Por Izumi Durán
Si pudieras visitar cualquier lugar del mundo ¿a dónde irías? ¿qué país sería tu primera opción?. Seguramente entre las razones por las cuales quisieras conocer determinado lugar estarían, tal vez, contemplar los paisajes de dicho lugar, visitar sus museos, conocer sus costumbres y cultura, etc.
Sin embargo, hay un grupo de personas que habita en todo el mundo, que hablan distintos idiomas, con costumbres y culturas diferentes pero que constituyen algo único, ¿sabes de qué hablo? así es, me refiero a La iglesia del Señor.
En el diseño perfecto y soberano de Dios, está establecido que todos aquellos que únicamente por gracia han sido llamados y escogidos para ser Sus hijos, formen y sean parte de la Iglesia. ¿Pero qué la iglesia no se supone que es un edificio o lugar en dónde creyentes que creen en Jesús se reúnen para adorar a Dios?
“Yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia;
y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”.
Mateo 16:18 NBLA
Comencemos por definir qué es la Iglesia; la palabra griega para iglesia es ekklesia, la cual quiere decir grupo de personas o asamblea llamada a salir. Por lo tanto, podemos definir a la Iglesia como la asamblea de todas las personas que han sido llamadas por Dios a salir del mundo y ser comunidad. La Iglesia no es un edificio físico; es un grupo de personas, unidas por la fe y en la fe.
En el versículo anterior, Jesús establece que la Iglesia le pertenece a Él y que Él es quien la edifica. Jesús también promete que ni la muerte ni la oscuridad prevalecerán contra la Iglesia ni la conquistarán, ¡qué hermosa promesa!. El Padre, de acuerdo a Su perfecta voluntad eligió a un grupo de personas y se las entregó a Jesús, Su Hijo, quien vino a la tierra para pagar el rescate y redimir a este grupo de personas, es decir, la Iglesia existe gracias a la obra de Cristo.
“Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anuncien las virtudes de Aquel que los llamó de las tinieblas a Su luz admirable. Ustedes en otro tiempo no eran pueblo, pero ahora son el pueblo de Dios; no habían recibido misericordia, pero ahora han recibido misericordia”.
1 Pedro 2:9-10 NBLA
El apóstol Pedro nos confirma que la Iglesia es un grupo de personas elegidas y llamadas por Dios (linaje escogido), que han sido apartadas para Su gloria (nación santa) y cuyo propósito es anunciar las virtudes, la excelencia, la pureza del que nos llamó, del Padre.
Ser parte de Su Iglesia es tener la plena certeza y confianza de que nuestros pecados han sido perdonados únicamente por medio de la obra redentora de Cristo, es andar en la luz, no se trata de sólo una confesión de labios sino de una fe práctica diariamente.
“Si decimos que tenemos comunión con Él,
pero andamos en tinieblas,
mentimos y no practicamos la verdad”.
1 Juan 1:6 NBLA
Es interesante notar que la palabra iglesia en la biblia sólo aparece en el Nuevo Testamento, ¿entonces en el Antiguo Testamento no existía la iglesia?. Para entenderlo, es sumamente importante que recordemos que el plan perfecto del Padre tiene su inicio desde la eternidad, no se fue planeando conforme a las eventos históricos, ya que Dios siempre ha existido.
En el Antiguo Testamento, Dios se constituyó un pueblo, Israel. Sin embargo, pertenecer a este pueblo no era exclusivo de un linaje especial, Dios se lo dice claramente a Abraham cuando establece el pacto con él y le manda que circuncide no sólo a su descendencia:
“Ciertamente ha de ser circuncidado el siervo nacido en tu casa o el comprado con tu dinero. Así estará Mi pacto en la carne de ustedes como pacto perpetuo”.
Génesis 17:13 NBLA
Con Abraham inicia el linaje del pueblo de Israel, pero también se incluyen aquellos que sin pertenecer a ese linaje serían circuncidados al haber nacido como siervos del pueblo de Dios o haber sido comprados como esclavos de Israel. Este pacto es una sombra de lo que sería plenamente completado con Jesús y con el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia. Y nuevamente vemos presente la soberanía del Padre al haber elegido a Israel;
“El Señor no puso Su amor en ustedes ni los escogió por ser ustedes más numerosos que otro pueblo, pues eran el más pequeño de todos los pueblos”
Deuteronomio 7:7 NBLA
Israel tuvo que permanecer y vivir en medio de muchos otros pueblos que no conocían al Dios verdadero y mucho menos lo adoraban. Ahora nosotros, el nuevo pueblo de Dios, es decir, la Iglesia también habitamos en medio de otros pueblos pero el llamado sigue siendo el mismo: darle gloria al Padre.
Los inicios del pueblo de Israel fueron a través de la historia de los patriarcas, es decir, historias de familias. Por estar razón, tampoco podemos olvidar la semejanza que existe entre la Iglesia y una familia, entendamos que la Iglesia es un organismo vivo, no es la suma de muchas personas sino un conjunto de personas cuyo lazo y vínculo esencial es la obra viva del Espíritu Santo en cada una de ellas.
Qué Padre tan maravilloso, cuyo diseño perfecto de la Iglesia es en comunidad. Una comunidad de hermanos imperfectos, que viven por todo el mundo, pero con un sólo Padre. Debemos mirarnos como una gran familia, cuyo lazo es inquebrantable. Seguramente en tu familia hay primos ruidosos, tíos olvidadizos, hermanos molestones pero hagan lo que hagan, aún si dejan de verse o hablarse, siempre serán parte de tu familia.
Como Iglesia, como familia en la fe, tenemos una gran responsabilidad, somos responsables del crecimiento de nuestros hermanos, no se trata de mí y de lo que yo haga para mí sino de cómo estoy ayudando a mi hermana a crecer, a que conozca más al Padre de luces. Estamos llamados a servir a nuestro prójimo en todo momento,
“Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca”.
Hebreos 10:24-25 NBLA
Es imposible que seamos ajenos a los problemas y a las dificultades que nuestros hermanos en la fe están atravesando, lloremos con los que lloran y gocémonos con los que se gozan, esto es parte del propósito de la Iglesia.
No sé desde que parte del mundo estás leyendo este texto, pero me conmueve saber que compartimos la misma necesidad: conocerlo, amarlo, seguirlo. Desconozco si hay conflictos sociales en tu país, o tal vez conflictos armados pero de lo que sí estoy segura es que somos familia, somos Su nuevo pueblo, Su Iglesia, la iglesia de Cristo, la cual lo tiene a Él como la piedra angular. Saberlo es maravilloso, pues sólo un Padre tan perfecto y amoroso como nuestro Dios puede formar un lazo sobrenatural e irrompible entre personas que no se conocen pero que se aman en el amor del Señor.
“Un mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros; que como Yo los he amado, así también se amen los unos a los otros. En esto conocerán todos que son Mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros”.
Juan 13:34-35 NBLA
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