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¿Cómo glorificamos a Dios con lo que comemos? II parte


Sí, Calvino tenía razón al decir que nuestro corazón es una fábrica de ídolos, puesto que podemos hacer de las cosas buenas, que son regalos de Dios, ídolos que pretenden satisfacer nuestra sed y llenar el vacío que sólo Él puede llenar. La idolatría, como dijo Keller en su libro «Dioses que fallan», no consiste solamente en no obedecer a Dios: es poner todo el corazón en algo aparte de Dios.


Como se mencionó en la primera parte de este tema, antes de conocer a Cristo, yo vivía esclava de mis ídolos y, uno de ellos, era el deseo de conformarse al estándar o al canon de belleza que exige la cultura. Quería lucir delgada a como dé lugar, odiaba la imagen que veía de mí en el espejo, pero, irónicamente no dejé de comer, sino que desarrollé bulimia. Éste suele ser un trastorno alimentario oculto que, generalmente, pasa desapercibido e implica una preocupación excesiva por subir de peso y la imagen corporal. Sin embargo, a la vez conlleva muchos sentimientos de culpabilidad, acompañados por un patrón de impulsividad e inestabilidad emocional.


La imagen en mi mente de una figura delgada era un ídolo que sólo me prometía beneficios que a la larga me conducían a una falsa esperanza y, finalmente, a la muerte eterna (tal como lo promete todo ídolo). Por esa razón, el examinar nuestros corazones debe ser una actividad constante para ver si hemos hecho de algo creado, un ídolo que nos está dando lo que solamente puede darnos Dios. 


Los trastornos alimenticios (TCA) no sólo son enfermedades clínicas o trastornos mentales graves, sino, una violación al primero de los mandamientos de Dios (Ex 20:3). Aún así, no todo está perdido, siempre hay esperanza en Cristo. Únicamente en Él, por medio de Su Espíritu, podemos luchar esta batalla.


Por esa razón, te animo a que sigas leyendo las siguientes respuestas que me proporcionó un hermano nutriólogo, de mi iglesia local, que tienen que ver con los trastornos alimenticios. Así como respuestas prácticas, consejos y recomendaciones para generar buenos hábitos alimenticios y poder cultivar una mejor relación con la comida. Espero sean de mucha bendición para ti.


¿Qué has aprendido como cristiano nutriólogo sobre los trastornos alimenticios?


Los trastornos alimenticios son enfermedades graves que pueden tener un impacto devastador en la salud física y mental de una persona. Estos pueden afectar a personas de todas las edades, género, razas y clases sociales. Son enfermedades complejas que pueden ser causadas por una combinación de factores que incluyen:


  • Factores biológicos: Algunos estudios muestran que los trastornos alimenticios pueden tener un componente genético.

  • Factores psicológicos: Pueden ser causados por problemas de autoestima, imagen corporal o ansiedad.

  • Factores sociales: Los trastornos alimenticios se pueden desarrollar por la presión social para ser delgadas o tener un cuerpo «perfecto».


Existen diversos criterios que se deben tener en cuenta para diagnosticar un TCA, dependiendo del tipo de trastorno especificado. Por otro lado, aunque hay muchos estudios que nos brindan información acerca de estos, la ciencia no ha podido encontrar una causa específica que detone un TCA. Sin embargo, como lo vimos en la primera parte, sabemos que el origen es profundo, la raíz de todo se encuentra en nuestro corazón, tan insaciable como no podemos imaginar. Dios nos dio la comida como un regalo, un don del que podemos disfrutar; sin embargo, cuando entró el pecado al mundo por la desobediencia humana, la forma en la que comemos es lo que evidencia cómo funciona nuestro corazón caído, buscamos nuestro mayor bien en las cosas creadas, en lugar de buscar al único Bien Mayor: Dios mismo.


¿Qué consejos darías a mujeres creyentes que están pasando por algún tipo de problema con la comida?


  • Recuerda que no estás sola. Hay muchas mujeres creyentes que han luchado contra los trastornos alimenticios. Hay una comunidad a tu alrededor que está dispuesta a caminar contigo en esta lucha, incluyendo las mujeres de tu iglesia local.

  • Un nutriólogo o consejero bíblico puede ayudarte a comprender los factores que contribuyen a los problemas con la comida y desarrollar un plan de tratamiento de acuerdo con cada caso.

  • Sigue confiando en Dios. Él quiere ayudarte a ser diligente en crear hábitos que te permitan estar saludable, física y mentalmente, con el propósito de que cumplas con Su misión.

  • Por último, recuerda que Cristo es nuestra esperanza. Él, más que nadie, quiere que, al tener una relación íntima con Él, podamos tener una sana relación con la comida y una cosmovisión correcta de nuestros cuerpos, viviendo para cuidar y exaltar Su templo (1 Co 6:19). 


Ahora, seamos sinceras, podemos considerar muchas cosas como espirituales, menos el comer. Aunque sabemos que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo, al momento de decidir qué comer o cómo hacerlo, lo olvidamos.


Sin embargo, Dios envió a Su Hijo al mundo a derramar Su sangre por nosotras. Él nos ha comprado por un alto precio, nos ha acercado al Padre y ahora nuestros corazones le pertenecen, ya no somos esclavas del pecado. Hemos sido salvadas para alabanza de la gloria de Su gracia (Ef 1:6), y la Palabra de Dios nos dice que debemos hacer todo para Su gloria (1 Co 10:31), y eso incluye también el comer. Así que,  como mujeres cristianas, necesitamos ver la comida como una forma más de glorificar a nuestro Señor. 


