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La historia de vida de Corrie Ten Boom

Foto del escritor: Anabel Vargas E.Anabel Vargas E.

¿Alguna vez has sentido que estás viviendo una situación injusta? ¿Has sentido que no tienes motivos para dar gracias?


En la historia de vida de hoy, veremos el ejemplo de una mujer que desde niña creció en una familia feliz, centrada en el evangelio, que ayudaba a los necesitados y era muy amada por la gente de su comunidad.


Sin embargo, a sus 50 años, su vida y la de su familia, dio un cambio que Corrie nunca imaginaría, pero que Dios usaría para fortalecer su fe, exaltar Su nombre y darse a conocer a Su pueblo en medio de la necesidad.


Corrie Ten Boom nació el 15 de abril de 1892 en la ciudad de Ámsterdam, en los Países Bajos. Era la hija menor de una pareja cristiana devota: Casper y Cornelia Ten Boom. Su padre era joyero y relojero y tenía la joyería en la planta baja de la casa. Corrie aprendió la profesión de su padre y en 1922 se convirtió en la primera mujer licenciada como relojera en los Países Bajos.


Corrie y su familia formaban parte de la Iglesia Reformada Holandesa y fueron muy amados y respetados por su comunidad. Su fe los inspiraba a servir permanentemente a sus vecinos. Su padre abrió las puertas de su casa a 11 hijos adoptivos, y su madre (quién murió cuando Corrie tenía 27 años) constantemente apoyaba a los más necesitados de la ciudad, y luego de quedar inválida, se dedicó a orar fervientemente por las necesidades de los demás.


En 1940, a pesar de la declaración de neutralidad de los Países Bajos en la guerra, el ejército nazi invadió el país, trayendo consigo su política de persecución y segregación a los judíos. En 1942, los arrestos de la Gestapo se ejecutaban con toda su fuerza.


En mayo de 1942, cuando Corrie tenía ya 50 años, su hermana Betsie 57, y su padre 82; una mujer bien vestida llegó hasta la casa de los Ten Boom con una maleta en la mano y les dijo que era judía, que había escuchado que los Ten Boom habían ayudado a sus vecinos judíos y les preguntó si podían ayudarla a ella también. Algunos días más tarde una pareja de ancianos con la misma necesidad tocó su puerta. La familia abrió sus puertas a los judíos, a pesar de que la sede de la policía estaba a solo media cuadra de distancia. A partir de ese momento, Corrie y su hermana Betsie decidieron abrir su hogar y atender a los refugiados, tanto judíos como miembros del movimiento de resistencia, buscados por la Gestapo. Corrie usó su trabajo como relojera y la tienda de su padre como fachada.


El 28 de febrero de 1944 la casa de los Ten Boom fue allanada. Corrie, su padre, su hermana, y otros miembros de la familia fueron arrestados. Este sería el último día que ella vería a su padre, pues enfermó en la cárcel y murió a los pocos días.


Algunos meses después, las dos hermanas fueron transferidas a un campo de concentración en Alemania. En el viaje, lograron esconder una Biblia que se convertiría en el mayor tesoro de las hermanas en su sufrimiento.


En el campo, tuvieron que soportar vergonzosas inspecciones, golpes y azotes, piojos y moscas, enfermedades e insalubridad, hambre y trabajos forzados en medio de temperaturas heladas.


Las hermanas fueron puestas en una habitación llena de pulgas. Corrie se sintió desesperada y le preguntó a su hermana cómo podrían vivir en un lugar como ese, a lo que Betsie respondió: «Estén siempre gozosos. Oren sin cesar. Den gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para ustedes en Cristo Jesús» (1 Ts 5:16-18). Entonces, Corrie, indignada, dijo: «“Betsie, ¡no hay manera en que yo pueda dar gracias por las pulgas!”».


Aunque las hermanas trabajaban horas largas bajo la supervisión de crueles guardias, cada noche, al regresar a su celda agotadas y adoloridas, no eran supervisadas por nadie. No podían entenderlo, pero se alegraban y agradecían a Dios, pues esto les daba la oportunidad de leer su Biblia sin temor a ser castigadas. Leían en voz alta y esperaban hasta que escuchaban distintas voces traducir estas palabras llenas de vida, al alemán, polaco y francés.


«Luego la misma Corrie recordaría: “Una cosa se hizo claramente evidente: la razón por la cual ambas estábamos aquí. Desde que amanecía hasta que se apagaban las luces, en cualquier momento en que no estábamos en las filas para el pase de lista, nuestra Biblia era el centro de un círculo de ayuda y esperanza cada vez más amplio. Como vagabundas apiñadas alrededor del fuego ardiendo, nos reuníamos para recibir luz y calor en nuestro corazón. Mientras más oscura se hacía la noche a nuestro alrededor, la Palabra de Dios ardía más brillante, más verdadera y más hermosa”».


Semanas después de la muerte de su hermana Betsie en 1944, Corrie fue liberada, no sin antes enterarse de que la razón por la que los guardias evitaban entrar a su celda era debido a las molestas pulgas que aparecían en cada rincón de este cuarto oscuro. En este momento, Corrie hizo lo que nunca pensó que haría: Dar gracias a Dios por las pulgas.


En menos de seis meses luego de su liberación, Corrie abrió un centro de rehabilitación cristiano para las víctimas de la guerra y los refugiados. Apenas un año después, publicó un libro y viajó a muchos países para compartir su historia.


Su prueba de fe más grande vino cuando, después de una conferencia, un alemán que había sido guardia, y ahora nuevo creyente en Cristo, se le acercó para pedirle perdón. Él era uno de los guardias delante de los cuales ella y Betsie habían sido forzadas a desnudarse. Corrie recordó la dolorosa experiencia que vivió junto a su hermana y otras mujeres en el campo de concentración y oró: «“Jesús no puedo perdonarlo. Dame Tu perdón”».


«El amor abundante que brotó de su corazón luego de esa oración la hizo darse cuenta de que “la sanidad del mundo no descansa en nuestro perdón ni en nuestra bondad, sino en los Suyos. Cuando Dios nos ordena amar a nuestros enemigos, junto con el mandamiento, nos da el amor que necesitamos”».


Corrie murió en su cumpleaños número 91 en California, Estados Unidos.


La historia de Corrie nos enseña que sin importar las circunstancias que estemos viviendo, Dios nos capacita para servirle y usa lo que, humanamente puede parecernos inútil (como las pulgas), para bendecirnos y glorificar Su nombre. Dios no nos promete una vida solo de alegrías y abundancia, sin embargo, podemos estar seguras de que Su esperanza y Su amor nos alumbrarán y fortalecerán en cualquier situación de dolor, sufrimiento o carencia que nos toque enfrentar aquí en la tierra.


También vemos en Corrie una actitud compasiva y misericordiosa hacia los demás, digna de ser imitada. Su corazón, alimentado con la Palabra de Dios desde la niñez, le permitió recordar las verdades de Dios en sus días más difíciles.


Esto, amada hermana, es una invitación para nosotras hoy, a ser extremadamente agradecidas de que podemos ir a nuestros templos y leer la Biblia a puertas abiertas, comentarla con libertad y tenerla en todos los formatos posibles. ¡No demos por sentada esta bendición!


Fuentes:

Libro: Kruger, M. & Wetherer, K. (2020) 12 Faitthfull Women: Portraits of steadfast endurance. Austin, Texas. The Gospel Coalition.



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Diseños: Rhaien Vivar


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