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¿Quién se lo podría imaginar?


Por Karla Yaneli Martínez Díaz


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Una de las cosas que más llaman mi atención en mi propia vida es darme cuenta de mi incapacidad para comprender lo que estoy viviendo el día de hoy, es increíble como siempre batallo con mi presente, con esas circunstancias por las que atravieso, o bien, con esas que quisiera vivir pero que aún no llegan, y al final del día, debido a lo limitado de mi pensamiento, no es sino hasta que el hoy se vuelve pasado y echo la mirada hacia atrás que puedo encontrar un mayor sentido a lo que sucedió o no en mi vida ¿Te suena familiar?.


Y es que ¿sabes? nuestro pensamiento humano es tan estrecho para alcanzar a imaginar el por qué el Autor está escribiendo las líneas de nuestra historia en la manera en la que lo está haciendo, que sólo es hasta que vemos en retrospectiva lo vivido que podemos entender un poquito mejor el propósito de nuestro pasado.


Lo cierto es que no deberíamos de asombrarnos ante ello. En realidad, esta ha sido la historia de la humanidad, siempre ha sido así, tenemos corazones y mentes que son limitados para imaginar el impacto que nuestro presente tendrá hacia un tiempo futuro.


Adán y Eva jamás hubieran podido imaginar lo que les iba costar (y no sólo a ellos sino a toda su descendencia) la decisión que un día tomaron en el Edén; Abraham y Sara jamás hubieran podido imaginar el gran pueblo que iba a surgir a partir de la infertilidad que Dios eliminó de su cuerpo; David jamás hubiera podido imaginar cómo la intimidad que día tras día cultivó con Dios impactaría el futuro de su pueblo; y, el pueblo judío jamás hubiera podido imaginar cómo el nacimiento que aconteció en aquella población llamada Belén, sería el parteaguas de la humanidad entera: uno que dividiría la historia del mundo en un antes y un después, uno en el que nunca nada volvería a ser igual.


En verdad, aquel día en que Jesús nació nadie hubiese podido imaginar lo que estaba aconteciendo en esa población tan pequeña e insignificante, ni lo que su venida a este mundo traería consigo, menos aún el efecto que su vida y muerte produciría por siempre para la humanidad entera.


¿Quién acaso hubiera podido imaginar que ese bebé recién llegado a este mundo era Dios hecho hombre? ¿Quién hubiera podido imaginar que ese niño que crecía como cualquier otro era el Rey que los judíos esperaban con tanto anhelo? ¿Quién hubiera podido imaginar que ese Rey no llegaría a este mundo de la manera en que su pueblo lo esperaba? ¿Quién hubiera podido imaginar que ese maestro que predicaba sermones cuyas ideas quebrantaban corazones, derribaban paradigmas y dirigían el pensamiento hacia nuevas realidades, continuaría aún hoy en día enseñando a la humanidad entera? ¿Quién hubiera podido imaginar que ese niño nacido en Belén se haría hombre y entregaría su vida en una cruz? ¿Quién hubiera podido imaginar que su muerte en esa cruz, sería la puerta para conocer la verdadera paz, esperanza y salvación para este mundo? ¿Quién hubiera podido imaginar que después de más de dos mil años, su nombre continuaría siendo proclamado, su obra dada a conocer, sus enseñanzas siendo compartidas, y su obra hecha realidad en la vida de tantas generaciones?


Nadie, absolutamente nadie podría haberlo soñado, seguro que los pastores que iban a Belén conmocionados por el nacimiento que se anunciaba jamás alcanzaron a dimensionar quién era ese bebé; seguro que María ni con la fe y sumisión que las Escrituras nos informan, pudo vislumbrar el alcance que iba a tener quien se estaba gestando en su vientre; y, seguro que los discípulos de Jesús no tenían idea de lo que significaba pasar los días y noches al lado de su maestro, y la forma en que todo lo que aprendían trascendería para todas las generaciones venideras.