Sí, es cierto, muchos no le damos la importancia que amerita a la comida y, por ende, terminamos cayendo en un pecado que estaría entre aquellos que se denominan «pecados respetables» (esos pecados que toleramos porque son sutiles y no tan escandalosos como otros). Sin embargo, la comida es un campo de batalla más grande de lo que podemos imaginar, de hecho, lo podemos ver en Génesis 3:6. La comida está en la escena de la caída del hombre, quien comió aquello que Dios había prohibido. De esa forma, como dice Scott Hubbard: «Nuestros primeros padres salieron del Edén por comer. A nuestra propia manera, nosotros también». 


Me da escalofríos cada vez que me veo parada frente a la nevera buscando qué comer, porque recuerdo que de la misma forma nuestros primeros padres estuvieron frente a ese fruto que no debieron comer jamás. Sabemos que los problemas con la comida, sean grandes (como la bulimia y anorexia) o pequeños (como picar las sobras en secreto), tienen su raíz en lo que nuestro corazón desea.


Entonces, ¿qué podemos hacer? Bueno, ¿Qué tal si vemos el hecho de comer, o la alimentación en sí, como una disciplina espiritual? ¿Lo has pensado?


No porque la disciplina en sí misma nos cambie porque los buenos hábitos y las disciplinas espirituales no pueden producir un cambio en nosotras, sino porque son medios que nos llevan a Aquel que sí puede producir un cambio profundo en el corazón: Dios. Él nos ha dado herramientas que nos conectan con Jesús, ese es el objetivo, y debemos ser responsables en usarlas. Por eso, te animo a correr a Él, quien nos puede ayudar a crear hábitos saludables y ser más constantes en ellos, ya que favorecen nuestra salud física y mental, permitiendo que estemos mejor preparadas para cumplir con Su propósito aquí en la tierra (Mt 28:19-20). 


Como creyentes ¿qué principios deben guiar nuestras vidas para tener una buena relación con la comida?


Estos son algunos principios que nos pueden ayudar a tener una relación con la comida que sea saludable, responsable y que honre a Dios:

  • Reconocer que Dios es el Creador de los alimentos: Los alimentos son un regalo de Dios para nosotros, y debemos usarlos de una manera que le agrade (Ge 1:11;12;29).

  • Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo (1 Co 6:19): Por eso debemos procurar comer de manera saludable.

  • Ser agradecidos por los alimentos: Debemos agradecer a Dios por los alimentos que tenemos, tanto por los que nos gustan como por los que no.

  • No desperdiciar alimentos: Los alimentos son un recurso valioso y debemos usarlos con sabiduría.

  • Compartir los alimentos con los demás (Lc 9:16-17; Is 58:7-12): Dios nos llama a amar a nuestro prójimo, y una manera de hacerlo es compartir los alimentos con los hambrientos.


¿Qué opinas tú acerca de qué podemos hacer en la práctica para tener buenos hábitos alimenticios?


Creo que lo más importante es empezar poco a poco y hacer cambios graduales. No es realista esperar cambiar nuestros hábitos alimenticios de la noche a la mañana. Por eso:

  • Puedes empezar por planificar tus comidas. Esto te ayudará a asegurarte de que estás comiendo alimentos saludables y nutritivos.

  • Sé consciente de la cantidad de alimentos que consumes, evita el exceso de la porción que ingieres cada día.

  • Elige alimentos frescos y de temporada. Los alimentos frescos son más nutritivos y tienen mejor sabor.

  • Prepara la mayor parte de tu comida en casa. Esto te da más control sobre los ingredientes que usas.

  • Come frutas y verduras a diario. Las frutas y verduras son una excelente fuente de vitaminas, minerales y fibra.

  • Elige proteínas magras, las cuales son importantes para mantenernos fuertes y saludables.

  • Limita tu consumo de azúcar, sal y grasas saturadas. El exceso de estos puede conducir a problemas de salud.


También es importante ser conscientes de nuestros hábitos alimenticios y de cómo nos sentimos después de comer. Si nos sentimos cansados, irritables o con sobrepeso, es una señal de que necesitamos hacer cambios. Del mismo modo, debemos evaluar nuestro corazón a la luz de la Palabra y examinar las motivaciones profundas de nuestro corazón a la hora de comer. 


Hoy, por la gracia de Dios, escribo este artículo sin presentar un trastorno alimenticio como lo tenía hace años, cuando era una adolescente. Sin embargo, a veces veo que la forma en que como no siempre glorifica a Dios, simplemente digo: «¡sólo un poco más!», dejando que mi deseo de comer y ser saciada sea más fuerte que el deseo por agradar a mi Señor. 


Si estás pasando por una situación similar, te entiendo. Recuerda que, como dije al principio, siempre hay esperanza en nuestro Redentor. Aquel que nos redimió y el que también puede redimir nuestro hambre o apetito. Además, nuestra identidad ya no se encuentra en nuestra apariencia o talla, sino únicamente en Cristo (Ef 1:7).


Al escribir esto, lágrimas salieron de mis ojos al recordar todo ese tiempo oscuro de padecer bulimia y de vivir esclava de mis ídolos. Pero, sobre todo, por saber que después de haber salido del Edén, en Cristo, he sido traída a la comunión íntima con mi Hacedor y Padre, en quien puedo ser libre en verdad (Jn 8:36). 


Amada hermana, Él es mejor que todo. La clave no es que comamos saludable, aunque es algo que debemos hacer, la clave es deleitarnos en Él y probar que Él es más deseable que cualquier alimento. Sólo entonces, al descubrir eso, podremos decir: ¡Qué bendito es disfrutar ahora del Mejor Pan y estar saciada y satisfecha, sólo en Él!



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