Cuando pensamos en todo el movimiento de la Reforma Protestante, inmediatamente se nos viene a la mente el nombre de Martín Lutero. Aquel hombre que publicó noventa y cinco tesis en las que explicaba varios puntos doctrinales, dentro de los cuales estaba la «salvación por gracia», enseñando que no merecemos nada de lo que Dios nos da ni tampoco podemos pagar por ello. De esta manera se oponía a lo que había implementado la Iglesia católica con las indulgencias demostrando que no era correcto bíblicamente ya que el precio por nuestra salvación lo pagó Jesucristo. Pero ¿quién era Lutero?
Martín Lutero nació en 1483 en el seno de una familia de campesinos alemanes (de Eisleben, específicamente). Su padre era minero y su madre se dedicaba a recolectar leña, además de ser ama de casa. Económicamente, Lutero nació en una familia de clase media-baja, por lo que, en un primer momento, al salir del bachillerato, decidió estudiar Derecho.
Sin embargo, un día, cuando volvía de la universidad, en medio de una tormenta, se encomendó a Santa Ana diciendo que, si lo salvaba del accidente provocado por un rayo, se convertiría en monje. Efectivamente, al salir ileso abandonó la carrera de Derecho y se anotó, ese mismo mes, al convento de San Agustín. Claramente, su fe y sus creencias se encontraban atadas a la poca formación teológica que hasta esa fecha tenía, ya que Santa Ana era la «patrona» de los campesinos (de donde él venía).
No obstante, al recibir su formación como monje, comprendió que quien tenía un poder superior, era el Señor. Pero, a pesar de la nueva educación recibida, Lutero no podía concebir una imagen de Dios que manifiesta misericordia o amor; al contrario, veía al Señor como una especie de justiciero que solo quería castigar a aquellos que no cumplieran con las leyes que estaban establecidas en Su Palabra. Su percepción cambió cuando, por obligación, tuvo que realizar un doctorado en Biblia. En esos estudios es donde Lutero empieza a observar que Dios era un Padre que amaba a Sus hijos.
Cabe añadir que Martín Lutero era un monje destacado ya que en menos de dos años ya se había convertido en sacerdote y en 1507 la enseñanza teológica se volvió el centro de sus estudios.
No fue hasta 1510, que Lutero, en un viaje a Roma, empezó a observar ciertas discrepancias entre la Palabra de Dios, las acciones del Papa y la Iglesia Católica. Una de ellas, quizás la más importante, fueron las indulgencias (que mencionamos anteriormente). En pocas palabras, las indulgencias eran certificados que supuestamente contenían la salvación de las personas. Es decir, si algún familiar había muerto, una persona podía «comprar» su salvación a través de ese certificado, pudiendo así, ese familiar, después de pasar por el purgatorio, ir al cielo. Lutero, al ver esto y al contrastarlo con las Escrituras, observó que era incorrecto ya que, Jesucristo en la cruz había pagado el precio de nuestra salvación, siendo ésta por gracia. No se necesitaba agregar nada más a este acto porque Jesús había hecho absolutamente todo.
Es así como inicia la protesta de Lutero en contra de estos principios.
La intención de este monje no era armar una batalla a duelo con la Iglesia católica ni con el Papa, si no, debatir. Por eso decidió llamar la atención de las autoridades eclesiásticas clavando en las puertas del monasterio sus noventa y cinco tesis en las que explicaba su postura y la equivocación que, como Iglesia, estaban cometiendo.
Esta lucha no fue fácil ya que, lo que Lutero planteaba, no era de agrado para las autoridades del momento. De hecho, a Lutero le dieron la «oportunidad» de retractarse, a lo que él respondió negativamente y, por esta razón, le enviaron una orden de restricción después de haber sido excomulgado del convento. Su colega, Federico El Sabio, fue de gran ayuda para él porque lo refugió en su castillo para evitar que lo arrestaran o incluso, que lo mataran como a sus antecesores. Federico, «raptó» a Martín Lutero fingiendo un secuestro para poder llevarlo a su propiedad y protegerlo de los peligros que estaba enfrentando.
Desde ese castillo, Lutero se dedicó a traducir toda la Biblia del latín al alemán, para que pudiera llegar a todas las personas posibles, en un idioma accesible a la mayoría. La gran ventaja que tuvo Lutero fue la imprenta. La velocidad y la nueva tecnología del momento ayudaron a este hombre a esparcir las buenas nuevas.
Es importante mencionar que Martín Lutero, si bien fue un hombre utilizado por Dios para establecer la Reforma Protestante, fue un hombre de carácter imperfecto como todos los seres humanos. Dentro de los reproches que comentaban de Lutero, estaba su intolerancia a la comunidad judía, a los que calificaba como «asesinos de Jesús». Se dice también que su carácter era muy radical.
Como todo mortal, Martín Lutero, después de haber vivido una vida entregada a la predicación del evangelio y la formación, falleció en 1546 a los sesenta y dos años de un ataque cerebral. La noche antes de morir, sufrió dolores de pecho muy fuertes. En ese momento, dos de sus colegas le gritaron preguntando si moriría creyendo y afirmando todo lo que había predicado y confiando en el Señor Jesús, a lo que Lutero respondió con un rotundo: «sí».
Fuentes:
Diseños: Gabriela Rodríguez
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