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Cómo amar a aquellos que son diferentes (I parte)


Vivimos en un mundo diverso y fascinante. ¿Alguna vez te has preguntado por qué algunas personas perciben el mundo de manera tan distinta? La humanidad refleja una inmensa diversidad: desde nuestras huellas dactilares hasta el color de nuestros ojos, la tonalidad de nuestra piel y nuestras personalidades. Pero, aún más asombroso es el hecho de que cada cerebro es único. Si pudiéramos observarlos bajo un microscopio, apreciaríamos la riqueza de la neurodiversidad presente en cada uno de ellos.


Hoy en día, la neurodiversidad se define como la variedad de diferencias en la función cerebral y los rasgos de comportamiento, consideradas parte de la variación natural en la población humana. Se refiere a aquellas personas que son neurológicamente diferentes de las neurotípicas, es decir, de la mayoría. Este término nos ayuda a comprender que condiciones como el autismo, el TDAH, la dislexia y muchas otras, no son enfermedades que requieren corrección, sino variaciones naturales del cerebro humano, es decir, que piensan, sienten o experimentan el mundo de manera diferente a la que la mayoría de las personas lo hacen.


Si bien este concepto podría sonar como un término médico, en realidad, nace dentro de un marco social y cultural para dar visibilidad y comprensión a las diferencias cognitivas.


El asombro de la diversidad humana


Cuando llegó el momento de decidir qué carrera estudiar en la universidad, tenía una certeza: quería estudiar psicología. Me fascinaba la complejidad y diversidad del diseño divino de la mente humana. Pensamientos, emociones, sentimientos y reacciones humanas, son el resultado de procesos cerebrales intrincados que reflejan la belleza y singularidad de cada persona. Cuanto más estudiaba y observaba el cerebro y la conducta, más me maravillaba ante la diversidad de maneras en que las personas experimentan el mundo. La neurodiversidad nos muestra que no existe una «forma correcta» de percibir la realidad, sino innumerables maneras de interpretarla y vivirla.


Esta diversidad, sin embargo, no siempre es apreciada. Muchas veces, ver a alguien diferente nos incomoda. De manera natural, solemos relacionarnos con personas que comparten nuestras personalidades, gustos u opiniones. Nos sentimos cómodos en la familiaridad, en lo que conocemos y entendemos. Pero, ¿qué sucede cuando nos encontramos con alguien cuyas formas de pensar o actuar no encajan con lo que nos agrada o consideramos «normal»? 


No tendemos a amar lo diferente; más bien, solemos rechazarlo de dos maneras: nos alejamos en silencio o emitimos juicios precipitados. Es más fácil evitar lo que no entendemos que hacer un sincero esfuerzo de comprenderlo. Sin embargo, cuando elegimos ver la diferencia con los lentes del Evangelio, nos abrimos a una riqueza que, de otra manera, permanecería oculta. Aprender a valorar la diversidad humana es un ejercicio de poder ver la soberanía y la gracia de nuestro Señor y permitirnos madurar en nuestro amor por los demás. 


Mi experiencia


Esta comprensión de la neurodiversidad me ha llevado a reflexionar sobre mi propia experiencia. Desde que tengo memoria, me he sentido «diferente» al resto. Mi mundo interno era intenso, aunque no sabía cómo llamarlo; simplemente me consideraba muy sensible. No fue hasta el año 2023 que, tras realizar un test, descubrí que tengo Sensibilidad de Procesamiento Sensorial (SPS), también conocida como alta sensibilidad (personas altamente sensibles o PAS). En otras palabras, soy una persona altamente sensible, un rasgo de personalidad caracterizado por una mayor sensibilidad física a los estímulos sensoriales y una reactividad emocional profunda.


Al principio, no quería aceptarlo. Durante mucho tiempo me resistí a la idea de que percibía el mundo de manera distinta, que sentía con una intensidad abrumadora. Lo odiaba, porque no me sentía comprendida, sino rechazada por ser así. Quisiera haber sido la chica típica, extrovertida y capaz de hacer amigos fácilmente.


