top of page

¿Cómo glorificamos a Dios con lo que comemos? I parte


«Sólo una más», dijo Susan. «El lunes empiezo mi dieta nuevamente». 

«En el comer está el vivir. Si muero, moriré feliz. ¡Por favor déjame comer un poco más!». 

«Una vez al año no hace daño». 

«Me veo gorda, tengo que hacer más ejercicio si no quiero subir más de peso». 

«No creo que nadie se entere si llego a vomitar después de comer». 

«Odio el reflejo que veo de mí en el espejo».

¿Te sientes identificada con alguna de estas frases? Yo sí. De hecho, cuando era adolescente, padecí de bulimia, un trastorno alimenticio caracterizado por episodios recurrentes de ingesta incontrolada de grandes cantidades de comida, llamados «atracones». La persona que lo padece, se alimenta de esta manera y luego utiliza diferentes formas para bajar de peso. Esa fue una etapa de mi vida en la que vivía esclava de mis ídolos. Odiaba la imagen que veía en el espejo y, como era de esperarse, elegí el camino que me llevó hasta este trastorno.


¿Cuál es la raíz de todo esto? ¿Por qué muchas de nosotras tenemos una relación de amor y odio con la comida? ¿En verdad a Dios le importa lo que como? ¿Cómo puedo glorificar a Dios con todo lo que como? ¿Qué puedo hacer? Estas son, tal vez, algunas de las preguntas que nos hemos hecho alguna vez y, si no lo has hecho, te animo a que puedas reflexionar en ellas, ya que el Señor quiere que seamos buenas administradoras de todo lo que Él nos da, incluyendo la comida. Y, sobre todo, que vivamos vidas que glorifiquen Su nombre. 


Hace un tiempo me acerqué a un hermano en mi iglesia que es nutriólogo porque quería hacerle algunas preguntas por escrito y poder saber más acerca de este tema. Dada su importancia y lo mucho que es pasado por alto, además de la Palabra de Dios, en este artículo te traigo algunas de las respuestas que este hermano me dio y que espero sean de mucha bendición para tu vida y te ayuden con este tema.


¿POR QUÉ TANTOS DE NOSOTROS TENEMOS UNA RELACIÓN DE AMOR Y ODIO CON LA COMIDA?


Hay diferentes razones por las que muchos de nosotros tenemos una relación de amor y odio con la comida. Algunas de ellas tienen que ver con los factores más comunes que juegan un papel importante y de los cuales tal vez ya hemos oído, estos son:


Los factores biológicos: La comida es una fuente de placer y satisfacción. Los alimentos ricos en azúcar, grasas y sal estimulan el centro de recompensa del cerebro, liberando una hormona llamada dopamina, conocida como la hormona que produce sensaciones de placer y bienestar. Esto puede llevar a una adicción a la comida, en la que las personas comen para sentirse bien, incluso cuando no están realmente hambrientas.


Los factores psicológicos: La comida también puede ser una forma de lidiar con emociones difíciles, como el estrés, la ansiedad o la depresión. Cuando nos sentimos mal, a menudo recurrimos a la comida para sentirnos bien. Esto puede conducir a un ciclo de atracones y dietas que puede ser muy difícil de romper.


Por último, los factores sociales: está claro que la sociedad o la cultura nos envía muchos mensajes contradictorios sobre la comida. Por un lado, se nos dice que debemos comer de manera saludable para mantenernos en forma. Por otro lado, se nos bombardea con imágenes de alimentos poco saludables que se nos presentan como deseables y atractivos. Esto puede crear confusión y un sentimiento de ansiedad sobre la comida que puede contribuir a una relación de amor y odio.


En el caso de los trastornos alimenticios, como la anorexia o la bulimia, la relación de amor y odio con la comida es aún más compleja. La comida se convierte en un objeto de control y ansiedad, ya que la persona la usa para expresar emociones, para castigarse a sí misma o sentirse segura.


