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Explicando las razones de tu fe


Hace unos días compartí en Instagram una imagen con un versículo de Efesios 2, y a los pocos minutos recibí un mensaje directo pidiéndome explicación por lo que decía el versículo. De esa «simple imagen» surgió una conversación muy interesante, en la que la persona pensaba que no estaba de acuerdo con lo que decía el verso, pero en verdad, lo que estaba pasando es que no conocía todo el contexto para poder comprender el texto en su totalidad.


¿Alguna vez has estado conversando con alguien que, por no pensar igual que tú, demanda que le expliques las razones que tienes para creer lo que crees? Eso es apologética.


La palabra «apologética» viene del griego «Apología», que significa defensa o discurso de defensa. Quizás leas esto y pienses que este término le sirve mejor a los abogados en los tribunales o a los filósofos o grandes intelectuales. Sin embargo, la palabra «apología» aparece en la Biblia y en 1 Pedro 3:15 podemos ver claramente que el propósito de la apologética es, la defensa de lo que creemos. 


Para «hacer apologética» necesitamos saber qué creemos y ser capaces de explicar por qué lo creemos.


En el contexto del pasaje, se habla del sufrimiento de la iglesia por hacer el bien. Pedro nos anima a «no tener miedo ni turbarnos» (1 Pe 3:14) cuando estamos sufriendo por causa de la justicia. «Sino santifiquen a Cristo como Señor en sus corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que les demande razón de la esperanza que hay en ustedes. Pero háganlo con mansedumbre y reverencia» (1 Pe 3:15).


Entonces ¿cuál debe ser nuestra reacción? 


Honrar a Dios


«[...] sino santifiquen a Cristo como Señor en sus corazones [...]»

Cuando Jesús les enseñó a orar a Sus discípulos, oró así: «Padre nuestro que estás en los cielos, Santificado sea Tu nombre» (Mt 6:9). Santificar el nombre del Señor es un acto de obediencia, en el que reconocemos Su Santidad y Soberanía, lo cual se traduce en adoración sincera de nuestros corazones. Cuando nuestras vidas tienen en primer lugar a Dios, buscamos con diligencia conocerle y someternos a Su voluntad. Santificar a Cristo es honrarlo y reconocer que Él es nuestra Esperanza.


Estar preparados


«[...] estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que les demande razón [...]»

Hermanas, el Señor nos llama a estar preparadas para hacer apología, no porque Él necesite que lo defiendan, sino porque nos demandarán razón de nuestras creencias. Estar preparadas significa que debemos estudiar la Palabra diligentemente y entender lo que dice el contexto; por lo que también debemos aprender historia e incluso ciencia. Diversas disciplinas corroboran nuestra fe pero por falta de conocimiento muchas veces no podemos satisfacer los cuestionamientos de los no creyentes y mucho menos presentarles el evangelio.


Manifestar nuestra Esperanza


El evangelio nos transforma. Cuando conocemos a Jesús, nuestras vidas pasan de un reino de tinieblas a un reino de luz y, como cristianas, debemos reconocer que no importa la situación difícil, la crisis económica o la decadencia moral del mundo, no tenemos miedo porque sabemos que tenemos una Esperanza como ancla firme de nuestras almas (Heb 6:19). ¿Nuestras vidas manifiestan esa esperanza?


Defender con mansedumbre y reverencia


Todos deberíamos tener tatuado en nuestros corazones este mandato: «Hablar la verdad en amor». Muchas veces simplemente no sabemos cómo tener una conversación con alguien que tiene puntos de vista distintos a los nuestros. Sin embargo, amada hermana, si nosotras no aprendemos a defender lo que creemos con una actitud mansa y humilde, en lugar de bendecir con nuestra «defensa», vamos a alejar a las personas de la Verdad.


La apologética no se trata de ganar un debate, de lucirnos con los mejores argumentos y parecer los más intelectuales, más bien, se trata de ganar corazones, de ser obedientes a nuestro Señor y demostrar que el evangelio es real y confiable.


