Al igual que sucede con otros temas, la depresión post-parto es algo de lo que se habla poco entre las mujeres que experimentan la maternidad y, lastimosamente, más aún dentro de la comunidad cristiana.
Muy probablemente ello se debe a que existe una idea romantizada de la maternidad, en la que la atención se centra en la feliz llegada de un bebé a este mundo y el comienzo de una etapa llena de sollozos, risas y tiernas caricias de la madre hacia el nuevo miembro de la familia. Sin embargo, aunque lo anterior resulta cierto, en muchas ocasiones las mujeres pueden atravesar una depresión post-parto al experimentar la maternidad.
De acuerdo con la literatura médica, ese tipo de depresión se relaciona con síntomas psicológicos y alteración de patrones biológicos entre los que están: un estado emocional triste, alto nivel de cansancio, trastorno del sueño, así como desajuste y alteración en la secreción de las hormonas.
En ese sentido, lo primero que debemos saber es que la depresión post-parto no se trata de una emoción y/o idea sobre la cual la madre tiene control, sino de un padecimiento real que es producto de una serie de cambios (fisiológicos y de estilo de vida) que la mujer experimenta al iniciar una nueva faceta en su vida: ser madre. Al final, tal como sucede con cualquier enfermedad, la depresión post-parto es real y producto del mundo caído en que vivimos.
Teniendo esto en cuenta, si estás atravesando esta situación, con independencia de que busques ayuda profesional en caso de ser necesaria, me gustaría animarte a que recuerdes que la soberanía de Dios no ha dejado de ser. Dios no ha perdido el control de tu vida y para Él no es ajeno tu dolor ni tu sentir. Por el contrario, en la Biblia el Señor nos recuerda que Él está cercano para los que están quebrantados y abatidos (Sal 34:18), por lo que, sin importar el tipo de sentimientos y emociones que puedan brotar de tu corazón, es necesario que sepas que a Dios no le sorprenden ni asustan. Nuestro buen Dios espera que te rindas ante Él, derramando tu corazón en Su presencia, para consolarte, animarte, darte nuevas fuerzas, reemplazar mentiras por Sus Verdades, y ayudarte a seguir adelante y enfrentar el reto de la maternidad que ha sido puesto en tus manos.
Así que, amada hermana, no pierdas de vista que tenemos un Dios a quien no le sorprende nuestro sufrimiento. Por el contrario, es un Padre de misericordia y de toda consolación que nos comprende y acompaña en medio del día difícil y, aunque la depresión post-parto pueda lucir de muchas formas, necesitas saber que en Dios se encuentra tu refugio más fiel y certero. En medio del contexto en que te encuentres, busca estar expuesta constantemente a Su Palabra, de manera directa, o bien, a través de personas que puedan ser soporte para ti en estos momentos de vulnerabilidad y te apunten continuamente a Cristo y a Sus verdades.
Finalmente, quiero animarte a recordar que tu aflicción no es en vano, pues el consuelo que hoy puedes recibir del Padre a través de esta situación tiene un propósito más allá de tu propia vida, pues la Palabra nos dice que si somos consoladas por Dios, es con el fin de consolar a otros (2 Co 1:6). De modo tal, que no pierdas de vista que atravesar por una depresión post-parto, de la mano del Señor, puede convertirte en un canal de bendición para otras mujeres que experimenten esta misma situación y necesitan ser acompañadas y apuntadas a Cristo.
¡Necesitamos más sinceridad y vulnerabilidad en las relaciones, para buscar genuinamente unos con otros del Señor!
Diseños: Joselyn Amador
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