Sin duda, sabemos que, como dice la famosa frase: «el corazón del problema, es el problema del corazón». Es por eso que necesitamos volver al Edén. La Escritura nos dice que todo lo que Dios creó es bueno, lo podemos ver desde el principio, cuando creó todas las cosas (Gn 1 y 2), incluyendo la comida: «Entonces dijo Dios: “Produzca la tierra vegetación: hierbas que den semilla, y árboles frutales que den su fruto con su semilla sobre la tierra según su especie”. Y así fue. Y produjo la tierra vegetación: hierbas que dan semilla según su especie, y árboles que dan su fruto con semilla, según su especie. Y Dios vio que era bueno» (Gn 1:11-12).


Luego vemos que Dios le dice al hombre y a la mujer que podían disfrutar de ella: «También les dijo Dios: “Miren, Yo les he dado a ustedes toda planta que da semilla que hay en la superficie de toda la tierra, y todo árbol que tiene fruto que da semilla; esto les servirá de alimento.  Y a todo animal de la tierra, a toda ave de los cielos y a todo lo que se mueve sobre la tierra, y que tiene vida, les he dado toda planta verde para alimento»”. Y así fue.  Dios vio todo lo que había hecho; y era bueno en gran manera. Y fue la tarde y fue la mañana: el sexto día» (Gn 1:29-31).


Entonces, si la comida no es mala ¿qué está mal? La motivación con la que comemos, los deseos de nuestro corazón engañoso y perverso (Jer 17:9), eso es lo que está mal. Cuando Adán y Eva comieron del fruto prohibido (Gn 3), inmediatamente se produjo una ruptura completa entre el hombre y Dios y, por ende, una profunda enemistad entre nuestros deseos y el deseo de Dios de que reflejemos Su imagen perfecta. 


Dios nos dio la comida como un regalo, un don del que podíamos disfrutar. Sin embargo, cuando entró el pecado al mundo por la desobediencia, la forma en la que comemos es la que evidencia de que nuestros corazones sólo quieren encontrar saciedad en la creación y no en el Creador, el Único que puede saciar nuestro hambriento y sediento corazón.


¿A DIOS LE IMPORTA LO QUE COMO?


¡Claro que sí! Dios se preocupa por el bienestar de Sus hijos. Así que sí, le importa lo que comemos (1 Co 10:31). La Biblia nos enseña que Dios nos creó con un cuerpo físico que necesita alimentos nutritivos para funcionar correctamente. Cuando comemos alimentos saludables, estamos honrando a Dios y cuidando de nuestro cuerpo, que es templo del Espíritu Santo (1 Co 6:19-20).


Por otro lado, la Biblia también nos enseña que lo que más importa al comer, y hacer cualquier otra cosa, es nuestra actitud y nuestro corazón. En Romanos 14:17, Pablo dice: «El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo». Esto significa que lo que Dios más valora es que vivamos una vida justa, pacífica y llena de alegría. Una vida que busque y ame Su gloria.


Es cierto que la decisión de lo que comemos es una decisión personal. Es decir, Dios nos da la libertad de elegir lo que queremos comer. Sin embargo, si queremos vivir una vida que agrade a Dios, debemos tomar decisiones sabias e informadas sobre nuestra alimentación. Debemos aprender sobre los diferentes alimentos que están disponibles y elegir aquellos que son más saludables y nutritivos. También debemos ser conscientes de las implicaciones de nuestras elecciones alimentarias en el mundo que nos rodea. Por ejemplo, considerar el impacto ambiental de nuestra dieta y tratar de elegir alimentos que sean sostenibles y justos. Al tomar decisiones alimentarias que honran y glorifican a Dios, por el poder de Su Espíritu, podemos cuidar de nuestro cuerpo y vivir una vida que sea tanto saludable como espiritualmente satisfactoria.


¿QUÉ TIENE QUE DECIR LA FE CRISTIANA CON RESPECTO A LA ALIMENTACIÓN?


La fe cristiana tiene mucho que decir sobre la alimentación. En general, la Biblia enseña que la comida es un regalo de Dios que debemos apreciar y usar sabiamente (Gn 1:11-12).


