Al hablar acerca de la Iglesia, no podemos dejar de pensar en aquellos hombres comunes y corrientes que Jesús eligió como Sus discípulos para que iniciaran la transformación del mundo a través de la edificación de lo que hoy conocemos como la Iglesia de Jesús. En esta edición, nos centraremos en dar a conocer a uno de estos primeros seguidores y discípulos que Jesús eligió: Simón Pedro.
Su historia, desde el momento en que fue llamado por Jesús para seguirle y hasta el día de su muerte, nos muestra la vida de un verdadero seguidor de Jesús. No porque haya sido un hombre perfecto que nunca falló ni cometió ningún error; sino todo lo contrario. Es la vida de Pedro, como discípulo, con la que más nos podemos identificar y en la que podemos ver claramente la continua gracia y misericordia de Jesús. Pero, antes de profundizar en esos sucesos y encuentros con Jesús que fueron transformando su vida por completo, conozcamos un poco su trasfondo y origen.
Pedro era originario de Betsaida, pero vivía en Capernaúm (ambas, ciudades de Galilea, el norte de Israel). En los evangelios de la Biblia sólo encontramos el relato de su vida desde el momento en que Jesús lo eligió para que se convirtiera en Su seguidor. Esto sucedió cuando Pedro se encontraba en sus labores diarias como pescador, en medio de tantos intentos fallidos de pesca y después de haberle prestado su barca a Jesús para que enseñara a una multitud.
Un encuentro
La historia de ese encuentro detalla que Jesús le rogó a Pedro que apartara un poco la barca de la orilla para poder enseñar desde ahí (Lc 5:1-11). Cuando terminó de hablar, se dirigió nuevamente a Simón para decirle que intentara pescar una vez más. Pero él, con obvia y justa razón, le respondió con incredulidad explicándole que ya había pasado toda la noche pescando sin éxito alguno. Sin embargo, su respuesta final denota que en su corazón también había cierta fe en Jesús, al decirle: «pero porque Tú lo pides, echaré las redes» (Lc 5:5). Seguramente, esa semilla de fe fue sembrada en él cuando su hermano Andrés, quien también se convertiría en discípulo, le había comentado que Jesús era el Mesías que tanto habían esperado (Jn 1:40-41); y también cuando Jesús milagrosamente sanó a su suegra (Lc 4:38-39). Luego de todo esto, las enseñanzas de Jesús fueron sembradas en un terreno fértil de su corazón.
Por lo tanto, podemos deducir que todo lo anterior fue una amorosa preparación orquestada por Dios para ese momento en que Pedro recibiría el llamado de parte de Jesús para ser Su seguidor. ¿Te suena esto familiar? Bueno, aún hay más con lo que nos podemos identificar al conocer el testimonio de este apóstol.
Cuando finalmente sucedió el milagro de la gran pesca milagrosa, podemos observar cuál fue el verdadero y más importante milagro de todos en ese instante: «Al ver esto, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús, diciendo: “¡Apártate de mí, Señor, pues soy hombre pecador!”» (Lc 5:8). Si has visto la serie The Chosen, quizá puede servir para imaginar cuán conmovedor y poderoso tuvo que haber sido ese increíble momento de la conversión de Pedro (si no la has visto, ¡tienes que verla!). De igual forma, seguramente también puedes verte a ti misma en este episodio de su vida, si recuerdas ese momento cuando decidiste responder al llamado de Jesús.
A partir de ese glorioso día, Pedro dejó sus barcas y redes; lo dejó todo por seguir a Jesús (Lc 5:11). Dejó de ser un simple pescador, para comenzar a ser lo que Jesús lo llamó a ser: «un pescador de hombres».
Una vida nueva
Empezó una vida totalmente nueva. Aunque muchas veces el carácter impulsivo que caracterizaba a Pedro lo llevaba a cometer locuras, ¡también revelaba su genuina lealtad! Por esta razón, tuvo grandes oportunidades y privilegios que los demás discípulos no tuvieron. Pues fue Pedro quien obtuvo una revelación especial de Dios acerca de la verdadera identidad de Jesús como el Cristo, el Hijo del Dios viviente (Mt 16:16-17). Se convirtió en un líder y portavoz para los demás discípulos (Mt 15:15; Mr 11:21; Lc 8:45; Jn 6:6), y junto a Juan y Jacobo, ¡Pedro era considerado uno de los discípulos íntimos de Jesús! Sólo ellos presenciaron algunos milagros especiales, como cuando Jesús se transfiguró en el monte (Mt 17:1) y cuando resucitó a una niña (Mr 5:37). De igual forma, fue solamente a Pedro y a Juan a quienes se les dio la tarea especial de preparar la última cena con Jesús (Lc 22:8).
¡Qué privilegio ser un amigo íntimo de Jesús!
