Por Maria Daniela Gomez
Muchas veces cuando leemos que la iglesia “es el cuerpo de Cristo” no entendemos la magnitud de afirmarlo. Alrededor del mundo, aquellos que hemos creído en Cristo como el Salvador y Señor, somos parte de este Cuerpo, somos parte de Él, de Su familia. Nos hemos identificado con Su persona.
En esta familia de dimensión mundial, hay dones y talentos variados, tal como se menciona en la palabra de Dios. Este cuerpo ha encontrado, en Cristo, la base sobre la cual puede funcionar bien. ¿Te has preguntado el poder y la magnitud de una iglesia unida sin importar donde estén geográficamente? Nos une un mismo Espíritu como lo expresa Pablo en la primera carta a los corintios, donde nos dice:
Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios el que hace todas las cosas en todos. Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común. (1 Corintios 12:4-7 LBLA)
Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, constituyen un solo cuerpo, así también es Cristo. Pues por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo, ya judíos o griegos, ya esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber del mismo Espíritu. Porque el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. (1 Corintios 12:12-14 LBLA)
¿Qué implican estas verdades para nosotras hoy como miembros de la iglesia? En primer lugar, que hay una diferencia entre nuestra congregación, la llamada iglesia local que es ese espacio físico al que asistimos y la iglesia universal. En la primera de ellas, nos convertimos en comunidad, crecemos, servimos y conocemos más del Señor, sin embargo, asistir a una iglesia local, no es lo único que nos convierte en iglesia, sino el estar unidos por Cristo en un mismo Espíritu, en Su Espíritu, ese que menciona Pablo que es el Espíritu Santo. Así, el Espíritu Santo que hoy mora en mí, lo hace de la misma manera en ti, que vives realmente lejos de mi país y de todos aquellos que se congregan en una iglesia local en otro país a miles de kilómetros de distancia. Somos iglesia porque nos une el Espíritu de Dios, somos Iglesia porque Cristo nos ha constituido como parte de Su Cuerpo y de su familia, y comprender esto nos permitirá formar parte de una generación de cristianos que sirven en su congregación, pero al mismo tiempo pueden comprender que lo que están haciendo en ese lugar les trasciende.
Hermanas, la obra del Señor en nuestra iglesia local, pero más aún, Su obra en nosotras al permitirnos comprender la unidad que tenemos en el Espíritu Santo con Cristo y con nuestros hermanos nos permite servirle con mayor devoción. Sabiendo que la iglesia local en la que estamos es la comunidad en la que Dios me ha cimentado.
En este sentido, hermana, es hermoso recordar también que Dios nos ha regalado, por pura gracia, dones que glorifican su nombre, todos ellos, sean públicos o aquellos privados, han sido dados conforme a Su voluntad.
Algo que llama mi atención al leer estos versos que mencioné en Corintios 12:12, es que la iglesia como Cuerpo unido en un mismo espíritu, no puede prescindir de sus miembros y decir que no es alguno de ellos no es necesario o que es facilmente reeemplazable, ni siquiera se nos indica que haya quienes tengan mayor estima o valor que otros, o que existan dones que prevalezcan sobre otros, sino que el mismo Cristo como cabeza del Cuerpo ha establecido un orden para con nosotros, donde Él es la cabeza. Por ello, ninguno de nosotros puede decir que no necesita de su hermano o hermana, sino que unidos en el mismo Espíritu servimos y glorificamos el nombre del Señor.
Ser iglesia es comprender el llamado de Dios a hacer discípulos donde sea que estemos y en los distintos lugares a donde vayamos, enseñando la verdad del Señor reflejada en Su Palabra. Como cuerpo de Cristo, unidos en un mismo Espíritu, cada uno con dones y ministerios diferentes nos convertimos en comunidades para crecer espiritualmente y ser cada día más semejantes a Cristo. Y saben…. una de las disciplinas espirituales que más nos unen como hermanos es la oración.
¿Cuántas veces hemos recurrido a hermanos/as en Cristo para que oren con y por nosotras? La oración es una de las disciplinas espirituales que nos permite crecer en el Señor, conocerle más, y al mismo tiempo colocarnos en el lugar de aquella persona que comparte su petición con nosotros e interceder por ella ante el trono de la Gracia. Esta es una manifestación del mismo Espíritu que nos une como iglesia.
Y desde mi experiencia en el servicio junto a mis hermanas de Ella Florece, Dios ha obrado en mi corazón precisamente respecto a esto que veníamos hablando, Dios me ha mostrado cómo aquí también, con mis hermanas de diferentes lugares de Latinoamérica, se refleja la unidad de la iglesia a través de la oración, somos un mismo cuerpo, unidas en un mismo Espíritu, llamadas a compartir la verdad del Señor y hacer discípulos. Cuando un grupo de mujeres alrededor de distintos países y continentes se unen a orar las unas por las otras, y al mismo tiempo por muchas peticiones que nos llegan mensualmente precisamente nos damos cuenta que la obra del Señor para este tiempo se refleja en la unidad de su cuerpo.
¡A Dios sea la gloria porque somos cuerpo Suyo, unidas en su Espíritu y hermanas en Cristo!
Amen, somos un cuerpo en Cristo, que maravilloso saber que tengo hermanas en todo el mundo que el Señor me ha regalado. Saludos desde Rep. Dom. y Dios las bendiga.