Esa es nuestra realidad, mi querida amiga, nuestro entendimiento no “alcanza” para imaginarnos el sentido y propósito que Dios tiene para un futuro, a través de lo que Él está escribiendo el día de hoy.


Sin embargo, ¿te has detenido a pensar en alguna ocasión que a diferencia de aquellas personas de las que nos da noticia la Biblia, nosotras tenemos la dicha de apreciar lo que ha significado la venida de Jesús a este mundo? Vaya que tenemos tremenda bendición en nuestra vida. Gozamos de la oportunidad de saber que hace más de dos mil años, a través de ese nacimiento en Belén, iniciaba la promesa de redención que desde el principio de los tiempos Dios tenía para la humanidad.


Esa “oportunidad” no es asunto menor, sino que es un verdadero regalo, porque nos permite atesorar con conciencia y convicción lo que significa para la humanidad el nacimiento de Jesús, su llegada a este mundo: el cumplimiento de un nuevo pacto de Gracia del cual tú y yo, por la buena voluntad de Dios, somos partícipes.


En Efesios 3:12 la Biblia nos dice que Gracias a Cristo y a nuestra fe en Él, es que podemos entrar en la presencia de Dios con toda libertad y confianza. ¿No te parece la verdad más alentadora que podemos tener en nuestra vida? Puede que lo hayas leído antes o incluso que lo escuches con regularidad, pero amiga mía, te animo a que nos detengamos un poco en este punto ¿Realmente nos damos cuenta de lo que significa que Jesús se haya hecho hombre y haya venido a habitar en esta tierra? Gracias a esa llegada, Cristo cumplió el propósito eterno de darse a sí mismo como la paga de los pecados de todos aquellos que depositaran su fe en Él, y pudiéramos tener paz con Dios. Gracias a ese incomparable sacrificio, es que nosotras podemos gozar de la justicia de Dios, podemos tener una relación directa con Él, podemos hablarle, escucharlo, sentirlo, vivirlo, y podemos tener la certeza de que nuestra vida no acaba cómo el mundo lo piensa, sino que sabemos que disfrutaremos de una eternidad a Su lado.


Por tanto, aunque los estudios históricos nos indiquen que el nacimiento de Jesús no aconteció en estas fechas, ello no quita la posibilidad de que veamos estas fechas en la que el mundo entero celebra la “Navidad”, como la oportunidad para celebrar con plena conciencia y convicción el nacimiento de Jesús, como el comienzo de la promesa de redención materializada, la llegada a esta tierra de quien sería el único camino para lograr una reconciliación total con Dios, y obtener la esperanza de una vida eterna a Su lado, en la que, por fe, sabemos que un día el dolor y el pecado desaparecerá por siempre, seremos revestidos de cuerpos gloriosos, y veremos nuevos cielos y nueva tierra.


Amiga mía: en ti y en mí no cabe la pregunta ¿quién se hubiera podido imaginar? Porque, por la Gracia del Señor, gracias al tiempo en que vivimos ahora tenemos seguridad y conocimiento de lo que significó el nacimiento de Jesús, su vida y su muerte, y por fe, creemos en lo que sucederá con Su regreso. Aprovechemos pues esa oportunidad, y celebremos con gozo y gratitud este glorioso nacimiento, y el impacto indescriptible que hoy en día ello ha significado, y mejor aún lo que seguirá significando para las generaciones venideras hasta la eternidad.


Así que sintámonos dichosas y atesoremos tales verdades, no nos distraigamos con la vanidad ilusoria de lo que este mundo nos muestra como la Navidad, pues esta época es mucho más que luces, colores, regalos, celebraciones y buenos deseos, la Navidad es, primordialmente, la ocasión propicia para detenernos a meditar que tenemos un Dios bueno y fiel que, a través del nacimiento de un niño, comenzó con el cumplimiento de su promesa de salvación.


Bajo esa perspectiva, te digo desde lo más profundo de mi corazón, querida hermana en la fe: “Feliz Navidad 2021”.



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