
Desde mi infancia he disfrutado ejercitarme, practicar deportes y danza. Sin embargo, cuando empecé a trabajar, me volví sedentaria. Después de algunos años, decidí regresar a hacer ejercicio, esta vez, asistiendo a un gimnasio. Al inicio me costó ser disciplinada, iba de vez en cuando; pero, tiempo después, al notar cambios en mi cuerpo que me agradaron, no sólo físicos sino también de salud (ya que me enfermaba menos), hice una rutina acudiendo todos los días entre semana.
Lamentablemente, casi un año después, me envanecí e hice del ejercicio mi ídolo: me esforcé por ir diario al gimnasio, aun cuando estuviera exhausta por las actividades diarias o incluso enferma. En Su gracia, el Señor mantuvo firme en mi corazón el día de reposo, por lo cual, los domingos no asistía.
Si bien el ejercicio no es malo, al convertirlo en un ídolo en mi corazón, llegó a consumirme, me apartó de muchas relaciones y sobre todo me desvío de glorificar a Dios (1 T 4:8). Creí encontrar en algo superficial mi llenura, pero cada día vivía en lo oculto un miedo por perder «mi buena condición física», olvidando que ésta perdía proporción frente a la condición de adoración ante mi Señor.
No es fácil descubrir temas que han quedado, por así decirlo, en lo secreto de nuestro corazón por mucho tiempo o que tal vez uno piensa que no han sido percibidos. Más aún, negarte a reconocer que son pecado y entregarlos a Cristo, el único que te puede liberar de los mismos.
Pero Dios, que es grande en misericordia, me mostró que esa obsesión estaba vencida en la cruz por Cristo y que no tenía que retenerla (Ef 2:4-5). No fue fácil, pero sí segura la manera en que me ayudó a entregarla y saber que no tenía que cargar con ese ídolo. Hoy agradezco porque Dios me ha mostrado que usará todo, aún nuestro pecado, para pulirnos más y más y hacernos brillar como el oro para Su gloria.
Hoy, cuando llego a hacer ejercicio, oro a Dios agradeciendo por poder hacerlo, por el cuerpo que Él creó y por encontrar en esta disciplina una forma de adorarlo a Él y no a lo creado.
Diseño: Constanza Figueroa
Commenti