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Foto del escritorAlejandra Minton

¿Cómo es que la iglesia es una comunidad?


En mi niñez, mi familia tuvo una vida algo aislada. Habíamos emigrado a un nuevo país y no conocíamos a nadie. Durante los primeros 15 años de mi vida en este país, mis padres, mayormente se mantuvieron solos y no tuvieron muchas oportunidades de relacionarse y conocer otras personas. No fue hasta que mis padres comenzaron a asistir a una iglesia cristiana, que descubrí lo que significa tener una familia fuera de los parientes inmediatos. Dios usó la iglesia local para abrir las puertas para que mi familia experimentara lo que significa vivir en comunidad; lo que significa servir y ser servido como Cristo nos ha servido.


Cuando escuchas la palabra «iglesia», ¿qué te viene a la mente? Tal vez piensas en un edificio, un grupo de personas reunidas o un pastor predicando un sermón. Tal vez tengas algunos recuerdos felices asociados con la iglesia, o tal vez tus recuerdos no sean tan agradables. Cualquiera que sea tu experiencia con la iglesia, quiero que sepas que una de las funciones de la iglesia dada por Dios es ser una comunidad de creyentes.


Si buscas la palabra «comunidad» en el diccionario de la Real Academia Española, encontrarás que significa «conjunto de personas vinculadas por características o intereses comunes». Entonces, ¿qué tiene eso que ver con la iglesia? Bueno, Wayne Grudem define a la iglesia como «la comunidad de todos los verdaderos creyentes de todos los tiempos». Esto significa, entonces, que la iglesia funciona como una comunidad de creyentes que trabajan juntos para cumplir su propósito. Tim Challies resume este propósito como glorificar a Dios «al adorarlo, edificando a Su pueblo y evangelizando al mundo». Finalmente, Pablo deja muy claro en Efesios 3:20-21 cuál es el propósito de la iglesia: «Y a Aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros, a Él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén» (énfasis añadido). 


Es el propósito de reunirnos como iglesia, de amar a Dios y amarnos unos a otros, lo que une a un grupo de personas muy diferentes y las convierte en una comunidad. Jesús explicó los dos grandes mandamientos: «[...] “y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza”. El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay otro mandamiento mayor que estos» (Mr 12:30-31). Y fue exactamente esto lo que experimenté por primera vez cuando mi familia comenzó a asistir a una iglesia evangélica.


Recuerdo que pasamos de estar algo aislados, a tener personas constantemente en nuestras vidas. Los hermanos de la fe venían a nuestra casa y nosotros íbamos a sus casas todo el tiempo. Fue en esta iglesia donde aprendí lo que era el discipulado, ya que fui discipulada por tres mujeres mayores que amaban la Palabra de Dios y buscaban amarme a mí. Fue a través de esta iglesia que pude vivir lo que dice Hebreos 10:24-25: «Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca». Fue a través de esta iglesia que vi que el «uno con el otro» de la Biblia cobraba vida. (Si no estás familiarizada con el «uno a los otros», son los versículos bíblicos que nos señalan y nos muestran más específicamente cómo amar y servir a otros creyentes en la iglesia. Incluyen honrarse unos a otros (Ro 12:10), edificarse unos a otros (1 Tes 5:11), amonestarse unos a otros (Col 3:16), llevar las cargas unos a otros (Gá 6:2), etc.).


La iglesia local está destinada a ser un organismo vivo que respira. Una persona aislada no puede hacer lo que puede hacer la comunidad de creyentes. Por eso Dios dijo que «no es bueno que el hombre esté solo» (Gn 2:18) y por eso Pablo describe a la iglesia como un cuerpo que funciona con diferentes partes como lo hace un cuerpo humano (1 Co 12). Pablo toma la analogía del cuerpo y describe cómo la mano tiene su función y el pie tiene su función, y el uno no está destinado a hacer el trabajo del otro. Así, Dios ha creado iglesias locales para que los seguidores de Cristo se unan con el propósito de amar más a Dios y servirnos unos a otros por lo que Cristo ha hecho por nosotros en la cruz: dar Su vida para salvarnos de nuestros pecados y darnos el regalo de una relación con Él, a todos aquellos que ponen su fe y confianza en Él como Señor y Salvador.


Como te puedes imaginar, el diseño de la iglesia local es hermoso, pero, cuando se mezcla con nuestro pecado, puede ser muy desafiante, e incluso doloroso a veces. Es desafiante porque la iglesia se trata de unir a diferentes personas, con diferentes personalidades, con diferentes fortalezas y debilidades, con diferentes luchas por el pecado, lidiando con sus propios dolores y poniéndolos a trabajar juntos para los propósitos del evangelio. No siempre es fácil, ¡pero vale la pena!


Son las personas de la iglesia local, mis hermanos y hermanas, las que han caminado conmigo en algunos de los momentos más felices y desafiantes. Es este grupo de personas que llegó a conocerme y me exhortó a ser más como Cristo y me desafió a aprender más acerca de Dios a través de Su Palabra. Me modelaron la semejanza a Cristo, y, aunque no eran perfectos y no teníamos mucho en común fuera de Cristo, vivíamos juntos en comunidad. Tuve el honor de caminar junto a ellos mientras enfrentaban diferentes desafíos de matrimonio, nuevos nacimientos, muertes, angustia, y mucho más. Aprendí lo que significa estar unidos por el amor de Cristo sin importar la diferencia de edad, el contexto cultural o la etapa de la vida.


No es fácil ser parte de una comunidad cristiana en una iglesia local, pero, como dije antes, vale la pena. En Juan 13:35, Jesús dijo: «En esto conocerán todos que son Mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros». El amor que los creyentes muestran unos por otros y tienen la oportunidad de vivir, tanto dándolo como recibiéndolo, a través de la iglesia local, es una de las formas en que las personas se sentirán atraídas al Evangelio. Esto nos ayudará a cumplir nuestro propósito de glorificar a Dios al predicar de Cristo. 


Todos los «unos a otros», todo el servir y ser servido, todo lo bueno y las pruebas, no se pueden vivir y transitar bien sin la ayuda del Espíritu Santo. Es un regalo maravilloso que Cristo ha dado a Sus seguidores. Cuando envió el Espíritu Santo a morar en cada creyente para que el poder que lo resucitó de entre los muertos residiera en cada uno de nosotros, Cristo nos capacitó también para hacer lo que en nuestra carne nunca podríamos hacer, esto es, obedecerle y seguirle. Romanos 8:11 dice: «Pero si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos, también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de Su Espíritu que habita en ustedes».


Es gracias a la ayuda de Dios que podemos ser parte de una comunidad local de creyentes y experimentar el gozo de amar y ser amados en Cristo. Entonces, si te has alejado de un ambiente de iglesia poco saludable, quiero que sepas que es por causa del pecado, no por Dios. Hay iglesias saludables que Dios está haciendo crecer. Si no eres parte de una comunidad local de creyentes, oro para que este artículo te ayude a impulsarte en la dirección de pedirle al Señor que te guíe a encontrar una. Pero, si ya perteneces a un cuerpo local de creyentes, espero que te regocijes en el regalo que Dios te ha dado de pertenecer a ese grupo de hermanos y hermanas en Cristo.





Diseños: Eunice Arcia Sotelo

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