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Tranquila mi alma


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Me encanta cantar y meditar en himnos cristianos ricos en teología, con la verdad de las Escrituras en sus letras y centrados en el Evangelio. Uno de mis himnos favoritos es: «Tranquila mi alma», de Katharina Von Schlegel. 


En tiempos turbulentos e inestables, permanecer en la Verdad de quién es Dios, y de la esperanza y el reposo que nos ha ofrecido en Cristo, es lo que necesitamos para mantenernos quietas. Sólo así podremos confiar y esperar en Él con almas tranquilas. ¡Cristo es nuestra esperanza y nuestro descanso! Una esperanza que es firme y segura; un ancla para nuestras almas (Heb 6:19); una esperanza que nos mantiene estables y sin movernos de este fundamento inquebrantable (Sal 125:1). Tenemos una Roca inamovible.


Por esta y muchas razones más, quisiera compartir contigo algunas verdades que este himno me recuerda: 


Dios es nuestro Refugio


El Salmo 46:1 dice: «Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones». A pesar de que atravesemos por momentos de aflicción, podemos esperar en Él, quien será fiel en todos nuestros pesares. 


El Señor nunca cambiará ni nos fallará. Otros nos pueden incluso traicionar o abandonar –y aun cuando no lo hagan, no tenemos garantía de que siempre contaremos con ellos– pero el Señor jamás nos abandonará, porque Él sí es un Refugio seguro en tiempos de necesidad.


No sólo es nuestro Dios, sino que es nuestro Amigo y Salvador (Jn. 15:15). Él está presente, es cercano y amable con nosotras, es capaz de compadecerse de nuestras debilidades porque fue tentado en todo, pero sin pecado (Heb. 4:15). Él es manso y humilde de corazón (Mt 11:29).


Sé que los momentos de angustia son muy oscuros e inciertos, pero el Señor con Su Palabra, como lámpara a nuestros pies y lumbrera a nuestro camino (Sal 119:105), brillará paso a paso Su propósito para nuestras vidas y se glorificará en esas temporadas de dolor (Jer 29:11).


Nuestro Salvador gobierna


En medio de nuestras pruebas y sufrimientos, qué consuelo tan grande representa saber, que nuestro Dios sigue en Su trono y gobierna todo cuanto sucede, alrededor de nosotras y dentro de nuestros corazones. El mar tempestuoso obedece callado al más leve susurro del Señor. Las olas agitadas que se levantan feroces y descontroladas en nuestras almas, a Él se rinden (Mr 4:37-41).


Dios está obrando en medio de nuestro quebranto. Las pruebas no tienen la intención de arruinarnos. Él busca probar y purificar nuestra fe como el fuego limpia al oro (1 Pd. 1:6-7). Las pruebas revelan la suciedad que aún esconden los lugares más intrincados en nuestro corazón y las costras de pecado que deben ser removidas. Pero Dios nos perfeccionará, afirmará, fortalecerá y establecerá (1 P 5:10).


A pesar de lo difícil que pueda ser, tenemos el consuelo de que el Señor nos aliviará, llevará nuestras cargas y nos sustentará. «Él nunca permitirá que el justo sea sacudido» (Sal 55:22). Esta historia ya tiene un punto final (Ap 21:4).


Acude a Dios


¿A qué cosas acudes cuando estás en problemas? ¿A tu familia?, ¿Tus amistades?,  ¿Hermanos en la iglesia?, ¿Tu pastor?, ¿Un terapeuta? O tal vez, en algún momento has escapado al alcohol, medicamentos, la televisión o el Internet. Algunas de estas cosas no son malas en sí mismas, pero cuando buscamos en ellas la ayuda y el sostén que sólo Dios nos puede brindar, estamos en problemas. Necesitamos llegar al punto donde busquemos al Señor en primer lugar (que Él sea nuestro primer deleite), antes que ir corriendo a los hombres o a las cosas que sólo pueden darnos lo que Él les permite. 


