Si fuera necesario mencionar movimientos o filosofías que han ganado peso en las últimas décadas, sin lugar a duda, las tres primeras que, como mujer, llegan a mi mente, son: feminismo, aborto e ideología de género. Esto, porque las tres atentan contra el diseño original que Dios creó para nosotras. Estos movimientos se adueñan del diseño y lo tuercen hasta convertirlo en algo totalmente alejado de su propósito original.
En mi caso personal, siempre me defino como un alma vieja, porque admiro la forma cómo eran elogiadas en épocas pasadas, la gracia, la delicadeza, el amor por el hogar y la cualidad de ser dadoras de vida de las mujeres (que va mucho más allá de dar a luz hijos biológicos). Sin embargo, hoy, estas cosas en lugar de ser celebradas parecen ser rechazadas y vistas como opresión o disminución de nuestro valor.
En tan solo unos pocos años, el significado social de la mujer ha cambiado mucho. Te puedo asegurar que si tomas a diez personas al azar y les preguntas ¿Qué es ser mujer? Todas te van a dar una respuesta diferente. Ahora bien, si le preguntas a las mismas personas, qué es un perro, un automóvil o una computadora, la respuesta podría ser algo como: el animal doméstico conocido como el mejor amigo del hombre, un medio de transporte, una herramienta que procesa datos y usamos para trabajar.
¿Por qué cuando preguntamos qué es una mujer no obtenemos las mismas respuestas? Porque hemos desligado el significado de su origen. Decimos que el concepto es abstracto, porque depende de cómo yo quiera verlo o vivirlo. Sin embargo, la realidad es que, desde la fundación del mundo, Dios ya había definido muy claramente nuestro rol como mujeres, y lo dejó bien claro en Su palabra.
¿Qué pasaría si preguntamos qué es un bebé? ¿Cuáles serían las respuestas? ¿Qué se diría sobre el rol del hombre y la mujer? ¿Son distintos, iguales? ¿Quién lo dice?.
Hoy quiero invitarte a que hagamos lo mismo que hizo Lutero en el año 1517: Abracemos las Escrituras y entendamos que la gente cambia, los tiempos cambian, incluso, las «tradiciones» cambian, «pero la Palabra del Señor permanece para siempre» (1 Pe 1:25).
El mundo actual necesita mujeres valientes, que no tengan miedo a proclamar la verdad aún delante de las más grandes figuras de la tierra. En 1521, cuando Lutero fue convocado por el emperador a retractarse de sus 95 tesis en la conocida «Dieta de Worms», dijo lo siguiente:
«"A menos que no esté convencido mediante el testimonio de las Escrituras o por razones evidentes — ya que no confío en el Papa, ni en su Concilio, debido a que ellos han errado continuamente y se han contradicho— me mantengo firme en las Escrituras a las que he adoptado como mi guía. Mi conciencia es prisionera de la Palabra de Dios, y no puedo ni quiero revocar nada reconociendo que no es seguro o correcto actuar contra la conciencia. Que Dios me ayude. Amén».
Hoy debemos hacer lo mismo, mantenernos firmes, sin importar delante de quién debamos explicar o sostener nuestras creencias, siempre fundamentadas en la Palabra.
En el caso del feminismo, según las Escrituras, nos damos cuenta de que es un movimiento que nos aleja de la voluntad de Dios y desvaloriza nuestro rol, llamando a la rebeldía del corazón «empoderamiento».
Concentrando todo su esfuerzo en demostrar que podemos ser iguales a los hombres, se olvidaron de que lo grandioso de ser mujer es lo que nos hace diferentes ¿Cómo podemos nosotras llamar malo a algo que Dios llama «bueno en gran manera»? (Gn 1:31).
Por otro lado, el aborto nos hace parte de un genocidio silencioso, que muchas veces queremos justificar debido a otras atrocidades como las violaciones o incestos. Pero ¿podemos destruir un mal con otro?.
La ideología de género pretende definir la identidad de género con sensaciones y emociones, en lugar de hacerlo a partir de la ciencia biológica. El peligro aquí, además de atentar de manera atroz contra el diseño original de Dios, es que cuando basamos nuestra identidad en meros conceptos abstractos, ¿Existe algún límite? ¿Hasta qué punto podemos dar rienda suelta a esos sentimientos y emociones?.
Hace más de 500 años que ocurrió la Reforma protestante, sin embargo, hoy sigue siendo necesario contemplar en nuestras iglesias corazones reformados y dispuestos a correr contracultura, aun cuando parezca desfasado o demasiado difícil.
En una cultura que te dice que la verdad es individual y te anima a vivir para seguir tu corazón, detente y proclama: «Sola Scriptura».
En una cultura que te dice que no tengas hijos, porque será muy difícil criarlos pues no sabes qué pasará mañana o cómo vendrán esos hijos, detente y proclama: «Sola Fide».
En una cultura que te dice que te puedes ganar el cielo si eres buena y no le haces daño a nadie, detente y proclama: «Sola Gratia».
En una cultura que te deja más preguntas que respuestas, y te asegura que hay varios caminos donde puedes encontrar la libertad y la plenitud, detente y proclama: «Solus Christus».
En una cultura que te dice que debes vivir para ti, amarte a ti misma, y te asegura que lo más valioso o sustancial es que puedas satisfacer tus propios deleites, detente y proclama: «Soli Deo Gloria».
Necesitamos perpetrar hoy lo mismo que hicieron los reformadores al reconocer la supremacía de las Escrituras sobre la tradición. Nuestro buen Dios nos ayude a ser mujeres que manifiestan en sus vidas el poder transformador de Su evangelio.
¡Dios te bendiga y te use para Su gloria!
Diseños: Berenice Souza
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