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La historia de vida de Eliza Spurgeon


«Instruye al niño en el camino que debe andar, y aun cuando sea viejo no se apartará de él» (Pr 22:6).


Estoy realmente emocionada de poder compartir contigo en esta edición acerca del ejemplo de una madre que ha sembrado y cosechado un fruto glorioso en la vida de sus hijos. Debido a su suplicante oración e intercesión a Dios por la vida de ellos, vemos que ha ejercido su maternidad enfocándose en la necesidad más grande que todo ser humano posee: la necesidad espiritual.


Ella es Eliza Spurgeon, la madre del hombre conocido como «el príncipe de los predicadores» del siglo XIX: Charles Spurgeon. Seguramente has escuchado hablar acerca de este gran predicador del Evangelio, así como la influencia que sus predicaciones y escritos han tenido dentro de la iglesia cristiana. Sin embargo, aun cuando esto último es relevante, resulta particularmente interesante su testimonio acerca de sus inicios en su caminar con Dios, pues antes de que fuera conocido en el mundo evangélico, ¡él simplemente era un joven en los brazos de una madre piadosa!


En eso, querida lectora, quiero centrar este artículo, animándote a que me acompañes a conocer más la vida de esta madre y encontrar el tesoro que existe en su testimonio de vida, sin importar si eres madre o no.


La virtud de una mujer piadosa


Eliza Jarvis Spurgeon nació el 3 de mayo de 1815 en las proximidades de la aldea de Inglaterra, Belchamp Otten. Se casó con John Spurgeon, con quien tuvo 17 hijos, de los cuales 9 fallecieron cuando aún eran unos bebés. Podemos saber que comenzaron su matrimonio a temprana edad ya que Charles nació cuando Eliza tenía 19 años. Y, aunque se sabe muy poco acerca de su vida y juventud, existen testimonios de gente cercana a ella que evidencian el reconocimiento que existía de esta mujer por su carácter piadoso, útil y humilde.


Hay mucho que podemos apreciar de este único y singular detalle que se conoce sobre la vida de Eliza, puesto que, como leímos, ella era una mujer reconocida por sus grandes virtudes. Por esta razón es que, antes de adentrarnos en conocer su gran legado como madre y esposa, deseo que nos detengamos a contemplar lo que caracterizaba a esta mujer y nos planteemos la siguiente pregunta: «¿Es necesario convertirme en esposa y madre para ser una mujer virtuosa?» La respuesta definitivamente es, no. ¡No es necesario!


Hoy, que yo no soy esposa ni tampoco madre, puedo decirte que hay algo de lo que estoy completamente segura y es que: soy hija de Dios. Esa identidad que nuestro Padre celestial nos ha dado por pura gracia es todo lo que necesitamos para ser mujeres virtuosas, y conforme a Su corazón. Si también eres soltera, nuestro mayor anhelo debe ser el de convertirnos en mujeres que persigan siempre el diseño de Dios para nuestras vidas. ¡Y en ser conocidas como verdaderas hijas de Dios!


La virtud de una esposa idónea


Ahora, veamos el testimonio de John acerca de su esposa.


Debido a que él trabajaba como empleado durante la semana para apoyar su ministerio como pastor los fines de semana, gran parte de la responsabilidad de la crianza de los niños había recaído en Eliza. Sentimientos de culpa le inundaron a John, por lo que un día decidió interrumpir su ministerio para volver a casa, y describió con las siguientes palabras lo que presenció: «Había estado fuera de casa mucho tiempo, y sentía que estaba descuidando la formación religiosa de mis propios hijos mientras me esforzaba por el bien de los demás. Regresé a casa con estos sentimientos. Abrí la puerta y me sorprendió no encontrar a ninguno de los niños en el pasillo. Subiendo las escaleras en silencio, escuché la voz de mi esposa. Ella estaba en oración con los niños; la escuché orar por ellos, uno por uno, por nombre. Ella vino a Charles y oró especialmente por él, porque era de gran espíritu y temperamento atrevido. Escuché hasta que terminó su oración, y sentí y dije: “Señor, continuaré con Tu obra. Los niños serán atendidos”».


No cabe duda de que «El corazón de su marido está en ella confiado […]» (Pr 31:11). Querida esposa que lees esto, el ejemplo de Eliza como ayuda idónea para su esposo es digno de imitar. Gracias a ella, él pudo continuar confiadamente con el llamado de Dios para su vida. No creo que haya algo más importante que ser colaboradoras con el avance del Reino de Dios en la tierra, y Eliza es un gran ejemplo de que podemos serlo aún desde nuestras casas, abrazando nuestro diseño.


