Cuando comencé a estudiar la vida de William Carey en el seminario, fui impactada y animada a no mirar los resultados inmediatos, sino a seguir sirviendo fielmente al Señor en el lugar en donde él me ponga, así que hoy quiero compartirte su historia.
El 17 de agosto de 1761 nació en Paulerspury, un pueblo situado al sur de la antigua vía romana, un gran hombre de fe: William Carey. Era el mayor de cinco hermanos. Su padre, Edmundo Carey, era tejedor, pero cuando William tenía seis años, llegó a ser maestro de la escuela del pueblo y también asistente parroquial.
Desde su juventud, William empezó a tener conversaciones religiosas con un compañero de trabajo en un taller de zapatero, y fue allí donde inició su búsqueda de Dios. Aunque confiaba sinceramente en el Salvador, sus ideas acerca de la verdad estaban muy lejos de ser claras, y siguió escudriñando las Escrituras cuidadosamente en oración.
Mientras leía “Viaje alrededor del mundo” de Cooke, se percató, con dolor, de la pequeña cantidad de personas que poseían algún conocimiento de Jesucristo y de Su Salvación. Decidió entonces estudiar detenidamente el asunto, y dejarse guiar en lo sucesivo, no por sus sentimientos, sino por la determinada voluntad del Señor.
Junto a Fuller, vió «la gracia del Evangelio» y su adaptabilidad a los hombres universalmente. Entendió la responsabilidad de llevarlo a todo el mundo no solo como una tarea de la iglesia, sino como una responsabilidad personal. Con mucho entusiasmo compartió esto con sus compañeros en la iglesia, pero en lugar de simpatía encontró casi siempre la indiferencia.
A pesar de los obstáculos que iba encontrando no se detuvo en su propósito de cumplir lo que Dios le había llamado a hacer .
Era tanto el deseo que tenía y su convicción, que animó a su comunidad mediante una predicación basada en Isaías 52:2-4, donde ilustró dos grandes principios que lo sostuvieron durante toda su vida: Primero, que se esperen grandes cosas de Dios; segundo, que se emprendan grandes cosas para Dios.
Este mensaje fue tan impactante que provocó la llama que daría inicio a la creación de la «Primera Sociedad Bautista de Misiones» el 2 de octubre de 1792.
Un año más tarde, el 13 de junio de 1793, William Carey, su esposa e hijo, junto con
otra familia de misioneros, emprendieron viaje hacia la India a donde llegaron sin ningún obstáculo el 11 de noviembre. Una vez allí, buscaron un lugar donde vivir y él comenzó a estudiar el idioma de Bengala.
A pesar de que su trabajo secular no le dejaba mucho tiempo libre, el tiempo que le quedaba lo usaba, tanto para traducir las Escrituras al bengalí, como para su ministerio de predicación itinerante.
Recorría doscientas aldeas, esparcidas en medio de matorrales. Buscaba, sin cansancio, oportunidades para proclamar el Evangelio; de vez en cuando extendía sus viajes hasta casi cien millas al interior del país, a donde probablemente ningún europeo había llegado antes. En las reuniones de los domingos algunas veces llegaban a congregarse hasta quinientas personas.
Tenía la convicción de que su estadía entre esos hombres y mujeres no sería en vano.
«Seremos tal vez nada más que precursores para preparar el camino delante de otros». Siempre sus ojos estaban en el Dios soberano y decidió alimentar su fe: «De todos modos la promesa de Dios no dejará de cumplirse; no puede dejar de cumplirse. Iré en sus fuerzas».
Finalmente, después de siete años de sembrar, llegó el tiempo de la cosecha: en el año 1800 se bautizó el primer convertido hindú y se logró imprimir el Nuevo Testamento en bengalí. El primer ejemplar fue puesto en la mesa principal de la iglesia y se realizó un culto de acción de gracias por haber concluido esta obra.
William Carey tradujo la Biblia a más de 40 lenguas diferentes de la India. Transformó el idioma bengalí, considerado anteriormente como «apropiado solo para demonios y mujeres», en el principal lenguaje literario de la India. Escribió baladas del Evangelio en bengalí para llevar el amor que los hindúes tenían por la música al servicio de su Señor. Fundó decenas de escuelas para los niños indios de todas las castas e inició la primera universidad en Asia. Anhelaba liberar la mentalidad india de la oscuridad y la superstición.
Fue el primer hombre que se opuso a los asesinatos despiadados y a la opresión generalizada de las mujeres en la India, ya que allí eran prácticas comunes la poligamia, el infanticidio femenino, el matrimonio infantil, la quema de viudas, la eutanasia, y el analfabetismo forzado.
Carey inauguró escuelas para las niñas y cuando las viudas se convertían al cristianismo, arreglaba matrimonios para ellas. Su persistente batalla de 25 años contra la quema de viudas (conocida como el sati) finalmente condujo a la prohibición formal de esta horrible práctica religiosa.
Aunque fue un hombre de orígenes humildes, utilizó el ingenio que Dios le dio y todos los medios disponibles para servir a su Creador e iluminar los oscuros rincones de la India con la luz de la verdad.
Su misión contaba con unos 700 conversos en una nación de millones, pero había sentado una base impresionante de traducciones de la Biblia, educación y reforma social. Se le ha conocido como el «padre de las misiones modernas», y como el «primer antropólogo cultural de la India».
El ejemplo de este hombre de Dios nos anima a decidir mirar más allá de las circunstancias que nos rodean, a continuar confiando y obedeciendo a Dios ahí en donde Él nos ha puesto.
Podemos enfrentar decepciones, obstáculos, dudas y frustraciones, pero recordemos que todo lo que emprendamos para Dios, no es en vano.
William Carey, decidió abandonar su país natal, viajar a la India, permanecer fiel y obediente al llamado de Dios para su vida, trabajar valerosa y esforzadamente para que el evangelio pudiera ser conocido en ese lugar del mundo. Él decidió dejarlo todo para seguir a Cristo y dar a conocer el mensaje de reconciliación y salvación.
Su decisión impactó el destino eterno de quienes se convirtieron bajo su predicación, así como el movimiento misionero alrededor del mundo.
Anhelamos que esta historia de vida te motive a tomar las decisiones necesarias para cumplir con el llamado evangelístico que Dios le hace a todo creyente en Mateo 28:19-20 «“Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”».
No necesitas salir de tu país, ni siquiera de tu ciudad, solo abre tus labios y comparte las Buenas Nuevas de salvación con quienes te rodean. Toma la decisión de hablar de Cristo y déjale a Él los resultados.
Fuentes:
“Guillermo Carey” por Santiago Culross, D.D, traducido por Sara A. Hale.
Diseños: Joselyn Amador
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