imaginaba en ese momento lo que esa vivencia lo llevaría a ser y hacer, y cómo, siglos después, se hablaría de su vida de fe. 


Su ministerio


A partir de allí, Wesley comenzó a vivir unas de sus experiencias ministeriales más especiales. Se retó a hacer cosas de las cuales no siempre había estado de acuerdo, como predicar al aire libre. Aunque su intención no era formar una nueva denominación, su gran desempeño y entrega a la obra influenciaron para que eso sucediera. Con el tiempo, John tenía un gran grupo de seguidores dispuestos a seguir escuchando sus enseñanzas, así que, para su comodidad y la de sus seguidores, se dispuso a formar clases, cada una con once miembros y un líder. Se reunían con la finalidad de pasar tiempo de oración, lectura de la Palabra, conversar sobre sus vidas espirituales y hacer obras de caridad que les permitieran recaudar fondos. 


Sin esperarlo ni planearlo, el movimiento creció rápidamente y John se convirtió en una de las figuras más queridas y respetadas en Inglaterra. 


Vida ejemplar


El impacto que tuvo Wesley no se debía únicamente por el metodismo que ayudó a fundar, sino al ejemplo que impartía a través de su vida. Se levantaba a las 4 a.m. todos los días para así prepararse a predicar su primer sermón a las 5 a.m. Él, junto a su equipo, dividieron el día en tres partes: 8 horas para dormir y comer; 8 horas para la meditación, oración y estudio; y 8 horas para predicar, visitar y hacer trabajo social. 


Así también, Wesley fue reconocido por sus grandes recorridos a caballo. Viajó aproximadamente 400.000 kilómetros, yendo de un extremo a otro, sin importar si era de día o noche (o si era seguro, o no). Tenía una gran pasión por la escritura, atribuyéndose así importante material como: comentarios bíblicos, cartas, libros con gramática de inglés, francés, latín, griego y hebreo, etc. Consideraba la lectura como un fundamento esencial en la vida del cristiano. Consideraba que: «No se puede ser un predicador profundo, y tampoco un cristiano cabal, sin leer mucho». 


Expresó siempre tener un corazón compasivo, y una actitud que hiciera sentir a los demás como si él los entendiera completamente. Vestía ropa barata y no le importaba cenar en lugares sencillos y poco ostentosos. Sin embargo, siempre estaba impecable y bien vestido. Conocía la vida de los pobres mejor que cualquier persona reconocida de su época. No le gustaba la injusticia, y veló por atacar la corrupción y todo aquello que atentara contra el bienestar de las personas honradas y honestas. 


Aun su muerte (2 de marzo de 1791) fue una obra caridad, pues antes de la misma expresó no necesitar de carrozas ni de caballos, sino de seis pobres que necesitaran empleo  y cargaran su ataúd por un pago de una libra para cada uno. 


Un legado imborrable


Si de algo debemos estar seguros, es que el legado de Wesley no estuvo marcado por sus grandes hazañas o proezas, sino de Quién enseñaba a través de ellas. Uno de sus consejos más significativo era: «no estés ocioso ni por un momento, no creas mal de nadie, no te avergüences de nada (excepto del pecado), sé puntual». Wesley sabía a Quién le servía, de Quién era obrero; no buscaba su gloria, sino la del Padre y que su vida fuese el claro ejemplo de lo que hace una mente transformada por el Señor. 


Hoy, reconocemos el legado de este humilde hombre como único e imborrable, pero lo que más abrazamos es la manera en que Dios lo utilizó para la expansión del evangelio de Cristo. Gracias a su maravillosa obra misionera a través de los metodistas, muchos escucharon de Cristo y marcaron el legado de su vida, e incluso el de su país, para gloria de Dios.


Personalmente, como decía al comienzo, muchos hombres han pasado durante toda la trayectoria de la historia de la iglesia, pero, de alguna manera, la historia de John Wesley llamó mi atención al ver en su vida un ejemplo de perseverancia, temor, y amor. 


John, murió sirviendo al Señor, siendo un hombre entregado en mente y cuerpo a la predicación del Evangelio. Toda su vida era eso. Como el apóstol Pablo, estoy segura de que Wesley creía que «todo lo que hacemos debe ser para la gloria de Dios» (1 Co 10:31).


¡Qué privilegio aprender de estos hombres y ver cómo su vida reflejaba tener una mente que amaba al Señor con todas sus fuerzas! 


Fuentes


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Descarga a continuación el documento para colorear, es gratis. Etiquetanos en redes.



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Diseños: Constanza Figueroa


 
 
 

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