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Foto del escritorAlejandra Minton

Enfrentando las decepciones en los brazos del Padre


¿Alguna vez te has sentido decepcionada? ¿Tal vez por un ascenso en el trabajo que nunca sucedió, el compromiso cancelado con alguien que querías mucho, aquella prueba de embarazo que no salió positiva, la negociación para una casa propia que no fue aprobada? En estas etapas u otras estaciones de la vida llegaremos a afrontar sueños incompletos o expectativas insatisfechas. A todo esto, le podemos llamar decepción, ya que depositamos nuestra esperanza en algo y luego no sucede como lo deseamos.


No es malo tener sueños y esperanzas, ya que podemos encontrar a varios personajes bíblicos que esperaron que ocurriera algo según el deseo de su corazón. Tenemos el ejemplo de Sara y Abraham esperando al hijo prometido por 25 años (Gn 21), o la mujer que tuvo un flujo de sangre por más de 12 años esperando a ser sanada (Mc 5.25-34), y por supuesto Pablo que oró para que el Señor le quitara el aguijón en la carne (2 Co 12:8).


Todos ellos tenían algo en común, que esperaban, soñaban y deseaban que se cumplieran los anhelos que tenían albergados en sus corazones.


Ante ellos debemos recordar la siguiente verdad: el Señor Jesús prometió estar con nosotros, no que nos complacería en todo aquello que deseemos. Así que,¿qué debo hacer cuando mis sueños se quedan sin cumplir? En el viaje a través de las decepciones, he visto Su poder y gracia cuando he buscado Su presencia y Su perdón al rendir mi corazón.


Pero la gracia del Señor finalmente nos lleva a Su presencia, ya que no hay mejor lugar para enfrentar la decepción que en los brazos del Padre. Él conoce con detalle mi realidad y soberanamente está en control de todas las circunstancias de nuestra vida. Mi desilusión no lo sorprende. Cristo enfrentó decepciones y sufrió mucho, y esto me hace recordar cuando el salmista nos dice: «En Tu presencia hay plenitud de gozo; en Tu diestra hay deleites para siempre» (Sal 16:11).


Todo esto es verdad cuando lo busco de todo corazón.


Lo más asombroso es que cuando buscamos a Dios fielmente en la Palabra y por medio de la oración, aun en medio del dolor, Su presencia trae más plenitud que cualquier cosa que podamos desear.


Su amor es mejor que cualquier plan, sueño o expectativa que podamos tener. Esta verdad me desafía a explorar los deseos más fuertes que guardo en mi corazón.


Solo recuerda lo siguiente, el Dios del Universo, aquel que sostiene todas las cosas, Quien sufrió en la Cruz del Calvario, Quien conquistó a la muerte, se ofreció a sí mismo para satisfacer la justicia de Dios y cada deseo que pudiéramos tener en Él (Sal 37:4).



Diseños: Gabriela Rodríguez

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