Mi SPS se sentía como un aguijón y, aún hoy, sigo luchando con esos sentimientos. Pero Dios, en Su gracia, me muestra que Su poder se perfecciona en la debilidad. En esa debilidad, Su gracia es suficiente (2 Co 12:9). En la neurodiversidad, Su amor es suficiente.


Amando a los diferentes


Entonces, ¿cómo podemos aprender a amar mejor a las personas que son diferentes a nosotras? ¿Cómo amamos a nuestros hermanos y hermanas cuyas personalidades, pensamientos, opiniones y emociones son distintas a las nuestras? Y, en especial, ¿cómo podemos amar mejor a aquellos que son neurodivergentes, a menudo percibidos como vulnerables?


Aunque somos incapaces de amar a las personas como deberíamos, en Cristo y solo en Él, somos capacitados por Su Espíritu para hacerlo. Con eso en mente, te dejo aquí algunos consejos:


  1.  No saques conclusiones apresuradas


Si ves a alguien que actúa de manera diferente, no te apresures a juzgar. Un ejemplo claro es cuando observamos a un niño inquieto, moviéndose de un lugar a otro, incapaz de quedarse quieto a pesar de los intentos de su madre. Podría surgir el pensamiento de que es un «malcriado», cuando en realidad podría tratarse de un niño con TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad).


Sin embargo, también es importante reconocer que, como seres humanos caídos, la realidad del pecado está presente en nuestra conducta. A veces, confundimos debilidad con pecado, o nos cuesta distinguir entre una desregulación emocional propia de una crisis autista y una acción motivada por nuestro pecado. La verdad es que tanto niños como adultos podemos herir a otros durante estos episodios, pero debemos aprender a discernir lo que realmente está ocurriendo.


Aunque hacer esta distinción puede ser desafiante, también es una oportunidad para crecer en compasión y gracia, tanto hacia los demás como hacia nosotros mismos. Personalmente, muchas veces me cuesta saber si mi comportamiento, mis emociones y mis pensamientos son fruto del pecado o de mis limitaciones. En esos momentos, necesito acudir diariamente a Aquel que puede iluminar mi corazón y ayudarme a comprender esta doble dinámica. 


  1. Trata de comprender lo que hay detrás


En lugar de apresurarnos a juzgar, acerquémonos con empatía. Si se trata de un adulto, intentemos entablar conversaciones que nos permitan conocerlo mejor. Preguntar, escuchar y comprender son pasos esenciales para construir puentes de comunicación y respeto.


Si se trata de un niño, involucrémonos en su vida. Conocer a su familia, entender su contexto y hablar con personas cercanas a él,  nos ayudará a comprender mejor su realidad. A menudo, detrás de comportamientos que no entendemos, hay historias y circunstancias que merecen nuestra atención y apoyo.


  1. Ama con empatía y respeto genuinos


Una persona neurodivergente no busca lástima, sino comprensión y aceptación. Como cuerpo de Cristo, reconocemos que todos somos diferentes, neurodivergentes o no, igualmente amados por Dios. Algunas personas neurodivergentes pueden mostrar ciertas vulnerabilidades de manera más evidente, pero eso no disminuye su valor ni su importancia dentro de la comunidad. Recordemos que el poder del Señor se perfecciona en la debilidad (2 Co 12:9). Tratemos a estas personas con honor, dignidad y un amor genuino que valore sus singularidades.


Amadas hermanas, ser diferentes es parte de nuestro diseño. A pesar de la neurodiversidad, todos somos llamados a amar, porque Él nos amó primero. Este amor incondicional, descrito en 1 Juan 4:10-12: «En esto consiste el amor verdadero: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio para quitar nuestros pecados. Queridos amigos, ya que Dios nos amó tanto, sin duda nosotros también debemos amarnos unos a otros. Nadie jamás ha visto a Dios; pero si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros y su amor llega a la máxima expresión en nosotros» (NTV).


Nuestro Dios nos llama a extender la misma gracia y comprensión a todas las personas, incluidas aquellas que son neurodivergentes.


Si quieres conocer más acerca de la neurodivergencia te dejamos estos links de acceso a artículos que hablan del tema: 







Descarga este archivo para colorear, ¡es gratis!





Diseño: Frida García

 
 
 
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