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Foto del escritorJoselyn Torres

Me Rindo




¿Alguna vez has estado tan cansada y cargada que hubieses preferido solamente llorar? ¿Te resulta sencillo rendirte? ¿Te cuesta parar? Soy alguien que tiende a estresarse muy rápido, pienso en esto y en aquello, me “pre"-ocupo antes de que las cosas sucedan. Como seres humanos, algo que tendemos a hacer es a querer controlarlo todo, he allí el problema.

Hace unos días inicié una etapa nueva en el área estudiantil, tenía que adaptarme a una nueva modalidad de estudio, así que, antes de que todo inicié, me planifiqué, me organicé lo mejor que pude, parecía que todo iba a la perfección hasta que la primera semana llegó. Una tarea, luego otra, mil y un pestañas de internet abiertas, más responsabilidades, el tiempo pasaba más rápido que antes y “trataba” de dar lo mejor de mí. A mitad de semana, todo se tornó gris, llegó un punto en el que todo mi orden se derrumbó. Me sentía cansada y tenía más pendientes que cumplir, mi mente solo pensaba “Tú puedes, no te rindas”, esa tan conocida frase motivacional puede parecer perfecta para el momento y hasta consoladora, es lo que constantemente escuchamos de nuestros amigos, familia, en las redes sociales; siempre nos están motivando a seguir y no parar.

Pero es necesario parar, es necesario rendirse. Muchas veces creemos que rendirnos significa fracasar, pero, en este tiempo, he aprendido que rendirte significa también una oportunidad. Para que nuestra mente se re-enfoque en lo eterno, no en lo urgente, no en lo temporal y pasajero. A veces vivimos nuestro día a día de forma mecánica, como robots, pero no lo somos y Dios, en su infinita misericordia, nos lo recuerda.

En medio de la situación que tuve que pasar, me recordaba “No dejes que las emociones te dominen, tú puedes, no te rindas” (suena genial, ¿no?) Pero realmente eso es solo una ilusión, llegó el punto en el que no pude más, lo estaba haciendo todo en mis fuerzas, había empezado a luchar sola. Ahí estaba mi error y seguramente el error de muchas de nosotras, creemos que somos súper poderosas (suena cómico) y que vamos a poder con todo, pero lo cierto es que eso es una mentira. Antes de que el día terminase, me sentí agotada emocionalmente, mentalmente y físicamente. Me sentía en medio de la nada. Cuando me di cuenta, de mis ojos salieron lágrimas, una tras otra, hasta que se convirtió en llanto. Solo pude decir: “¡No puedo más!” Justo ahí… Me rendí, bajé las armas, dejé de luchar y levanté mi mirada en busca de Su rostro, de Su presencia, en busca de Él. Reconocí que soy débil, que soy limitada, que no puedo con todo. ¡Que liberador es! Dios permite ello, para que solo lo necesitemos a Él. Sucede que, al estar tan acostumbradas a las actividades del día a día, no prestamos cuidadosa atención a Su voz, hasta que Dios dice “Detente, ven a mí”.

Vivimos muy cargadas, con los afanes del día a día, Dios mismo se encarga de ponernos un alto y mostrarnos que lo mejor que podemos hacer es rendirnos, por nuestro bien y en obediencia a Él. Solamente Jesús trae paz y orden en medio de esa tormenta de emociones, de estrés, de frustración.


Jesús nos dice: “Vengan a mí todas ustedes que están cansadas y agobiadas y Yo les daré descanso” Mateo 11:28. Dios nos ha dotado de muchas habilidades, capacidades, responsabilidades y demás, pero si empezamos a hacer todo esto en nuestras limitadas fuerzas, ten por seguro que terminaremos agotadas. Necesitamos a Dios en TODO, dependemos de Él en cada momento.


Los seguidores de Jesús pasaron por diversas pruebas, un claro ejemplo es Pablo y me resulta asombroso observar 2 Corintios 12:10 “Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. Lo que vivimos hoy en día, probablemente, no se compara a lo que él vivió, pero Pablo había entendido que la verdadera fortaleza para afrontar cualquier situación venía solamente de Jesús, de depender de Él.

No se imaginan lo liberador y refrescante que se siente decir: Me rindo, soy débil, pero sé que Tú eres fuerte y me sustentas. Hermana, lo que yo pasé quizá no se compara en lo más mínimo con lo que tu hoy estás viviendo, pero lo que quisiera decirte es que está bien rendirse, rendirse a Él. En Él encontramos el verdadero descanso y refugio, Él renueva nuestras fuerzas para vivir el día a día. Pero, sobre todo, nos recuerda que debemos regresar a la fuente de vida, a Dios. Hoy recuérdate descansar en Su presencia, ser guiada por Él. Las misericordias de Dios se renuevan cada día y puedes descansar en que Él guía. En medio de la tormenta, en medio del caos, solamente Él es nuestro lugar seguro.


Hoy decide rendirte, soltarlo todo y levantar tus manos hacia el cielo en adoración. Cuando adoras empieza una transformación, algo en ti cambia. La adoración importa. Nos recuerda que Él es Dios, Él es Señor y nosotras dependemos de Él. Vivamos arraigadas a nuestro Padre y caminemos confiadas en Su compañía eterna.


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