¿Productividad? ¿En Ella Florece?. Puede parecer extraño que esta newsletter sea sobre una regla de productividad. De hecho, es la primera vez que escribo acerca de algo así. Sin embargo, considero que es valiosa la información que voy a compartirte, ya que puede ayudarte a ahorrar tiempo, cumplir con ciertos pendientes y mantener el orden en tu cotidianidad.
Espero que tu agenda no sea tan apretada como la mía. Desde mis 19 años trabajo full-time, estudio en la universidad, sirvo en este ministerio, y me congrego activamente en mi iglesia local. No obstante, si estás en una situación similar a la mía, te va a encantar este recurso.
De lo macro y abrumador, a lo micro y simple
James Clear, en su libro «Hábitos Atómicos», explica que es necesaria la simplificación de objetivos. Establece que podemos reducir las tareas grandes a microtareas para facilitar su realización. Por ejemplo, si nuestra prioridad es mantener en orden nuestra habitación, correspondería dividir los pendientes en: doblar las sábanas, guardar los zapatos, barrer cada día, colocar el maquillaje en su lugar, entre otros. De esta manera, el principal objetivo no va a hacernos sentir abrumadas porque nuestro cerebro, al entenderlo como cosas sencillas, lo interpreta como metas realistas y baja la ansiedad.
¡Es genial esto! Pero ¿y si no tenemos la mañana para hacerlo o no puedo dedicarle tres horas a la limpieza de mi cuarto?
La Regla de los Dos minutos. Un «as» bajo la manga
Pues, ahí es donde se reluce la «Regla de los 2 minutos». Clear comenta que hay tareas que pueden ser hechas en ese período de tiempo, y su implementación podría optimizar nuestras rutinas sin tener que hacer triples esfuerzos. Primero, se debe tener claro cuáles son las prioridades de ese día; luego, ver qué opciones se pueden completar en esos dos minutos y, por último, ¡accionar! No pensemos mucho antes de hacerla, simplemente debemos poner nuestras manos a la obra.
—Eliana, ¿podrías darme un ejemplo?—.
—¡Por supuesto!—.
Sesión de estudio + limpieza rápida
Supongamos que estás estudiando en casa. Entre tus bloques de estudio te tomas unos 20 minutos de descanso. La prioridad de ese día era el orden, por lo que una microtarea sería limpiar el escritorio y poner todo en su lugar. De esos 20 minutos, vas a tomar dos para desinfectar y limpiar tu escritorio. Pasados esos dos minutos, puedes tachar ese pendiente de tu lista.
Hora laboral + bandeja de entrada limpia
Otro ejemplo sería el manejo de tu correo electrónico. Quizás tienes que responder ciertos emails importantes o, por el contrario, es necesario que elimines el spam. Puedes tomarte solo dos minutos para hacer una de estas dos opciones.
Podría parecer que no estás haciendo mucho. Sin embargo, si estableces este hábito durante una semana vas a notar los cambios en tu día a día, en tu lista de tareas y estrés.
No puedo dejar de mencionar que esta herramienta es increíble para todos aquellos que estamos ajustados con el tiempo, pero también debo recordarte que, si bien es genial terminar el día con todo hecho, la productividad no debe convertirse en un fin en sí mismo. Si no somos cautelosas, la efectividad se puede convertir en un ídolo difícil de arrancar. Recordemos lo que una vez Jesús le dijo a Marta: «Marta, Marta, estás preocupada y te inquietas por demasiadas cosas, pero sólo una cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la va a quitar» (Lc 10:42 DHH).
Tranquila, no está mal
Jesús no exhorta a Marta por el orden. No está convenciéndola de no ser eficiente o hacendosa. De hecho, necesitamos «Martas» que puedan llevar adelante actividades y sepan organizar sus vidas y ayudar a otros. Más bien, lo que Jesús le recuerda es que la mejor parte es estar con Él, ser parte de su círculo. Jesús pone sobre la mesa que lo que realmente puede traerle paz y satisfacción es ser Suya.
Y a ti te hace ese mismo llamado hoy. Sé diligente, pero no olvides disfrutar de Su presencia.
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Escrito por Eliana Marcano
Diseño: Frida García
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