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Una cosmovisión bíblica del ejercicio corporal


Como consecuencia de la caída, tenemos cuerpos físicamente débiles (una palabra que nuestra cultura moderna y antropocéntrica no quiere aceptar). Es por el pecado que nuestra salud se ve afectada enormemente y experimentamos enfermedades, diferentes tipos de dolores físicos, trastornos alimenticios, etc. 


Sin embargo, aunque el panorama es desalentador, en la Palabra de Dios encontramos esperanza y sabiduría para afrontar esta situación. «El Evangelio es el mensaje de redención de nuestras almas y de nuestros cuerpos».1


Todos deseamos vernos bien físicamente y tener vidas más saludables. Ahora bien, la pregunta es, ¿cómo hacemos para lograrlo? ¿Cuál es el camino correcto? Aunque resulte difícil reconocerlo, el camino correcto hacia la mayordomía corporal bíblica es la alimentación sana y el ejercicio, entre otros. Tomarlo, conlleva esfuerzo, dedicación y perseverancia. Por eso, en nuestro pecado buscamos obtener buenos resultados sin tener que trabajar por ellos, y mucho menos hacerlo para la gloria de Dios. 


El Evangelio y la Biblia también nos ayudan en la mayordomía corporal. Sus verdades nos ayudan a reflexionar y a evaluarnos acerca del estilo de vida que llevamos con respecto a la administración de nuestros cuerpos. En Mateo 22:37 encontramos las siguientes palabras: «[…] “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”». John MacArthur comenta al respecto: «El uso de varios términos no está dirigido a citar diferentes facultades humanas, sino a subrayar la integridad del tipo de amor que es requerido».2 Por lo tanto, debemos tener en cuenta que  honrar  a Dios con todo nuestro ser, implica hacerlo también con nuestro cuerpo físico.


¿Qué dice la Biblia acerca del cuidado corporal, el ejercicio y la buena alimentación? 


No hay un versículo exacto que hable sobre el tema. Es decir, no hay uno que diga qué alimentos comer y cuáles no, o qué ejercicios hacer, si ir al gimnasio o no. Pero sí tenemos varios pasajes que nos dan indicios o principios para que tengamos en cuenta a la hora de cultivar una mayordomía corporal piadosa. 


Desde Génesis vemos un mandato cultural, incluso antes de la caída, donde Dios ordena a los seres humanos administrar de buena manera todo lo que les había dado (Gn 1:28). 


Luego, dentro de los 10 mandamientos, leemos «No matarás» (Ex 20:13). Notando así una orden divina de preservar la vida, lo cual incluye el cuerpo físico. ¿Cómo podemos preservar la vida de manera intencional? A través de la recreación sana, el descanso correcto y la alimentación consciente. Porque, aunque todo esto suene poco espiritual, es una manera de cuidar la vida que Dios nos ha dado. Por lo tanto, recuerda: no podemos descuidar este mandato, ni siquiera deleitándonos en el exceso de la comida sino que debemos administrar lo que Dios nos ha dado con moderación.


Más tarde, en 1 Corintios 6:20 leemos: «Porque han sido comprados por un precio. Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo y en su espíritu, los cuales son de Dios».

Sin sacar de contexto este pasaje, aquí podemos ver que debemos cuidar todas las áreas del cuerpo porque éste representa el templo del Espíritu Santo. Entonces, debe ser tratado, cuidado, utilizado, vestido, alimentado, ejercitado como tal.  «[…] el cuerpo de los cristianos es uno con el Cristo resucitado […], en la resurrección, el cuerpo del creyente será eterno. Por lo tanto, lo que hagan ahora con sus cuerpos es importante». 


Si recordamos lo que este pasaje dice anteriormente, en el versículo 14, de que así como Cristo fue resucitado, de la misma manera el Padre nos levantará a nosotros, podremos ver que «[…] la naturaleza eterna del cuerpo del cristiano debería influir en su conducta presente».3 Porque «la unión con Cristo es incompatible con cualquier tipo de pecado (Ro 6:6) […]».4


Los cristianos deben cuidar su cuerpo porque fueron comprados por la sangre de Cristo y ahora son «templo», «morada santa» del Espíritu Santo. 


