top of page

Ejercita tu cuerpo, exalta a tu Creador


ree

¿Podemos hacer del ejercicio un medio para glorificar a Dios? ¿Se podría considerar pecado hacer deporte? ¿Te has preguntado alguna vez si tu rutina de ejercicio tiene algo que ver con tu vida espiritual? El tema del ejercicio y la vida saludable puede ser un tanto espinoso, ya que, en un mundo que exalta el cuerpo perfecto y el rendimiento físico, muchos cristianos optan por posturas muy extremistas acerca de si se debe considerar el deporte como algo importante, o no. Por lo cual, quiero ayudarte a mirar el deporte desde una perspectiva correcta y santa, la de la Palabra de Dios, y compartir contigo 5 puntos prácticos que estoy segura te ayudarán a considerar el deporte como lo que es, solo un medio para glorificar a Dios: 


1. El cuerpo: un regalo que se administra, no se adora (1 Co 6:19–20)


Dios nos dio el cuerpo no para idolatrarlo, sino para cuidarlo. Hacer ejercicio es una forma de ser fieles administradoras de lo que Él nos ha confiado, no un medio absoluto de adoración. No es correcto considerar el deporte como algo malo, pero tampoco es bueno considerarlo el centro de nuestra vida, pues ese lugar solo le pertenece a Cristo. No somos dueñas de nuestro cuerpo, somos administradoras y, como toda persona encargada de administrar, debemos hacerlo con entrega, amor, temor, obediencia, y pasión. Ante esto, no es necesario tener un «cuerpo perfecto» para demostrar que buscamos poner a Dios como nuestra prioridad. Basta con una caminata consciente, una rutina en casa, hecha con gratitud y propósito. 


2. El ejercicio como un acto de disciplina espiritual 


Incluir el movimiento en tu rutina diaria puede ayudarte a crecer en orden, dominio propio y constancia, cualidades que también se cultivan en la vida espiritual. La disciplina nos recuerda al Dios de orden en el que creemos  (1 Co 14:33). Esto no con el fin de volvernos dependientes del ejercicio, pero sí de animarnos a perseverar en algo que sirve como medio para glorificar a Dios. Pablo dice en 1 Timoteo 4:7 «[…] ejercítate para la piedad», animando a Timoteo no necesariamente a hacer ejercicio, sino a tener una disciplina en la piedad, esa misma que debe estar en nosotras para cuidar nuestro cuerpo, y permear todas las áreas de nuestra vida. 


3. No corras por vanagloria, corre con propósito (1 Co 9:24-27)


Nuestro objetivo no debe ser un podio terrenal. Nuestra motivación es más alta: honrar al Señor en todo. ¿En qué se afianza nuestro corazón? ¿Busca aceptación, aprobación o Likes? O ¿se ejercita para tener energía, servir mejor y reflejar gozo? En un mundo tan orgulloso y vanidoso, es común que el deporte se vea como un medio en el que las personas, especialmente las mujeres, se ejerciten para verse mejor y ser señaladas por tener cuerpos esbeltos y tonificados. Pero ¿debe ser esa la meta del cristiano? ¡Claramente, no! Como Pablo, nuestro deseo debe ser correr «por una corona completamente incorruptible», siendo el propósito eterno el que nos impulse a ejercitarnos. 


4. Escucha tu cuerpo con sabiduría, no con ansiedad (Sal 139:14)


Tu cuerpo no necesita cumplir estándares extremos porque fue creado con intención y belleza por Dios. Cuida tu cuerpo porque lo amas en Cristo, no porque te odias o crees que tiene un defecto. Evita rutinas destructivas, dietas extremas o culpa cuando descanses. No necesitas demostrarle nada a nadie, ni siquiera a ti mismo, de que tu cuerpo puede tener una gran fuerza, pues esto no es necesario. Delante de Dios no eres más espiritual si haces 100 burpees en vez de 10, lo eres solo cuando demuestras que tu motivación es únicamente glorificarlo y no exaltarte a ti misma. 


5. Haz del movimiento una oportunidad para adorar (Co 3:17)


Aun en lo físico, podemos glorificar al Señor. Ya sea caminando, estirando o corriendo, hazlo todo en Su nombre. Pon música que alabe Su nombre mientras te ejercitas; ora mientras caminas; invita a una amiga a moverse contigo y juntas expresen, a través del deporte, su anhelo de glorificar a nuestro Dios. 


Querida lectora, el ejercicio físico no lo es todo en nuestra vida. Pues si ese fuese el caso, Pablo no hubiese dicho «que el ejercicio corporal para poco es provechoso» pero «la piedad para todo aprovecha» (1 Ti 4:8). ¿Podemos glorificar al Señor aun sin hacer ejercicio? ¡Sí! Sin embargo, el ejercicio es una herramienta maravillosa que nos sirve para cuidar nuestro templo, y expresar ante Dios nuestro deseo de ser unas buenas administradoras del cuerpo que nos dio. El ejercicio no es solo para atletas, sino también es una forma de agradecer, de perseverar, de fortalecer el templo del Espíritu. No mires cuántas repeticiones haces, sino con qué intención tu corazón lo hace. Gózate ante el hecho de que puedes hacer uso de una disciplina que te permite honrar a tu Señor y, a su vez, disfrutar de ella. 


ree


Diseños: Gabriela Rodríguez / @dinohaurio16

 
 
 

Comentarios


  • Facebook
  • White Instagram Icon
© 2024 Ella Florece Internacional
bottom of page