En el Antiguo Testamento, Dios le dio a Moisés los Diez Mandamientos, que incluyen una serie de leyes sobre la alimentación (Lev 11). Estas leyes prohibían comer ciertos tipos de animales, como los cerdos y conejos, y requerían que los animales que se comíeran fueran sacrificados de una manera específica. Lo que Dios deseaba era proteger la salud de las personas y promover la obediencia y reverencia a Su nombre.


En el Nuevo Testamento, se enseña que todos los alimentos son limpios. Esto significa que no hay alimentos que sean intrínsecamente pecaminosos o impuros, sino que más bien debemos consumirlos con gratitud (1 Ti 4:4-5). Sin embargo, también enseña que debemos comer de manera moderada y evitar los excesos, cultivando así el dominio propio que es fruto del Espíritu Santo.


Del mismo modo, la Escritura enseña que la comida puede ser una forma de expresar amor y hospitalidad. En ella podemos ver que Jesús, a menudo, compartía comidas con Sus discípulos y con los necesitados, dejándonos ver que la comida es una forma de fomentar la comunión y la unidad entre creyentes (Hch 2:43), y de mostrar amor y misericordia con los hambrientos. 


¿COMO UN NUTRIÓLOGO CRISTIANO, CUÁL ES TU OPINIÓN O PERSPECTIVA EN RELACIÓN CON ESTE TEMA?


«Creo que es importante comer una dieta saludable que proporcione los nutrientes que nuestro cuerpo necesita para funcionar correctamente. Esto significa comer una variedad de frutas, verduras, cereales integrales, proteínas magras y grasas saludables. También creo que es importante comer con moderación, cultivando el dominio propio, ya que el exceso de comida puede conducir a problemas de salud, tanto físicos como espirituales».


Definitivamente, la alimentación es una parte importante de la vida cristiana. Una dieta saludable, moderada y compartida es la mejor manera de glorificar a Dios con nuestra alimentación. Jesús es nuestro mayor ejemplo.


¿PODRÍAS DARNOS ALGUNOS CONSEJOS PRÁCTICOS SOBRE CÓMO GLORIFICAR A DIOS CON LO QUE COMEMOS?


Glorificar a Dios con lo que comemos significa reconocer que Él es el Creador de los alimentos y que Él nos los da como un regalo. Significa usar los alimentos de una manera que sea saludable, responsable y que honre a Dios.


Aquí hay algunos consejos prácticos:


  • Podemos comenzar cada comida con una oración de agradecimiento a Dios por los alimentos, es decir, no solo repetir lo mismo de forma rápida, sino una oración sincera y consciente de que,  lo que estás a punto de degustar, es un regalo de Dios.

  • Podemos planificar nuestras comidas con anticipación para evitar desperdiciar alimentos.

  • Podemos donar alimentos a los necesitados.

  • Podemos reducir nuestro desperdicio de alimentos cocinando solo lo que vamos a comer y almacenando los alimentos adecuadamente.

  • No debemos ser de tropiezo para otros por lo que comemos.

Al tomar estas pequeñas acciones, podemos glorificar a Dios con lo que comemos y vivir una vida más saludable y responsable.


Ciertamente, amada hermana, Jesús es nuestro mayor ejemplo de cómo comer para la gloria de Dios. Él disfrutaba de la comida con sabiduría, cultivando siempre la unidad, y mostrando compasión por los hambrientos. Pero, como Él dijo: «Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo Su obra» (Jn 4:34). Más allá del alimento físico, Él se deleitaba en una mejor comida y bebida: la voluntad de Su Padre. Él sabía que nuestros corazones muertos necesitaban del Pan y el Agua de vida para poder vivir. Él vino al mundo como nuestro Pan de vida (Jn 6:35), al dar Su vida por nosotras en una cruz. Él vino para ser el Agua de vida (Ap 22:17) de la cual, si bebemos gratuitamente de ella, no volveremos a tener sed jamás, porque en Él estaremos satisfechas.






Diseños: Gabriela Rodríguez

コメント


bottom of page