Una de las cosas que, como mujeres cristianas, tenemos asegurada en este mundo es el sufrimiento (Fil 1:29). A causa de la caída, el hombre y toda la tierra fueron sujetos a maldición (Gn 3:16-19, Ro 8:22). Los efectos fueron catastróficos para nosotros: la depravación total, la muerte, el sufrimiento y la separación con nuestro Creador.
Sin embargo, aun cuando entendemos la realidad de nuestra condición después de Génesis 3, en muchas ocasiones, cuando atravesamos las dificultades de la vida, el sufrimiento puede ser una tormenta implacable que amenaza con arrastrarnos hacia las profundidades de la desesperación, la queja y la desesperanza. Es entonces, en esos momentos de angustia y dolor, que la doctrina de la providencia de Dios puede convertirse en nuestra ancla, trayendo esperanza y consuelo en medio de las turbulentas aguas de la vida. Pero, además, actúa como un faro de luz en medio de la oscuridad de nuestro sufrimiento y pruebas más difíciles, guiándonos hacia la paz y la seguridad que sólo puede proveer nuestro fidelísimo Padre.
La Providencia de Dios: Un Concepto Fundamental
Según mi entendimiento, en su esencia más pura, la providencia divina es la afirmación del gobierno de Dios sobre el universo y Su guía sobre el destino individual y colectivo de Sus criaturas. Se trata de Dios atribuyéndose la capacidad de intervenir en cada asunto concerniente a Su creación; es Él manifestando Su amor y sabiduría al cuidar y proteger a Sus criaturas con Su atención amorosa y paternal.
Actualmente, en mi la iglesia local estamos haciendo un estudio acerca del Catecismo Ortodoxo de Hércules Collins y recientemente meditábamos en este tema. Así que déjame compartirte cómo define este catecismo la providencia de Dios en su pregunta número 26: «¿Qué es la Providencia de Dios? Es el poder omnipotente y omnipresente de Dios por el cual Él sostiene y gobierna con su mano – por así decirlo – el cielo y la tierra, y todas las criaturas que en ellos hay, de manera que lo que crece en la tierra, así como la lluvia y la sequía, la fertilidad y la esterilidad, la comida y la bebida, la salud y la enfermedad, la riqueza y la pobreza […]; en pocas palabras, nada sucede inconscientemente ni al azar, sino por su consejo y voluntad paternales».
Esto quiere decir que la providencia divina se refiere a la idea de que Dios es soberano sobre todas las cosas y que interviene activamente en el mundo, dirigiendo los acontecimientos según Su plan y propósito.
La promesa de la Providencia en las Escrituras
A lo largo de todo el relato bíblico, encontramos muchos ejemplos de cómo luce la providencia de Dios en acción. Desde la historia de José en el Antiguo Testamento hasta los relatos de la vida de Jesús en el Nuevo Testamento, vemos a Dios interviniendo en las vidas de las personas para llevar a cabo Su plan soberano. Cada historia nos ofrece una inspiradora visión de cómo Dios puede usar incluso aquellas situaciones más difíciles para el bien de los Suyos y el cumplimiento de Sus propósitos redentores.
Permíteme compartirte uno de los pasajes que Dios ha usado en mi vida para afirmar esta verdad. Sí, estoy hablando de Romanos 8:28. Este pasaje dice: «Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito».
Este versículo resuena en mi mente y corazón como una reconfortante promesa: todas las cosas, incluso las más difíciles y dolorosas, trabajan juntas para el bien de aquellos que amamos a Dios y están alineados con Su propósito. Dios siempre está actuando en todo, haciendo que todo suceda según Su plan eterno.
Quizás, para nuestra mente finita, esta verdad puede resultar incomprensible. Sí, es una declaración audaz que desafía de muchas formas nuestra comprensión del sufrimiento y que nos invita a confiar en el hecho de que, incluso en medio de las pruebas y las situaciones más difíciles, Dios está en control.