La otra cara de la moneda es, ¿Ir al gimnasio es pecaminoso?


Ir al gimnasio en sí no es algo pecaminoso, pero sí es cierto que muchas personas no tienen la capacidad en su corazón de asistir y formar parte de la dinámica que se lleva a cabo (la música, los espejos, las exhibición de los cuerpos ajenos, etc.) sin pecar, tanto en sus deseos, como en sus pensamientos y acciones. No saben cómo resistir esos estímulos que reciben del sistema mundano del ejercicio corporal, además de la tendencia que ya tienen en sus corazones por su naturaleza caída, esa batalla interna entre el deseo de agradar a Dios y el deseo de agradarse a sí mismos. 


Es cierto que depende de las intenciones y predisposiciones del corazón. Y, la verdad, es que tenemos un corazón engañoso, así que sólo Dios puede revelarnos por medio de nuestra comunión con Él, en humildad, lo que hay en nuestro corazón al respecto. Necesitamos que Cristo traiga luz a nuestros corazones para descubrir aquellos pecados que no podemos ver por nosotros solos.


Por otro lado, también están aquellas personas que realmente pueden luchar frente a la tentación y ser usados por Dios para traer luz a través del dominio propio. 


Finalmente, debemos aclarar que el problema no se encuentra en el lugar físico en sí y en lo que se lleva a cabo allí dentro, sino en los efectos del pecado con los que batallamos a diario, aún en esta área de nuestras vidas.


Ir o no al gimnasio no es lo más importante a la hora de aplicar la mayordomía bíblica, sino la obediencia gozosa y de corazón sincero, fruto de una clara y sólida comprensión de lo que es el cuerpo según la Biblia. 


Recuerda: Dios no te está exigiendo que llegues a obtener determinado cuerpo o determinado peso en primer lugar, sino que te está pidiendo que seas buen mayordomo de lo que te ha sido dado (Mt 25:23), fiel y obediente a Él. 


¿Qué rol juega la motivación en la práctica del ejercicio físico? 


Muchas personas piensan que necesitan tener motivación para ejercitar el cuerpo

como Dios quiere, pero la verdad es que no es así. Les hace falta obediencia. Porque la verdadera motivación es que nuestros cuerpos no nos pertenecen, son del Señor y Él mismo nos ha pedido que los usemos para Su gloria, que los ejercitemos y los alimentemos bien. Si renunciamos a nuestra obediencia en esta área es porque pensamos que es menos espiritual, porque somos rebeldes. Eso muestra nuestra falta de dominio propio. Por el contrario, debemos practicar la sobriedad (1 P 5:8). Debemos modelar a Cristo, incluso en esta área «ordinaria» de nuestra vida. Que Él sea exaltado por la manera en la que vemos y cuidamos el cuerpo, esa debe ser nuestra mayor motivación.


¿Qué sucede si al hacer ejercicio y cambiar mi alimentación, mi felicidad comienza a basarse en mi bienestar físico y en mi imagen corporal?


No está mal querer verse bien. En la Biblia, encontramos la belleza física desplegada en diferentes ocasiones (por ejemplo, dice que David era un hombre de buen parecer; Sara era una mujer de hermoso aspecto, etc.). La hermosura es real y es creada por Cristo mismo, por lo tanto, no la podemos definir como «tener ciertos kilos de más o de menos».


El resultado físico que podamos obtener por mayordomía corporal nos da gozo como parte del proceso que el Señor ha estado permitiendo en nosotros. Sin embargo, no debe ser nuestra principal fuente de gozo y deleite.


