Un joven compartía el Evangelio con su amigo y dio la bienvenida a sus preguntas. El curioso amigo preguntó: "¿Cómo es Jesús?" El joven hizo una pausa, miró atentamente a su amigo y respondió simplemente: "Él es como yo."
Leí esta historia hace unos meses (aunque no puedo recordar el origen), y se ha quedado conmigo debido al reto que presentó. ¿Podría honestamente responder lo mismo a una amiga que me haga la misma pregunta? ¿Puedo decirle a alguien que si quiere saber cómo es Jesús, simplemente debe observar mi vida? ¿Y podría mi vida ser lo suficiente diferente del resto del mundo, que la gente pudiera decir que saboreaba la semejanza de Cristo?
Actualmente estoy leyendo el libro de Levítico en el Antiguo Testamento. Brevemente resumido, es un libro de instrucción al pueblo de Dios sobre cómo ser santos, con información detallada sobre sacrificios, adoración, fiestas y ceremonias. Pero ¿qué tiene que ver este libro con vivir una vida que está marcada con la semejanza de Cristo? Esperen, todo tendrá sentido pronto.
Teñido en muchas ocasiones a través del libro de Levítico después de los detalles de los sacrificios, rituales y ceremonias esta la frase: "Yo soy el Señor vuestro Dios." Aparece 49 veces en el libro, y cada vez que algo se repite varias veces en la Biblia, debemos prestar atención. Estas ceremonias y sacrificios eran para hacer santo al pueblo de Dios. Santo para estar en Su presencia y santo para ser diferente de las naciones circundantes. Dios quería que Su pueblo representara Su santidad al mundo, y por lo tanto necesitaban destacarse de todos los demás.
Estos sacrificios y ceremonias estaban destinados a separar al pueblo de Dios del resto de las naciones. Pero, por desgracia, el pueblo de Dios estaba tan concentrado en las actividades externas, que empezaron a descuidar su interior, sus corazones. Entonces, Dios tuvo que ponerlos en orden y usar al profeta Samuel para explicarles: "¿Se complace el Señor tanto en holocaustos y sacrificios como en la obediencia a la voz del Señor? He aquí, el obedecer es mejor que un sacrificio, y el prestar atención, que la grosura de los carneros"(1ª Samuel 15:22). De hecho, Dios tuvo que recordar a Su pueblo esto mismo varias veces (ver Oseas 6: 6, Amós 5: 21-27, Miqueas 6: 6-8).
¿Por lo tanto, los rituales y ceremonias no eran suficientes? Bueno, los rituales y sacrificios simbolizaban vivir una vida obediente; obedecer la prescripción de Dios para ser separados y santos. Pero no eran por sí mismos lo que Dios estaba buscando. Así como lo dijo a través de Samuel y de los otros profetas, Él estaba buscando un corazón que se complaciera en obedecerlo, no sólo personas que realizaran ceremonias y sacrificios de manera ritual.
En el Nuevo Testamento, ya no vemos estas ceremonias y sacrificios. Más bien, el Señor resume lo que debe ser la vida de un seguidor de Jesús: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo" (Lucas 10:27). Y Jesús lo ejemplificó a través de Su vida entera en la tierra, sirviendo como nuestro ejemplo, amando al Padre y sacrificándose a Sí mismo por nosotras en la cruz.
Así que en los tiempos bíblicos para que el pueblo de Dios fuera separado significaba que ellos siguieran la receta de Dios para la santidad haciendo rituales y sacrificios del corazón. Ahora significa amar a Dios y amar a otros también desde el corazón, siguiendo el ejemplo que Jesús dejó para nosotras.
Pero ¿sobre cuántas de nosotras, la gente podría decir que hay algo distinto y positivamente diferente? Temo que nosotras, y mucho del cuerpo de Cristo, no hemos sido santas y apartadas, para ser diferentes de las naciones circundantes. Demasiadas veces nuestras vidas se parecen a las de los demás. Claro, vamos ocasionalmente a la iglesia en domingo, e incluso tal vez abrimos nuestra Biblia una vez al mes. Pero miramos los mismos programas vulgares de televisión y películas, y escuchamos la misma música profana que todos los demás escuchan. Incluso nos reímos de las mismas bromas groseras y chismes a las espaldas de la gente como si no fuéramos cristianas. Si nos comportamos igual que aquellos que no quieren tener nada que ver con Jesús, ¿cómo conocerá alguien a Jesús a través de nosotras?
Este es un llamado para ti y para mí, a dejar de hacer las cosas de manera ritualista (por ejemplo, ir a la iglesia o leer la Biblia) como los israelitas y aun así participar en las cosas del mundo. ¡No podemos tener ambos!
Comencemos a tomar en serio las cosas que aprendemos en la iglesia y a través de la Biblia y a aplicarlas a nuestras vidas. Vivamos el ejemplo que Jesús nos dio, para que un día, cuando alguien nos pregunte, "¿Cómo es Jesús?", pudiéramos decir sinceramente: "Jesús es como yo."
¿Cuáles ideas prácticas puedes compartir sobre cómo vivir y amar como Jesús en la cultura actual?
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