Ese carácter entusiasta e impulsivo, y muchas veces imprudente, iba siendo poco a poco moldeado por la gracia del Señor. Creo que puedes saber a lo que me refiero, ya que Pedro es usualmente conocido como el discípulo que negó tres veces a Jesús después de haberse jactado de que nunca lo abandonaría y que hasta moriría por Él (Mt 26:69-75). Esto Jesús ya lo sabía y se lo había predicho (Lc 22:33-34). También, fue Pedro quien tuvo una gran crisis de fe, que lo llevó incluso a poner su vida en peligro al quitar sus ojos de Jesús, y a hundirse en medio de una gran tempestad (Mt 14:28-31). Pedro fue quien, inconscientemente, fue utilizado por Satanás cuando intentó desalentar a Jesús sobre continuar con Su misión de padecer en la Cruz (Mt 16:22-23); y, por si fuera poco, Pedro fue quien atacó al siervo del sumo sacerdote cortándole la oreja cuando estaban por arrestar a Jesús (Jn 18:10-11).
Ahora bien, si analizamos cada uno de estos sucesos podemos comprender a Pedro e incluso identificarnos con sus actitudes. Cada uno de ellos nos revelan que, en verdad, sus intenciones provenían de un corazón que anhelaba agradar a Su Señor, aunque no supiera, ni pudiera, hacerlo de la manera adecuada debido a su pecado. Creo firmemente que ésta es una de las razones por las cuales Pedro era considerado uno de los tres discípulos íntimos de Jesús. No era debido a sus habilidades o destrezas, sino por su corazón.
A pesar de que se habla mucho de la ocasión cuando Pedro negó a su Maestro, no se habla tanto de la gran desilusión y del desánimo que Pedro experimentó después de hacerlo. La Biblia nos relata que Jesús miró a Pedro en el momento exacto en que le negó, lo cual provocó que Pedro llorara amargamente (Lc 22:62) y que incluso volviera a su antiguo oficio de pescador sufriendo, nuevamente, una gran crisis de fe.
Una crisis de fe
Pero es gracias a esta crisis que pudo experimentar una vez más una restauración única y especial por parte de Jesús. ¡Pudo volver a encontrarse cara a cara con la inmensurable gracia de Dios! Esto sucedió cuando Jesús, después de haber resucitado y justo antes de ascender al Cielo, se encargó de ir por Pedro para restaurar su fe y reafirmarle su propósito, recordándole por qué y para Quién había sido elegido. De tal manera que, después de haberlo negado tres veces, Jesús ideó en ese momento una manera en la que Pedro pudiera responder también tres veces al llamado que Él le había hecho desde el día de su conversión: ser un pescador de hombres (Jn 21:15-19).
Días después, Pedro, junto a los demás discípulos, recibieron al Espíritu Santo de Dios que Jesús les había prometido para que pudieran ser Sus fieles testigos e iniciar lo que, hasta el día de hoy, conocemos como la Iglesia de Cristo. Pero fue Pedro en especial, a diferencia de todos los demás, quien tuvo un papel fundamental en la edificación de la comunidad de creyentes, pues Jesús así se lo había prometido cuando en una ocasión le dijo: «[…] tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia […] Yo te daré las llaves del reino de los cielos» (Mt 16:18a-19a énfasis añadido).
Un cambio de nombre
Por esta razón, Jesús había cambiado su nombre de Simón a Pedro, que significa «piedra o roca» (Jn 1:42). La nueva identidad que Jesús restauró en Pedro, lo impulsó a cumplir con el propósito para el cual había sido llamado. Un artículo de GotQuestions nos relata lo siguiente:
«En el día de pentecostés, Pedro fue el orador principal a la multitud en Jerusalén (Hch 2:14ss), y la iglesia comenzó con una afluencia de cerca de 3,000 nuevos creyentes (v. 41) […] Él estaba presente cuando los samaritanos recibieron el Espíritu Santo (Hch 8). Fue llamado a la casa del centurión romano Cornelio, quien también creyó y recibió el Espíritu Santo (Hch 10). De esta manera, Pedro "abrió" tres mundos diferentes y abrió la puerta de la iglesia a judíos, samaritanos y gentiles. […] Ni siquiera el arresto, los golpes y las amenazas, pudieron amortiguar la determinación de Pedro de predicar a Cristo resucitado (Hch 5)».
¡Wow! Y ¿sabes? Pedro sí cumplió con su palabra cuando dijo que estaría dispuesto a morir por su Maestro, pues Jesús mismo también le profetizó su muerte como mártir (Jn 21:18-19). Su legado permanece hasta nuestros días con las dos epístolas inspiradoras que escribió: 1 y 2 Pedro, entre los años 60 y 68 d.C., las cuales están fácilmente accesibles en la Biblia para nuestra edificación.
Querida amiga, realmente la historia de Pedro, como seguidor de Jesús, es inspiradora y nos motiva a permitir que nuestros defectos puedan ser usados para la gloria de Dios. Recuerda, todo lo que Él anhela de nosotras es un corazón rendido a Él, para que, aún en nuestras debilidades, sea Él quien siempre sea glorificado.
«Estoy convencido precisamente de esto: que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús» (Fil 1:6).
¡Dios te bendiga!
Fuentes:
Diseños: Frida García
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