
En el Salmo 57, el Señor dio la mayor respuesta a la oración de David al enviar desde el cielo a Cristo mismo, Quién es la perfecta unión de la gracia y misericordia de Dios con la verdad (v. 3). Cristo es nuestro Salvador, nuestro Redentor y Libertador de todos nuestros enemigos. En Cristo tenemos libertad, gracia, seguridad, misericordia, refugio y protección en contra de nuestros enemigos más peligrosos que nos acosaban: el pecado y la muerte.
Nuestro Señor Jesucristo es la mayor evidencia de que Dios nos cuida. Cristo es el cuidado encarnado de Dios. Él vino para hacernos descansar en Él de todas nuestras cargas y trabajos (Mt 11:28). Nos mostró que Dios cuida de aves y de flores. ¡Cuánto más de nosotros! (Mt 6:25-34). Se despojó de Sus comodidades celestiales y sufrió el rechazo de Dios en la cruz para que nunca más estemos alejadas de Dios. Gracias a Él tenemos la inmutabilidad de Su cuidado eterno y fiel. Porque estamos en Cristo, Dios siempre nos cuidará y preservará hasta el final. «Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría» (Jud 1:24).
Podemos hoy pedir continuamente misericordia a Dios, confiar en Él y correr a ampararnos bajo la sombra de Sus alas hasta que pasen los quebrantos. Tengamos nosotros también la seguridad de que Dios mismo nos oirá y ayudará. Si estamos en Cristo Él ya nos ha enviado Su salvación, Su misericordia y Su verdad. Y en Cristo lo sigue haciendo cada día, vez tras vez.
Aplícalo a tu vida
¿Confías en el cuidado de Dios? ¿Alguna vez has sido tentada a no creer en Su cuidado? ¿Puedes identificar en qué situaciones específicas ha sucedido?
¿Cómo has podido ver Su cuidado en tu vida? Te animo a orar agradeciendo al Señor por Su bondad y a elevar tu corazón en adoración a Él.
En la Palabra de Dios hay muchas más evidencias del cuidado de Dios, que te ayudarán a fortalecer tu fe y tu paz mientras descansas en el Dios que te cuida. Te dejo algunas de ellas para que puedas meditar y orar:
Dios nos cuida bajo la sombra de Sus alas
«Guárdame como a la niña de tus ojos; escóndeme bajo la sombra de tus alas» (Sal 17:8).
«¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas» (Sal 36:7).
«Porque has sido mi socorro, y así en la sombra de tus alas me regocijaré» (Sal 63:7).
Dios nos cuida como nuestra Torre fuerte, nuestra Roca, Castillo, Libertador, Fortaleza y Escudo
«Torre fuerte es el nombre de Jehová; a él correrá el justo, y será levantado» (Pr 18:10).
«Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio» (Sal 18:2).
«Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré» (Sal 91:2).
Dios nos cuida como nuestro refugio
«Porque tú has sido mi refugio, y torre fuerte delante del enemigo» (Sal 61:3).
«Jehová será refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia» (Sal 9:9).
«Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; con cánticos de liberación me rodearás» (Sal 32:7).
«Jehová de los ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob» (Sal 46:7).
«Pero yo cantaré de tu poder, y alabaré de mañana tu misericordia; porque has sido mi amparo y refugio en el día de mi angustia» (Sal 59:16).
«Fortaleza mía, a ti cantaré; porque eres, oh Dios, mi refugio, el Dios de mi misericordia» (Sal 59:17).
«Él solamente es mi roca y mi salvación; es mi refugio, no resbalaré» (Sal 62:6).
«En Dios está mi salvación y mi gloria; en Dios está mi roca fuerte, y mi refugio» (Sal 62:7).
«Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio» (Sal 62:8).
«Sé para mí una roca de refugio, adonde recurra yo continuamente.Tú has dado mandamiento para salvarme, porque tú eres mi roca y mi fortaleza» (Sal 71:3).
«Como prodigio he sido a muchos, y tú mi refugio fuerte» (Sal 71:7).
«Y se acordaban de que Dios era su refugio, y el Dios Altísimo su redentor» (Sal 78:35).
«Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación» (Sal 90:1).
«Mas Jehová me ha sido por refugio, y mi Dios por roca de mi confianza» (Sal 94:22).
«Líbrame de mis enemigos, oh Jehová; en ti me refugio» (Sal 143:9).
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