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Newsletter: ¿Qué hacer cuando mis planes se frustran?

Desde que tengo uso de razón, y aprendí que septiembre es el mes de mi cumpleaños, no hay año que no espere con grandes ansias este mes. Sin embargo, por alguna extraña razón, este año la situación fue un poco diferente. Cada vez que se acercaba el mes solo pensaba en una sola cosa, y no era mi cumpleaños, sino el resultado de la prueba de ingreso a la universidad. 


Me había preparado para la prueba durante todos los meses previos. En agosto la presenté y, de ahí en adelante, me quedé en modo «espera». Cuando finalmente salieron los resultados, solo pensaba en que estaba a un «click» de descubrir mi futuro. Pero mi futuro no fue como yo lo estaba pensando. «Usted no fue admitido», fue lo que leí cuando ingresé a la página. Me quedé en blanco. Tenía una extraña sensación de sentimientos encontrados que, la verdad, ni sé cómo describir. Así que hice lo que se supone que toda hija de Dios debe hacer cuando algo pasa en su vida (bueno o malo): Orar. Le di gracias a Dios y le dije: «a partir de ese momento solo quiero una sola cosa y es entender con sabiduría tu voluntad». 


Sé que todas hemos pasado, de alguna manera, por una situación parecida a ésta, o puede que, incluso, tú la estés pasando en este momento. En mi caso, practicar algunas disciplinas espirituales me ayudaron a entender que mis planes jamás habrían de compararse con los planes y la voluntad de Dios; pues los de Él son perfectos. 


  • Leer Su Palabra


Filtrar nuestras emociones no es una tarea fácil, pero cuando entiendes que Dios te da la seguridad de que Él está contigo, eso no tiene precio. La Palabra nos dice que Él es nuestro guardador (Sal 121:5-8), roca fuerte (Sal 18:2), pronto auxilio (Sal 46), y quien ha prometido estar con nosotras hasta el fin del mundo (Mt 28:20). 


La Biblia no es únicamente el libro más perfecto, inerrante e irrefutable que ha existido, sino que también es el único libro que nos muestra con mayor claridad el carácter de un Dios que no se equivoca y que cumple cada una de Sus promesas. 


Cuando me dispuse a leerla, no quise hacerlo esperando encontrar una respuesta clara a: «¿ahora qué voy a hacer?». Simplemente decidí escuchar lo que Dios tenía para decirme y descansar en el hecho de que Sus planes son mejores que los míos. 


Esto me llevó a poner en práctica una segunda disciplina.


  • Meditar y reconocer que Sus planes son mejores que los nuestros


«El hombre propone y Dios dispone. Todo el mundo cree hacer lo mejor, pero Dios juzga las intenciones. Deja en manos de Dios todo lo que haces, y tus proyectos se harán realidad» (Pr 16:1-3 TLA). 


Nuestra mente es una fábrica de sueños. Todos los días estamos, constantemente, creando metas y proyectos en nuestra mente que anhelamos poder cumplir algún día y, la verdad, eso no está mal. El problema radica cuando, en nuestra mente y corazón, alejamos esos planes de los de Dios. Nuestro corazón, por naturaleza, es orgulloso y altivo, quiere buscar siempre lo suyo propio. Pero el Padre piensa distinto. Él desea que los anhelos de nuestro corazón vayan ligados a los de Él, o sea, sin orgullo ni vanagloria, sino bondadosos y honestos, santos y sin mancha. 


Para concluir


Queridas lectoras, sé que no es fácil entender la voluntad del Padre y vivir plácidamente en ella. Sé que todas anhelaríamos tener al Padre aquí mismo, de manera tan tangible, que fuese imposible no reconocerlo. Sin embargo, la obra de Su Espíritu en nuestros corazones es como un bálsamo, Su Palabra es como una «curita» eterna que nos alienta y nos motiva a no rendirnos. 


Hoy, tal vez, la situación fue perder tu trabajo, perder a un ser querido, la traición de una persona a la que apreciabas, o no pasar la prueba de la universidad, pero mañana podrás ver que esta prueba te ha permitido descubrir el cuidado de Dios en tu vida, Su amor inmutable expuesto en todo Su esplendor, la obra de Su perfecta providencia. 


Que todos los días esté en tu boca la misma oración de David: «Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud» (Sal 143:10). 


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Diseño: Ambar Arias

 
 
 
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