¿Te ha pasado que a veces le prestas más atención al “hacer” que vivir y disfrutar de tu relación con Dios? Y después terminas triste y exhausta porque te das cuenta que no puedes hacer todo lo que quisieras o porque te das cuenta que lo estás tratando de hacer todo en tus fuerzas y con una motivación incorrecta.
Es como si todo se hubiera convertido en una rutina, en algo que “tienes que hacer” y no en algo que nace genuinamente de tu corazón. Y vas por la vida caminando en modo “off” (apagado).
A mí sí, han habido momentos en los que le he prestado más atención al hacer, hacer y hacer (leer la biblia, hacer el devocional, orar, ayunar, reuniones de la iglesia, etc.) una larga lista de cosas por hacer. Y todo eso ha empezado a convertirse en carga, un peso sobre mis hombros. Eso es un indicador de que me he enfocado en el hacer y he dejado de disfrutar de esa preciosa relación con Dios (es desafiante reconocerlo).
Es como si mi corazón poco a poco hubiese empezado a desviarse del propósito original que Dios tiene para mí, para ti, para nosotras, que le conozcamos, que tengamos una relación íntima con Él y que nos deleitemos en conocerle.
Cuando pasa esto, Dios me recuerda uno de los encuentros más memorables de Jesus con dos hermanas muy famosas: Marta y María. A través de ese relato, Dios me muestra la condición de mi corazón, no para avergonzarme sino para sanarme, para ayudarme a amarle. Él permite que vuelva mi mirada a Él. (Lucas 10:38-42)
El Salvador estaba compartiendo con ella, lo tenía tan cerca, pero no lo pudo notar...
¿Recuerdan a Marta? Ella estaba preocupada, afanada y turbada en hacer esto y lo otro, en tener preparado todo, y en medio de esas tantas actividades, perdió de vista lo más importante: ¡Jesús estaba en su casa! El Salvador estaba compartiendo con ella, lo tenía tan cerca, pero no lo pudo notar, no se detuvo a pensar en esa maravilla. Mientras tanto, vemos a María, su hermana ¿recuerdan que hizo ella? ¡Maria se había sentado a los pies del Señor! Ella hacìa una sola cosa, la más importante, Maria estaba disfrutando de la presencia y compañía de Jesus.
Creo que en nuestro caminar con Dios a veces nos pasa que empezamos a caminar en el hacer, en la ley, en las obras. Aquello nos va desgastando poco a poco e impide que veamos la importancia del vivir una vida abundante en Cristo. A veces, nos concentramos en el hacer, en lugar del ser. Nos olvidamos de que lo más importante es disfrutar de esa relación que podemos tener con el Padre a través de Jesucristo.
“Porque por medio de Él (Jesús) los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre” (Efesios 2:18).
Él quiere de nosotras es que vivamos una relación de dependencia a Él, que la disfrutemos realmente.
Dios se goza cuando llevamos a cabo todas esas responsabilidades espirituales que como cristianas tenemos y anhelamos hacer, pero, sobre todas las cosas, lo que Él quiere de nosotras es que vivamos una relación de dependencia a Él, que la disfrutemos realmente. Y al estar en Su presencia Dios pone ese deseo, esa necesidad de buscarle cada vez más y más, pero esta vez con una motivación correcta, Su amor y el deleite que encontramos en Él.
Y es ahí, cuando volvemos a Su presencia, que nuestro corazón queda al descubierto, y podemos ver que estábamos caminando de manera defectuosa en nuestra relación con Dios. En medio de esos momentos, el Padre nos abraza, nos restaura y nos llena de Su amor perfecto e inigualable; aquel amor que sana, que da libertad, gozo.
...sabiendo que Él nos amó́ primero, ahora nosotras lo amamos a Él y en gratitud le servimos.
Solo si nos volvemos a Cristo, podremos vivir esa vida abundante que nos ha sido dada gracias a Jesús y podemos caminar en una relación de amor con el Padre. ¿Sabes? Lo maravilloso es que es Su amor el que nos cambia, nos permite ser sensibles a la condición de nuestro corazón, a servirle de mejor manera porque estamos viviendo en Su Gracia, sabiendo que Él nos amó́ primero, ahora nosotras lo amamos a Él y en gratitud le servimos.
“En esto se mostró́ el amor de Dios para con nosotras, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por Él. En esto consiste el amor: no en que nosotras hayamos amado a Dios, sino en que el nos amó a nosotras...” (1 Juan 4:9-10).
Hoy, querida amiga, te animo a que te detengas, a que analices cómo se encuentra tu caminar con Dios y si es que quizás sientes que has dejado de disfrutar de tu relación con Dios. Te animo a que puedas volver al Padre, arrepentirte, y pedirle que Él te apunte a Su amor, que te llene de Su presencia para que ahora tengas discernimiento y la motivación correcta: Su amor. Que en cada cosa que decidas hacer, lo hagas por amor a Tu Padre, porque disfrutas de tu relación con Él y que ese deleite te lleve a vivir aquella vida abundante que Dios quiere que vivas.
Nuestro Padre desea que disfrutes de tu relación con Él, que lo ames a Él y que camines en libertad, en Su amor.
Conoce a la escritora
Mi nombre es Joselyn, pero me dicen Joss. Soy Hija de Papá Dios, siempre diré que es Su Gracia sobre mi vida, vivo por Él. Tengo 19 años, soy de Ecuador, actualmente estudio Turismo.
Uno de mis sueños es crear un lugar que pueda ayudar y bendecir a muchas personas, en el que se sientan en casa y en familia. Ocasionalmente colaboro en el ministerio de jóvenes de la Iglesia que soy parte. Me encanta escribir, mi anhelo es que Dios siempre sea mi fuente de inspiración y así llevar esperanza a más vidas. Llevar luz, esperanza, vida, llevar a Jesús. :)
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