¿Es útil la apologética para mí, como mujer?


La apologética cristiana no es solo para pastores y líderes de iglesia. Es para ti y para mí. Nosotras como mujeres debemos ser capaces de defender nuestra fe. No creemos porque sí. Creemos porque Dios, en su infinita misericordia y, a través de Jesús, nos ha salvado y, por Su gracia, nos ha dejado más que suficientes evidencias para probarlo.


Existen dos formas de hacer apologética: defensiva y ofensiva


La apologética defensiva es aquella que se concentra en defender la veracidad de la Biblia, mientras que la ofensiva, se concentra en afrontar las falsas enseñanzas y filosofías del mundo. Ambas las debemos entender, pues seguro que, si aún no las hemos usado, en algún momento lo haremos.


  • Si eres madre, tus hijos probablemente te han hecho o te harán muchas preguntas sobre Dios y la iglesia. 

  • Si eres soltera, es posible que en tu trabajo cuestionen muchas cosas que haces o no haces y terminen debatiendo sobre el evangelio. 

  • Si estás en la universidad, seguro que has experimentado ataques por parte de compañeros o has tenido maestros que afirman que lo que la Biblia dice no es verdad. 


Cualquiera que sea la etapa de vida en la que estemos, nos demandarán la razón de nuestras creencias y necesitamos ser capaces de darla.


Desde el Antiguo Testamento hemos visto a Dios demostrando al pueblo de Israel que Él es un Dios Poderoso, Fuerte, lleno de misericordia y amor. Con milagros y señales el Señor cumplía a Su pueblo Sus promesas. 


Dios le pedía a Su pueblo que creyera en Él y les daba miles de razones para hacerlo. Pero muchas veces hacían como hacemos nosotras hoy, que vendamos nuestros ojos e ignoramos la realidad que se nos manifiesta incluido el mismo sol que vemos cada mañana al despertar. Porque, como dicen las Escrituras «Los cielos proclaman la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de Sus manos» (Sal 19:1).


Más adelante en el Nuevo Testamento, vemos a los primeros cristianos dar discursos sobre su fe frente a grandes multitudes. Pedro cuando dijo: «Hombres de Israel, escuchen estas palabras: Jesús el Nazareno, varón confirmado por Dios entre ustedes con milagros, prodigios y señales que Dios hizo en medio de ustedes a través de Él, tal como ustedes mismos saben» (Hc 2:22). Lo que hace Pedro es recordarles que ellos tenían pruebas y habían visto por sí mismos las maravillosas obras que Dios había hecho por medio de Jesús.


A través de la historia, Dios ha usado grandes hombres para derribar las mentiras que el mundo quiere construir alrededor del cristianismo y probar que las Escrituras, y las historias que se narran en ella, son reales y verificables.


En la actualidad también necesitamos probar nuestra fe, quizás hasta con más vehemencia que en la antigüedad. El mundo ha ido creyendo tantas mentiras que lo alejan de Dios y lo separan del propósito para el que fue creado, que debemos llenar nuestros corazones de Cristo y reafirmar el compromiso que tenemos de presentarles a Jesús. 


Por eso hermanas, debemos estar preparadas para glorificar a Dios, derribando las falsas enseñanzas que reinan en la tierra, y que han ido aplastando vidas y conquistado corazones que necesitan con urgencia entender la Verdad del Evangelio.


Dios nos fortalezca y ponga en nuestras bocas las palabras adecuadas para que, ante la incertidumbre de un mundo sediento, podamos demostrar que le servimos a un Dios vivo, más poderoso que la ciencia, creador de todo el Universo y que se ha revelado a nosotros claramente, viniendo al mundo como hombre y habitando en medio nuestro (¡¡wow!!).


¡Gloria a Dios porque Su Palabra es Verdad y sabemos que allí Él nos ha revelado todo lo que necesitamos conocer de este lado de la eternidad!



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Diseños: Constanza Figueroa

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