En mis primeras semanas siendo mamá me hice esta pregunta: ¿En qué momento estaré a solas con Dios?
Con la intención de resolver este cuestionamiento, reflexionaba en cuán decidida estaba por mantener mi relación con Dios fortalecida, mientras desenvolvía mi rol como mamá.
Uno de los retos al ser madre es aprovechar bien el tiempo, renunciar a ciertos privilegios que tenías cuando eras soltera o cuando no tenías esta responsabilidad. Ser mamá no sólo cambia nuestro cuerpo, también transforma nuestra relación con Dios. Sin embargo, debo decidir si ese cambio será para retroceso o para crecimiento de mi vida espiritual.
Mientras escribía este consejo, pensaba en algunos personajes de la Biblia que fueron decididos y, a pesar de sus ocupaciones, siempre encontraron tiempo para disfrutar a Dios. Entre ellos vemos a Daniel y a Jesús.
Daniel, quien ocupaba un cargo muy alto en Babilonia, tenía, en su ajetreado día, horarios asignados para estar a solas con Dios (Dn 6:10-16). De igual manera Jesús. Él nunca permitió que Su «título» de Hijo de Dios, Sus ocupaciones y arduo trabajo ministerial, le impidieran apartarse para disfrutar de un tiempo a solas con Su Padre.
Como hijas de Dios debemos recordar que nuestro Padre Celestial quiere tener una relación cercana con nosotras. Sin embargo, si has sido madre hace poco o eres madre primeriza, sé que pasará mucho tiempo para que vuelvas a estar a solas con Dios, por eso debes adaptarte al cambio y aprovecharlo al máximo.
Es claro que nunca será con nuestras fuerzas, pero necesitamos ser disciplinadas. Por eso quiero dejarte estas recomendaciones que me sirvieron a mí:
Sé flexible con tus horarios. Ahora eres mamá, no te presiones, habrá noches difíciles, comprende y acepta tu nuevo rol. Algunas veces no vas a poder estar con Dios a esa hora que habías establecido, pero puedes fijar otra hora ese día y continuar con tu rutina anterior los días siguientes.
Sé un modelo. Ahora cuentas con compañía permanente, lo que no quiere decir que no podrás disfrutar tu tiempo con Dios. Con mi hija aprendí que está bien si derramo mi alma en oración mientras la tengo en mis brazos o mientras está en su silla cerca de mí. Quizás no tendrás la libertad que tenías antes, pero, mientras tú haces esto, le estás enseñando a tu pequeña lo maravilloso que es disfrutar la intimidad con Dios.
Sé disciplinada. Ninguno de los puntos anteriores debe anular lo disciplinada que debes ser al buscar a Dios. No se trata de sentimientos, se trata de una disciplina, porque habrá días que no «sentirás» deseo de orar, pero debes hacerlo, tu alma lo necesita.
Quiero concluir recordándote que no hacemos nada de esto para tener una buena reputación y ser elogiadas por lo dedicadas o disciplinadas que podemos llegar a ser, sino que, en realidad, es Dios quien trabaja en nosotras y nos da el deseo y el poder para hacer lo que a Él le agrada (Fil 2:13) y es Su amor el que nos anima cada día a conocerle y vivir para Él.
«Sea de una forma u otra, el amor de Cristo nos controla. Ya que creemos que Cristo murió por todos, también creemos que todos hemos muerto a nuestra vida antigua. Él murió por todos para que los que reciben la nueva vida de Cristo ya no vivan más para sí mismos. Más bien, vivirán para Cristo, quien murió y resucitó por ellos» (2 Co 5: 14-15 NTV).
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Escrito por Paola Rodríguez
Diseño: Vianela Valerio
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