La virtud de una madre que ora


Ahora, conozcamos el testimonio de los hijos de Eliza acerca de su madre, y el gran impacto que la oración de Eliza causó en la vida de cada uno de ellos.


Aquí regresaremos nuestra atención a su hijo primogénito, Charles Spurgeon. ¿Cómo pudo este joven convertirse en el mejor predicador de su época? Bueno, como lo mencionó en una ocasión, Cristo comenzó con él a través del ministerio atento de su madre. Spurgeon y sus hermanos atesoran valiosos recuerdos de su infancia cuando su madre los reunía para leer la Biblia, explicar sus historias, y también para orar con y por ellos. La oración de Eliza por sus hijos se caracterizaba por ser un ruego y una súplica a Dios por la salvación de ellos, especialmente de Charles, el más intrépido de todos.


Spurgeon decía: «Siempre que pude me rebelé, me rebelé y luché contra Dios. Cuando Él quería que orara, yo no oraría, y cuando Él quería que escuchara el sonido del ministerio, yo no lo haría. Y cuando oí, y la lágrima rodó por mi mejilla, lo limpié y desafié a derretir mi alma. Pero mucho antes de comenzar con Cristo, Él comenzó conmigo».


Hasta que un día, una de las oraciones de su madre causaría un gran impacto en su vida. Ella clamó a Dios así: «Ahora bien, Señor, si mis hijos continúan en sus pecados, no será por ignorancia que perecerán, y mi alma tendrá que rendirles un rápido testimonio contra ellos en el día del juicio si no retienen a Cristo. ¡Oh, que mi hijo viva delante de Ti!». Para Charles, el pensamiento de su propia madre testificando contra él conmovió profundamente su corazón. Nunca pudo borrar ese recuerdo de su mente, y tiempo después escribió: «¿Cómo puedo olvidar su ojo lloroso cuando me advirtió que me escapara de la ira venidera?»


Aun así, Charles todavía no se encontraba con la Verdad que él tanto necesitaba, hasta que Dios tuvo misericordia y la Verdad lo encontró a él. Cerca de sus 16 años, en una mañana de domingo, entró a una pequeña capilla primitiva metodista donde escuchó la sencillez del mensaje del Evangelio, y pudo finalmente entender que Dios no le estaba llamando a hacer sino a creer. Y él lo hizo. Puso su fe en el Señor Jesucristo.


En sus primeros sermones, Spurgeon le rendía homenaje a su madre de esta manera: «Había un niño una vez – un niño muy pecador – que no escuchó el consejo de sus padres. Pero su madre oró por él, y ahora está de pie para predicar a esta congregación cada Sabbath. Y cuando su madre piensa en su primogénito predicando el Evangelio, obtiene una cosecha gloriosa que la hace una mujer feliz».


Realmente inspirador. Eliza suplicó a Dios que extendiera su misericordia salvadora a sus hijos, ¡y Dios lo hizo! No sólo con Charles, sino también con sus hermanos.


Por lo tanto, querida madre que lees esto, nunca olvides que la Salvación es del Señor. Pero como madre, tienes un papel y un rol importantísimo delante de Él: preparar los corazones de tus hijos y el camino para que puedan tener un encuentro genuino con el Señor.


Como vemos, la oración eficaz del justo puede mucho (Stg 5:16b), y no sólo la oración, sino también el que una madre moldee una vida santa y piadosa, frente a sus hijos.


Por gracia y misericordia de Dios, soy testigo de ello. Si el día de hoy tengo el privilegio de ser conocida por el Señor y poder servirle, es por una madre que sembró diligentemente en mi corazón con su instrucción y ejemplo de vida.


Al meditar en la madre de Spurgeon, me gustaría terminar este artículo con las siguientes palabras de este predicador, y dedicarlas a Lourdes Rodas, mi hermosa mamá:


«Tú, mi Madre, has sido el gran medio en la mano de Dios para hacerme lo que yo espero ser […] Tú, por la bendición de Dios, preparaste el camino para la Palabra predicada […] Tengo ánimo, si me siento preparado para seguir a mi salvador, no sólo en el agua, sino que, si me llama, incluso en el fuego. Te amo como la predicadora a mi corazón de tal valor, como mi madre suplicante y vigilante».


«Mucho antes de comenzar con Cristo, Él comenzó conmigo».


Fuentes:




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Diseños: Gabriela Rodríguez


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