¿Para qué estoy aquí? la importancia de la Gran Comisión
- María de los Ángeles Zeta Nima

- 19 sept
- 5 Min. de lectura

Estoy segura de que todas nos hemos hecho esta pregunta alguna vez, de alguna u otra forma, ya que es una de las preguntas existenciales más comunes que tiene que ver con nuestro propósito. De hecho, esa palabra, «propósito», muchas veces resulta confusa porque suele usarse como sinónimo de meta. Sin embargo, son muy diferentes.
Una meta tiene que ver con un objetivo específico y, por lo general, ésta forma parte del propósito. Mientras que propósito, significa algo mayor. Es más, como cristianos, sabemos que desde que el hombre desobedeció perdió todo sentido de propósito y, por ende, va por ahí buscando en cisternas rotas cuál es ese propósito, en lugar de ir a la Fuente de agua viva.
Ahora, te preguntarás ¿qué tiene que ver esto con la Gran Comisión? Podríamos decir que todo. Como cristianas sabemos que no tenemos que buscar en otro lado cuál es nuestro propósito o la respuesta a esa gran pregunta porque la Biblia, que es nuestra norma absoluta, nos revela parte de ese propósito de la siguiente manera: «Acercándose Jesús, les dijo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28:18-20, énfasis añadido).
Este texto nos indica cuál es nuestro propósito o misión, y dirige nuestra mirada a lo que Jesús quiere profundamente: que todas las personas lo conozcan y respondan al Evangelio en fe y obediencia.
Como miembros del Cuerpo de Cristo, nuestro propósito está claramente definido en la Escritura y es reafirmado en este pasaje: Vivir para proclamar al Dios que nos salvó. Además, la gran comisión resume, de forma clara, la importancia de nuestra misión de evangelizar, al bautizar, enseñar y discipular a personas de todas las naciones.
Después de haber consumado Su obra de redención y haberla completado en su totalidad, es el Cristo resucitado el que se acerca a Sus discípulos, a los que creían y dudaban, para recordarles que Él tenía toda la autoridad y el poder (no un poco de autoridad o poder), sino toda la autoridad y potestad, autoridad ilimitada. Si te has dado cuenta, esa palabra «toda» es clave porque une a todos los versículos; de esa manera, si Jesús no fuera Dios, estaría expresando una mentira o blasfemia. Pero sabemos con certeza que Él es el Dios hecho Hombre, la segunda Persona de la trinidad, diciendo que tiene toda la autoridad en sí mismo, en el cielo y en la tierra. La gran comisión no tendría sentido sin la autoridad reafirmada por Jesús.
Debemos comprender que es Su autoridad la que nos manda, no nosotras mismas, un hermano, o un líder. Tampoco es una sugerencia, sino que es un mandato del Dios que nos redimió, a fin de anunciar las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable (1 P 2:9).
Como dice Spurgeon: «Jesús dijo “Id” a unos discípulos muy imperfectos. “¿Quién irá de esta primera banda de discípulos? Irá Pedro, el impulsivo y obstinado. Irá Juan, quien algunas veces desea llamar fuego del cielo para destruir a los hombres. Irá Felipe, con quien el Señor ha estado tanto tiempo y, sin embargo, no lo ha conocido. Irá Tomás, quien tuvo que poner su dedo en las marcas de los clavos, si no, no le creería. Sin embargo, el Maestro les dice: ‘Vayan ustedes, toda potestad me es dada, por tanto, id’. Ustedes son tan buenos para mi propósito como cualquier otro lo sería. No hay poder en ustedes, lo sé, pero todo el poder está en mí, por tanto, vayan”».
Ahora, esto es sumamente importante, pero no lo entenderemos si no comprendemos y recordamos, una y otra vez, lo que Jesús hizo por nosotras en la cruz porque lo olvidamos continuamente. Así que, la importancia de todo esto radica en el Evangelio.
El Evangelio
Esa maravillosa noticia que nos dice que Dios mismo vino a este mundo en la Persona de Jesucristo, vivió la vida perfecta que tú y yo no pudimos vivir, murió la muerte que merecíamos pagando definitivamente el precio por nuestros pecados para que nosotras también pudiéramos resucitar de la muerte y estar con Su Padre, el Único Dios Vivo y Verdadero para siempre. Todo lo que Jesús hizo nos debe motivar, animar e impulsar a trabajar cada día para que otros conozcan al Dios que nos salvó y es digno de toda honra, gloria y honor.
Vayan...
Así que, debemos ir. La palabra griega para ir es «proreúomai», que se traduce al español como andar, viajar, vivir. Esto es sorprendente porque a veces pensamos que ir significa sólo ser misionero transcultural y viajar a otro país. Pero, aunque sí, debemos promover las misiones globales, todas tenemos la responsabilidad de hacer que este legado se mantenga. Cada iglesia debería estar trabajando no sólo en apoyar sino en enviar misioneros a otras partes del mundo. John Piper dijo: «Todos los que creemos, ya sea que vayamos, enviemos o desobedezcamos: somos los que entran en las minas, los que sostienen las cuerdas, o los que piensan que no es un asunto de su incumbencia. Alégrate si eres parte de una iglesia que no sólo apoya, sino que envía a familias e individuos a llevar el Evangelio a los pueblos del mundo».
Pero este “ir” no significa meramente ir a Asia a hacer misiones, sino que es un estilo de vida. Mientras andamos y vivimos, cumplamos este propósito y misión para la que fuimos llamadas, independientemente de donde estemos. Muchas veces será en la universidad, en nuestros trabajos, hogares, vecindario, al ir a tomar un café con amigas, al cuidar niños, ayudando a pensar a las personas profundamente, etc.
Un llamado para todos
La gran comisión es un llamado para toda la iglesia, todos los discípulos de Jesús están llamados a hacer más discípulos de Jesús. No solo es para pastores, maestros o misioneros. A todos se nos ha dado este mandato y asignado esta responsabilidad.
¿Cómo lo hacemos?
Además de todo esto, debemos también recordar que Él prometió estar con nosotras todos los días. ¿Cómo es esto? ¿Cómo es que te vas, Jesús, pero estarás con nosotras? Haciéndole honor a Su nombre, Emmanuel, Él es Dios con nosotras. Es Su Espíritu el que nos unió a Él por medio de la fe. Estamos en Él. Como dijo Gerrit Scott Dawson: «Mi pequeña vida es absorbida en la grandeza de Cristo. Él está con nosotros de manera más profunda porque por el Espíritu estamos en Cristo. Mi propósito en la vida, por lo tanto, está dirigida por Su misión para Su pueblo».
Sólo podremos hacerlo en dependencia de Él, nosotras somos incapaces naturalmente. Necesitamos Su poder, y eso es sobrenatural. Necesitamos que el Espíritu nos dé poder, nos llene y capacite para anunciar con denuedo la Palabra de Dios (Hch 4:31).
Por esa razón, querida hermana, te animo a despertar, a salir de la comodidad y que, con los ojos puestos en Él, vayas, ahí, donde sea que te encuentres.

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Diseños: Constanza Figueroa / @coni.figueroaok






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