¿Alguna vez te has preguntado cómo ser amiga de aquellas que están pasando por una temporada de sufrimiento? A veces me inhabilito para ser alguien que podría brindar algún apoyo porque no he pasado por una temporada similar. Estaba comparando el dolor de mi amiga con mi dolor y descubrí que pesaban diferente en mis escalas imaginarias. Además de esto, pedirme ir hablar con ella y no ser la mejor con las palabras me hizo rehuir oportunidades donde el Señor podría haberme usado para ser Sus manos y pies.
Sin embargo, a través del suave aliento de un mentor y la convicción del Espíritu Santo, comencé a darme cuenta de que no tenía que tener las palabras correctas para decir y no tenía que relacionarme con su dolor de ninguna manera. El Dios Altísimo me ordenó que fuera Sus manos y Sus pies, y que sirviera a los que me rodean. Y eso incluye a las que están sufriendo.
A medida que leía más de los evangelios y entendía más sobre quién era Jesús, comencé a desentrañar que mis debilidades estaban cubiertas por él. Lo que quiero decir con esto es que aunque no nos relacionemos con el dolor exacto que otra podría experimentar, podemos estar seguras de que Jesús lo ha hecho. Jesús ha experimentado dolor y pena. Vemos en Isaías 53:3 que Jesús era «varón de dolores, experimentado en quebranto». Jesús soportó todo tipo de dolor y se relaciona con nuestras debilidades, «Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas» (Hebreos 4:15).
Eso me da mucha esperanza, sabiendo que puedo acercarme a una amiga y no tener que tener todo resuelto porque Jesús es el único que realmente puede identificarse con ella. Él es el único que realmente sabe la profundidad de su dolor. Una vez que me di cuenta de esto, encontré libertad de pensar que había alguna expectativa que cumplir y pude estar allí para mis amigas de manera práctica. Aquí hay algunas ideas de lo que podemos hacer para aquellas que están sufriendo:
Siéntate con ella. Dale un abrazo si quiere uno. Estar cerca de ella y ni siquiera tienes que decir mucho.
Estar presente vía texto, llamadas telefónicas, o en persona. Hazle saber que estás ahí para ella y que te importa.
Ora por ella y dile que estás orando. Y aún mejor, ora por ella cuando están juntas para que se le recuerde de la verdad mientras oras.
Ofrécele ayuda con necesidades prácticas, como cocinar, lavar la ropa, cuidar de los niños o limpiar su casa.
Anímala con las Escrituras. Esto es lo mejor porque cuando no sé qué decir, darle la Palabra del Señor es el aliento perfecto. Para esto, me gusta orar primero y ver si algo me viene a la mente con respecto a qué compartir específicamente. De lo contrario, es útil hacer una búsqueda de temas de los versículos de la Biblia relacionados con la forma en que quieres alentarla.
Estas son algunas formas sencillas y prácticas en que podemos estar allí para nuestros amistades que necesitan las manos y los pies de Jesús. Es un privilegio asombroso que podamos ser parte de consolar a las demás, porque Él nos ha consolado a nosotras. ¿De qué otras maneras podemos ser amigas de otras mujeres pasando por tribulación?
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