“Para mi el vivir es Cristo” (Fil 1:21).
El apóstol Pablo expresó esas dulces y profundas palabras que hoy resuenan en la mente y corazones de muchos cristianos alrededor del mundo. ¿Es así para ti? ¿En tu mente y corazón reconoces con humildad, con asombro y llena de eterno agradecimiento y esperanza que estar con Cristo es tu bien? El versículo que nos recuerda las palabras del Apóstol Pablo y la idea que se desprende del mismo es, en esencia, que Cristo es el significado de nada más y nada menos que la existencia del cristiano.
Cristo le da forma a todas y cada una de las áreas de la vida del creyente. Cristo irrumpe cada rincón oscuro y tenebroso en nuestros corazones trayendo su Luz Verdadera. Cristo es el Agua viva que, a diferencia de cualquier otra, sacia con sabor a eternidad cada área en nuestra vida que no es más que un desierto sin esperanza.
Hermanas, es Cristo quien realmente le da significado al vivir esta vida terrena como peregrinas con deseos que solo otro “mundo” puede satisfacer.
Es Cristo en quien esperamos y no desesperamos en la esperanza de salvación y de ser conducidas a nuestro verdadero hogar.
¿Cómo no hemos de depositar nuestra confianza y vida misma en Cristo? El Cristo al que se refiere Pablo al decir que "para él vivir era Cristo" es Aquel Cristo descrito no solo en los versículos colindantes a Filipenses. Sino es Aquel Rey, es el Salvador mismo del que la Escritura da cuenta en todo su esplendor desde el Génesis al Apocalipsis. Es Aquel Rey que sufrió en carne propia el oprobio y el pecado del mundo, para luego ser exaltado al Trono celestial de honor con Dios y hoy estar sentado a Su diestra.
Ese maravilloso Cristo es el Cristo del Evangelio, es el Señor. Es Dios.
Pablo fue tajante al afirmar que Vivir es Cristo. Para él este Cristo es el que le da a la vida su único significado posible, mediante su acto redentor, Él restaura y dota de real significado la verdadera relación entre Dios y el hombre, entre el hombre y su prójimo y entre el hombre junto a la creación entera.
Cristo logra esta nueva realidad a través de Su vida y existencia misma. El pecador que confía en la Palabra suficiente de Dios, aquella que describe el acto redentor como un regalo gratuito de gracia, recibe nada más que el mismo status de rectitud y piedad que el Único y Verdadero piadoso poseyó. La vida perfecta de obediencia se nos imputa únicamente por la persona de Cristo y nadie más.
No tenemos forma alguna de expresarlo mejor que como lo expresan las palabras inspiradas del apóstol Pablo: "Cristo es la vida de ustedes” (Col 3:4).
¡Tamaña verdad! Con lo dicho por sus labios, Pablo quiere decir que, como consecuencia de la vida de obediencia al Padre y la muerte en el madero de Jesús, todo lo que Cristo es delante de Su Padre, lo es también por nosotros.
Es Cristo quien hizo todo para Él mismo y se ha comprometido en hacernos Suyas también.
Qué buena noticia y cuánta paz saber que nosotras no tenemos nada que agregar, quitar o alterar de lo que recibimos por fe y en fe por tamaña obra de gracia y bondad. No hay mejor forma de expresarlo, no hay mejor entendimiento que este: Para mí el Vivir es Cristo, para nosotras Cristo es la vida misma.
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