Piensa por un momento en la cruz del calvario, ¿no fue este el mayor ejemplo de cómo el momento más oscuro en la historia de la humanidad fue orquestado por Dios para producir el mayor bien a nuestro favor? Mira a Cristo, puedes escuchar Sus palabras: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mr 15:34; Mt 17:46). Él, siendo puro y sin mancha (2 Co 5:21), cargó en aquella cruz con los pecados de Su pueblo y fue abandonado por el Padre. Cristo fue sacrificado en nuestro lugar para satisfacer la ira de Dios y cancelar así la deuda que había a causa de nuestro pecado. Dios volvió Su rostro de Su hijo amado, lo abandonó en aquel momento, mientras Él extendía Sus brazos para hacernos parte de su familia y reconciliarnos con el Padre eternamente.
¿Puedes verlo? Allí, en la cruz, podemos encontrar el mayor ejemplo del gobierno amoroso de Dios sobre todas Sus criaturas. Lo que para nuestros ojos pudo haber parecido el acto más atroz y doloroso es, sin embargo, la mayor expresión de la bondad, misericordia y amor de Dios para todo aquel que cree.
Ahora bien, es importante entender correctamente a qué se refiere este pasaje con «todas las cosas cooperan para bien». Muchos creen que este «bien» del que habla es aquel en el que Dios está en la obligación de darnos aquello que queremos, evitándonos a toda costa el sufrimiento y cualquier tipo de decepción. Pero no es eso lo que nos quiere decir este pasaje. Cuando Pablo habla de que «todo obra para nuestro bien» se refiere al hecho de que Dios quiere conformarnos a la imagen de Jesús (1 Co 15:49; 2 Co 3:18; Col 3:10).
¿Qué significa esto? Esto quiere decir que cada situación en nuestras vidas como hijas de Dios es controlada por Él con el propósito de producir en nosotras paciencia, humildad, amor, perdón, gracia, mansedumbre, autocontrol y esperanza en Dios. Logrando que Cristo sea más visible en cada una de nosotras y procurando así Su gloria. Y todo esto, en la gran mayoría de ocasiones, se desarrolla en el campo de las pruebas y el sufrimiento tal como lo dice Santiago (Stg 1).
Nuestra esperanza en medio del sufrimiento
Sin lugar a dudas, la doctrina de la providencia de Dios nos ofrece firmeza en la esperanza de que, incluso en medio del sufrimiento más intenso, nuestro dolor no es en vano y que Dios está obrando todas las cosas para nuestro bien y para Su gloria. Estas verdades, tan difíciles de comprender en algunos momentos, pero tan profundas, nos permiten confiar en Su amor y en Su soberanía, anclan nuestro corazón en Él permitiéndonos enfrentar las tormentas de la vida con valentía y determinación, sabiendo que estamos seguras en las manos del Dios que nos ama más allá de toda medida y que siempre está procurando nuestro bien.
Como dijo Thomas Watson: «Todos los tratos de Dios con Sus hijos, realizados por providencia especial, se tornan para su bien. “Todas las sendas del Señor son misericordia y verdad para aquellos que guardan su pacto y sus testimonios” (Sal 25:10)». Él concluyó: «La razón principal del por qué todas las cosas obran para bien, es el interés cercano y entrañable que Dios tiene en Su pueblo. El Señor ha hecho un pacto con ellos. “Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios” (Jer 32:38)».
«¡Oh Dios, que en medio de cada prueba y dolor Tú seas nuestra Roca y nuestro refugio seguro. Llena nuestros corazones de gratitud y admiración por Tu providencia constante en nuestras vidas. Recuérdanos, oh Señor, que, en cada momento y en cada circunstancia, Tú siempre estás obrando para Tu gloria y nuestro bien!». ¡Gloria a Dios por Su amor eterno y Su cuidado constante hacia nosotros!
Diseño Vianela Valerio
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