Dios «no se deleita en la fuerza del caballo, ni se complace en las piernas ágiles del hombre. El Señor favorece a los que le temen, a los que esperan en su misericordia» (Sal 147:10-11). Él es el Altísimo Dios, el Rey del universo. Él está cerca y en tu dolor, su gracia resplandece con más intensidad; Él puede bendecir nuestros duelos y angustias. Acércate a Dios y Él se acercará a ti (Stg 4:8); Escucha Su voz hoy, abre la puerta y Él entrará (Ap 3:20).


Espera, el tiempo avanza


Cada día que pasa estamos más cerca de estar con nuestro Señor Jesús. Cuando esperamos con esta promesa en mente, nos alegramos porque viviremos eternamente a Su lado. Nunca más lloraremos, ni tendremos dolor ¿Te imaginas eso? Estaremos libres de todo pecado e intención malvada, sirviendo y adorando a nuestro Dios y Redentor. 


Alaba a tu buen Rey y confía en Él


La respuesta de nuestros corazones a las maravillosas provisiones de la gracia y la esperanza firme en Cristo, debe ser la alabanza y la fe. Nuestras almas tienen la necesidad de adorar a nuestro buen Rey y Creador soberano porque por Él y para Él fuimos hechas (Ro 11:36).


Esta alabanza va más allá de un emocionante momento de cánticos inspirados, se trata de un estilo de vida constante. Nuestra adoración debe manifestarse en una vida de confianza en Dios y de una comunión íntima con Él diariamente. 


Necesitamos meditar en Su Palabra Santa porque es la que fortalece nuestra fe (Ro 10:17). El Señor ha engrandecido Su nombre y Su Palabra sobre todas las cosas (Sal 138:2). Cuando nuestras vidas están ancladas y arraigadas en la Palabra, tenemos un cimiento profundo que nos protegerá y sostendrá. Sólo entonces quitaremos nuestra mirada de nosotras y de nuestras circunstancias para poner nuestros ojos fijos en Jesús (Heb 12:2).


Aun en medio del valle de sombra y de muerte más oscuro, podremos esperar sin temor (Sal 23:4) porque el Sol de vida resplandecerá (Ap 22:5). En ese día nada volverá a ser igual, nunca más.


Amada, sea lo que sea que estés enfrentando hoy, puedes cantar y aconsejar a tu corazón con la verdad inmutable de la Palabra de Dios. En las estrofas y melodías de tu vida alaba a Dios y toma aliento para tu alma. En los tonos altos y en los más bajos, repite este estribillo cuantas veces necesites: «Tranquila mi alma».


Pídele al Señor que grabe profundamente en ti éste recordatorio. Que su paz y esperanza puedan anclar tu vida. ¡Que « (…) en reposo seas salva; en quietud y en confianza esté tu poder!» (Is 30:15).


¡Tranquila, mi alma! 


¡Tranquila, mi alma!  Dios es tu Refugio.

Espera en Él, paciente en la aflicción.

Jesús te es fiel en toda tu congoja

–  Jesús, tu Dios –  tu Amigo y Salvación.

¡Tranquila!  Dios, en medio de lo oscuro,

hará brillar Su gloria y compasión. 


¡Silencio, mi alma! El Salvador gobierna:

el mar rugiente le obedecerá.

Tu Padre reina: Él obra en tu quebranto;

mediante pruebas te acrisolará.

Aliviará tu duelo y sufrimiento:

lo turbador preciado fin tendrá.


¡Tranquila, mi alma! En lágrimas, o en luto,

al Dios excelso puedes acudir.

Él cerca está: Su gracia y condolencia,

en tu dolor, saldrán a relucir.

Espera en Dios: el Rey del universo

podrá tu angustia y duelo bendecir.


Tranquila, espera, mi alma: el tiempo avanza:

con tu Señor por siempre morarás.

Con Él no habrá más llanto ni dolores:

será tu Dios; y tú le servirás.

Entonces, mi alma, libre de pecado,

tu Redentor por siempre adorarás.


Ahora, mi alma, alaba al Rey benigno.

Confía en Dios; y Dios se acercará.

Medita, mi alma, en Su Palabra santa:

así tu fe se fortalecerá.

Tranquila espera en medio de lo  oscuro

el Sol de Vida resplandecerá.


¡Amén!


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Descarga a continuación el documento para imprimir y colorear. ¡Es gratis!



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Diseño: Ambar Arias / @ambarvaleaf

 
 
 

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