El cuidado corporal es algo precioso, pero también es algo en lo que debemos tener prudencia y cautela porque nuestro corazón es débil y puede rápidamente desviarse de la verdadera motivación que es agradar y servir a nuestro Señor. Por esta razón, debemos estar constantemente evaluando nuestros deseos profundos, haciéndonos las siguientes preguntas «¿por qué hago lo que hago?», «¿por qué ingiero o no ciertos alimentos?», «¿por qué hago ejercicio?», «¿Qué es lo que me está moviendo a hacerlo así?».

 

¿Cómo hacemos para ser disciplinados y constantes?


En líneas generales, es una lucha por la que todos atravesamos. El problema no sólo radica en la falta de estas virtudes en sí, sino en el carácter de la persona. Por esa razón, es importante que podamos arrepentirnos y confesar nuestro pecado a Dios pidiendo perdón por no hacer lo bueno, sabiendo que debemos hacerlo (St 4:17). 


Recordemos que, mediante la nueva naturaleza que hemos recibido en Cristo, tenemos el fruto del Espíritu Santo obrando en nosotros (Jn 14:15-17). El cual se va desarrollando Su fruto (Gá 5:22-23), cualidades del carácter, mientras cultivamos nuestra relación con Dios en oración, lectura de Su Palabra y comunión con Su iglesia. 


¿Cómo podemos honrar a Dios con nuestros cuerpos?


Para hacerlo necesitamos: 


  • Tener una cosmovisión bíblica del cuerpo para cultivar una vida saludable que agrade a Dios. Específicamente, para que podamos pensar correctamente acerca del ejercicio físico y por qué es vital para nuestro cuerpo.

  • Tener en claro cómo debemos aplicar la mayordomía corporal según la Palabra de Dios. Necesitamos una base sólida frente al concepto del cuerpo que tiene el mundo e, incluso, la iglesia. 

  • Comprender la esperanza de la glorificación del cuerpo que Cristo ganó y vivir según ella (Ro 8:11). 

  • Reconocer que nuestro rechazo al cuidado corporal bíblico delata la falta de dominio propio que existe en nuestros corazones. Y que la única manera de ver su importancia es a través de las Escrituras porque son ellas las que transformarán nuestros pensamientos y harán que podamos darle la importancia que Dios le ha dado (1 Co 10:31).

  • Pedirle a Dios en oración que renueve nuestra mente y moldee nuestros pensamientos, exponiéndonos a Su Palabra y la ayuda de los hermanos para cultivar una obediencia gozosa en esta área de nuestras vidas. Necesitamos despojarnos de la manera de pensar del mundo acerca del cuerpo y aferrarnos a la esperanza que Cristo le ha dado y al diseño divino de nuestro Creador. 


Queridas hermanas, anhelemos de corazón que esta iniciativa nos acerque más a Cristo, a nuestro Creador y Redentor, para parecernos más a Él en Su carácter, deseos y obediencia. Que esto no sea una carga pesada para nosotras, ya que Él cargó con el peso del pecado en la Cruz del Calvario. Tenemos una esperanza mayor, aún en la redención de nuestros cuerpos.


No olvidemos que Él nos ha dado este cuerpo físico para Su gloria, por ende, es bueno examinarnos y preguntarnos a diario: «Cuando pienso en mi cuerpo, ¿Quiero agradar a Dios o a la gente?». Si tengo un corazón orgulloso y egocéntrico, el ejercicio no cambiará eso, solo las Escrituras tienen el poder de transformar lo realmente importante: nuestro corazón.


En conclusión, el problema no es verse bien físicamente, sino cómo manejamos ese atractivo físico. Porque Dios nos ha creado para reflejar la belleza de Su ser y de Su evangelio, y esto no sólo a través de nuestros cuerpos sino de nuestro carácter y estilo de vida.


Citas mencionadas:

1 Daniel Cabús, «¿Es compatible cuidar el cuerpo con la fe?», Pensamiento Cristiano, Youtube.

2 La Biblia de estudio MacArthur, p. 1289.

3  Biblia de estudio teológico, p. 1926

4  Biblia de estudio teológico, p. 1926


Descarga el siguiente archivo para colorear. Es gratis:




 
 
 

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